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¿Soldados que no duermen durante varios días? ¿Píldoras para una supermemoria? ¿Minas que al explotar liberan anestésicos? ¿Aparatos para detectar estados de ánimo en los combatientes y desenmascarar delatores? ¿Dispositivos que impiden decir mentiras durante un interrogatorio?
Éstas podrían ser algunas de las armas en la guerra del futuro. Al menos eso advierte un reporte de la Agencia de Defensa e Inteligencia, organización que trabaja para el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Tratando de anticipar el rumbo que tomará la investigación sobre el cerebro en las próximas dos décadas, esta agencia encargó a un grupo de expertos en ciencias de la cognición un informe en el que debía plantear posibles usos militares derivados de nuevos descubrimientos en esta área.
Los resultados son alucinantes. Para una persona ajena a los actuales avances en ciencias del cerebro, algunas de las propuestas podrían parecer más el argumento de una nueva película de los hermanos Wachowski (creadores de la taquillera Matrix) o de Steven Spielberg. Pero en las agencias de inteligencia militar no están dispuestos a tomarse a la ligera estas cábalas. Al menos no desde que los rusos tomaron la delantera y demostraron que el cerebro podría ser un campo de batalla.
El 26 de octubre de 2002, para neutralizar al escuadrón de terroristas chechenos que tomaron 800 rehenes en un teatro moscovita, las fuerzas especiales rusas dispersaron un compuesto derivado del Fentanil, un anestésico sintetizado en Bélgica en los años cincuenta. La osadía permitió poner punto final a la toma de rehenes, pero significó la muerte de 115 y unos cuantos secuestradores. A pesar del escándalo mundial por el uso de este gas, el mensaje quedó claro: no son necesarias las balas.
Píldoras militares
Una de las áreas de interés militar es la farmacología. Se cree que medicamentos que ya existen o que podrían desarrollarse en las próximas décadas permitirían mejorar la memoria y la capacidad de aprendizaje de los soldados, mantenerlos alerta durante más tiempo o mejorar su capacidad para tomar decisiones. Los agentes anticolinérgicos, por ejemplo, que ya son de utilidad en psiquiatría, podrían perfeccionarse para provocar ceguera temporal en el adversario. Sustancias similares al Botox, aplicadas en el rostro de los soldados, permitirían borrar cualquier rasgo emotivo y así engañar a detectores de expresión facial que también formarían parte del nuevo arsenal.
“Píldoras en vez de balas”, advierte el informe, “el concepto de tortura podrá alterarse por los productos de este mercado. Es posible que algún día se desarrolle la técnica para extraer información de un prisionero sin provocar efectos colaterales”.
De hecho, leer la mente de las personas ha sido un viejo deseo. Aunque prudentes al respecto, los expertos que elaboraron el informe no descartan que gracias a nuevas tecnologías y al conocimiento sobre cómo funciona nuestra mente, se pueda llegar al menos a discernir estados de ansiedad o miedo. En este camino, podría llegarse a leer la intención de personas para perpetrar actos terroristas o crímenes.
Nanotecnología
Pero una guerra de píldoras y sustancias que afecten el sistema neurológico de los combatientes implica el desarrollo de nuevos mecanismos para aplicar tales sustancias. Por esto se habla de bombas y minas farmacológicas que se activen liberando sustancias incapacitantes al contacto con los enemigos. También creen los expertos que el avance en nanotecnología permitirá derribar obstáculos biológicos. Microrrobots capaces de entrar al cuerpo y violar la “barrera hematoencefálica”, un perímetro natural que impide el paso de muchas sustancias al cerebro, abrirían la puerta para curar soldados con heridas neurológicas o para atacar al adversario.
Y en cuanto a robótica, informática y desarrollo de software, las apuestas de los neurocientíficos apuntan hacia máquinas cada vez más complejas, tanto como para simular algunas habilidades de la mente humana. Dice el informe: “Aunque es improbable en el corto plazo el acceso a sistemas de inteligencia artificial a bajo costo, tales sistemas potenciarían la capacidad ofensiva en la ciberguerra”.
Todas estas predicciones no son simples imaginerías. Parten de un estudio detallado de la dinámica interna del mercado de la salud mental, uno de los más activos en el sector médico. Al menos la mitad de los norteamericanos sufre de desorden mental en algún momento de sus vidas. Una cifra suficientemente estimulante para que la industria y los investigadores sigan escarbando en busca de nuevos fármacos e instrumentos que ayuden a aliviar a los pacientes. Este vigoroso mercado, que hoy se estima en unos 120 mil millones de dólares, es el mejor motor para avanzar en el conocimiento sobre el funcionamiento y la manera como interactúan los más de 100.000 millones de neuronas que conforman nuestros cerebros.
“El mercado de las armas cognitivas ya existe y hay una demanda creciente por parte de las agencias de los gobiernos. Existe un potencial para que estos productos desarrollados para el mercado de la salud se desvíen hacia un mercado de la degradación. Por ejemplo, usar la estimulación magnética transcraneal para provocar heridas”, anota el informe.
Pero si aún tiene dudas sobre la realidad de estos avances tecnológicos, vale la pena asomarse a lo que ya está sucediendo en laboratorios como el Berenson-Allen Center for Non-Invasive Brain Stimulation, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard. Investigaciones como las que adelanta Álvaro Pascual-Leone, director del instituto, ya dejan boquiabierto a cualquiera y son una ventana a lo que podría avecinarse.
Allí, Pascual-Leone adelanta estudios con una técnica conocida como estimulación magnética transcraneal. Aplicando un pulso magnético sobre determinada área del cerebro se activan neuronas y, por tanto, se tiene cierto control sobre estados de ánimo, habilidades cognitivas e incluso sobre el poder moral de decisión.
“Hemos demostrado que podemos cambiar el juicio de una persona bloqueando determinadas partes de su cerebro. Cosas que antes le parecían muy mal a una persona, pasan a resultarle indiferentes”, respondió Pascual-Leone en una reciente entrevista a periodistas del diario español El País. Estimulando una zona de la corteza cerebral de unos individuos lograron que aceptaran una oferta que antes del bombardeo de ondas a sus cerebros consideraban injusta e inapropiada.
Temiendo que otros países comiencen a arrebatar el liderazgo que hasta ahora Estados Unidos tiene en la investigación neurocientífica, el informe advierte que “a menos que los servicios de seguridad puedan monitorear el progreso internacional, podrían presentarse graves y catastróficos fallas en inteligencia militar”.
“Soldado avisado…”.
¿Control de la mente?
Milagros Pérez Oliva, periodista del diario español El País, publicó el mes pasado una entrevista con uno de los líderes en investigación del cerebro: Álvaro Pascual Leone, actual director del Berenson-Allen Center fon Non-Invasive Brain Stimulation. En este instituto, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, se adelantan estudios con uno de los más novedosos “juguetes” de los neurólogos: los dispositivos de estimulación magnética intracraneal. Se trata de una de las fronteras de la ciencia.
Al dirigir ondas electromagnéticas a un área particular del cerebro, se pueden estimular o bloquear las neuronas y por lo tanto manipular distintas funciones cerebrales.
Pascual Leone trabaja en esta rama de la neurología desde 1988. En un principio se concentraron en bloquear funciones concretas del cerebro. Por ejemplo, inhibir el área de Broca, la zona del cerebro que controla el habla. De un tiempo para acá, los trabajos se han hecho más complejos. El interés apunta ahora a modificar comportamientos entre los sujetos que participan en sus experimentos.
Detectores de mentiras
A lo largo de los últimos 100 años, la principal herramienta para develar si lo que dice un individuo es verdad o no ha sido el polígrafo. A partir de diferentes parámetros fisiológicos este aparato se acerca a la detección de mentiras sin ser 100% confiable. Al analizar la información sobre el futuro de los implementos para leer la mente, el comité consultado por la Agencia de Defensa e Inteligencia no se puso de acuerdo. Una parte de los expertos no cree que nuevos dispositivos para medir funciones cerebrales lleguen a superar la capacidad de los polígrafos. Otros, en especial quienes trabajan de cerca con técnicas como la resonancia magnética funcional y otras tecnologías existentes, son más optimistas y sospechan que el engaño podrá detectarse con más confiabilidad.x