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La nueva Casa Verde de las Farc

En el Cañón de Las Hermosas ha sido detectada la presencia de al menos cuatro miembros del secretariado. A lomo de mula y con recursos para evitar la hipotermia, fuerzas combinadas del Ejército y la Policía ganan terreno.

María del Rosario Arrázola
17 de octubre de 2009 - 10:00 p. m.
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Hace 45 años, en una intrincada región entre los municipios de Gaitania y Rioblanco, en el sur del Tolima, con despliegue de 16.000 hombres, tuvo lugar la “Operación Marquetalia” para erradicar el foco de insurrección comunista que semanas después se autodenominó Farc. Hoy, en esa misma zona del Cañón de Las Hermosas, como de regreso a la génesis de la lucha contrainsurgente, las Fuerzas Militares despliegan un gigantesco operativo contra el nuevo santuario de las Farc e inexpugnable retaguardia de sus actuales comandantes.

Desde hace 20 meses, de manera incisiva y sin salir del área, más de 2.500 hombres del Ejército, apoyados por 300 policías y sobrevuelos permanentes de la Fuerza Aérea, desarrollan un “cerco invisible” sobre la arisca zona donde el bloque central de las Farc mantiene una retaguardia de cinco frentes y seis compañías móviles, que convirtieron el Cañón de Las Hermosas en la nueva Casa Verde. Tan importante para las Farc que hoy es la trinchera de su máximo comandante, Alfonso Cano.

El golpe más visible se concretó hace dos semanas cuando fue desmantelado un campamento en proximidades del río Atá, en busca del comandante del alicaído frente Héroes de Marquetalia, Arquímedes Muñoz, conocido como Jerónimo. Las Fuerzas Militares saben que este jefe guerrillero es el soporte de Alfonso Cano, a quien ya lograron desalojar de la vereda El Diamante, donde tenía su fortín. Y también es el estratega que permite a otros miembros del secretariado entrar y salir del área.

Desde su ingreso a las Farc, Alfonso Cano ha pasado la mayoría del tiempo en esta región. Como afirmó un alto mando consultado por El Espectador, la conoce como la palma de su mano. Sabe que en dos o tres días de marcha puede eludir un cerco militar y, aprovechando corredores y cumbres de la cordillera Central, moverse hacia territorios de retaguardia de los departamentos del Tolima, Huila, Valle y Cauca. Las mismas sendas que suelen utilizar otros comandantes de la guerrilla cuando se ven acosados en sus zonas de influjo.

Desbaratar ese sistema de atajos, quebradas y caminos de herradura, por más de 50 años utilizados por las Farc para expandir su guerra en la Región Andina y proyectarla hacia el Pacífico, es el objetivo de las Fuerzas Militares. Y como los altos mandos tienen claro que ni la tecnología ni los helicópteros Black Hawk resultan contundentes para acceder a blancos situados a más de 3.500 metros de altura, lo están haciendo con inteligencia humana. La infantería del Ejército va ganando terreno, pero la Policía aporta la información determinante.

No ha sido fácil. El batallón de alta montaña, ubicado en Florida (Valle), abrió el camino, pero personal de la IV y VI Brigadas del Ejército, apoyado por la V División, avanza en el páramo de Barragán o en la compleja topografía de ríos, cascadas, lagunas, cuchillas y desfiladeros que constituyen el Cañón de Las Hermosas. El primer reto es superar las bajas temperaturas que hacen flaquear a los soldados por hipotermia. También escasea el oxígeno y es preciso hacer ejercicios de respiración para seguir adelante.

Y mientras la tropa penetra en los territorios que ayer dominaba el frente 21 de las Farc, con inteligencia la Policía hace lo suyo en el cerco invisible para desmantelar la especie de gobierno que durante largos años desarrolló el grupo guerrillero en áreas rurales y hasta en las cabeceras municipales de Planadas, Rioblanco, Ataco, Roncesvalles o Chaparral. La idea es que a falta de comunicaciones interceptadas, que se han reducido, exista un ojo avizor que detecte cómo se mueve, aprovisiona o huye la guerrilla.

Por eso las Fuerzas Militares tienen evidencias de que Alfonso Cano evita las comunicaciones radiales o satelitales para no ser detectado, pero es casi seguro que se mantiene en la región y se mueve por la cordillera Central con los apremios de un empedernido fumador a quien el cigarrillo también le pasa su cuenta de cobro. Asimismo, saben que Jorge Torres Victoria, alias Pablo Catatumbo, entra y sale del Cañón de Las Hermosas, porque ese ha sido su hábitat desde que se enroló en las Farc en el Valle del Cauca.

Pero no son sólo ellos los blancos móviles a quienes las Fuerzas Militares siguen cuidadosamente. Al Cañón de Las Hermosas también han llegado en los últimos meses, bien sea para coordinar acciones guerrilleras o para salir del asedio en otras regiones, Luciano Marín Arango, alias Iván Márquez y Miguel Ángel Pascuas Santos, alias El Sargento. Lo logran porque en sus desplazamientos los apoyan guerrilleros de los frentes 21, 25, 50, 66 y 57, además de la columna móvil Daniel Aldana.

“Las Farc quieren hacer del Cañón de Las Hermosas, que en realidad es un Parque Nacional Natural desde hace más de 30 años, su nuevo Casa Verde”, resaltó uno de los oficiales del Ejército que encabeza la operación, y sostiene que la decisión es quedarse hasta recuperar para el Estado lo que siempre ha sido un santuario de la guerrilla. Las Farc tienen claro que no pueden ceder en uno de los últimos bastiones que les quedan para la concentración de combatientes, y tener que replegarse hacia zonas más inhóspitas y selváticas.

El aprovisionamiento en las tiendas, los mensajeros para transportar medicinas, hasta la compra y venta de gaseosa, toda la rutina de la región está hoy bajo la inspección militar. La topografía es compleja, pero la Fuerza Pública está utilizando incluso las tradicionales mulas de los arrieros para ganar movilidad en la región y entender cómo funciona la logística insurgente en un relieve escarpado con alturas superiores a los 3.000 metros, donde el piedemonte es clave para abrirse a la geografía más poblada del Valle, Huila o Tolima.

Cada oficial, suboficial o soldado profesional que participa en las acciones militares en el Cañón de Las Hermosas tiene clara la instrucción de portar consigo bebida caliente para combatir el viento helado que penetra hasta los huesos, y posee información sobre la forma de desplazarse con relativa seguridad porque hay sectores donde abundan los campos minados. Además, saben que, contrario a ellos, los guerrilleros de las Farc se mueven por la zona como pez en el agua. De cualquier manera, ese ha sido uno de sus escenarios históricos.

Hace cinco décadas esta zona del sur del departamento del Tolima fue una de las llamadas “Repúblicas Independientes” que motivaron al Estado a desplegar una acción militar para erradicarla. Aunque en su momento se habló de victoria, el Estado no sostuvo su presencia y la guerrilla regresó multiplicada.

Hoy, la pelea no es igual y, como ayer, se libra metro a metro, sin mucha opción tecnológica. Es una guerra lenta y paciente envuelta en la niebla que impera en la región, pero en la que cada día es una opción para cerrar el “cerco invisible”.

Por María del Rosario Arrázola

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