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Del clóset al campus

Con fuertes campañas publicitarias, ciclos de cine rosa y propuestas de cátedras, los grupos de diversidad sexual conquistan las universidades.

Angélica Gallón Salazar
03 de septiembre de 2008 - 08:37 p. m.
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Estaban citados en la universidad a las 7:30 p.m. Había expectativa, siempre la hay cuando se trata de entrevistar y fotografiar a gays, lesbianas. El temor de que ninguno se presentara a la cita acordada o de que nadie quisiera dar la cara en la foto era mayor en este caso, porque todos eran jóvenes estudiantes de reconocidas universidades de la capital.

Pero todos llegaron. Todos hablaron. Todos posaron. El viejo recelo de hacer pública la identidad sexual dentro de un ambiente universitario parece estar dando tregua, o por lo menos tras de eso caminan estos jovencitos que lideran los grupos de diversidad sexual y LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales) de la Javeriana, los Andes, la Nacional, la Pedagógica y la Distrital, que desde el miércoles pasado han constituido un solo grupo bautizado REDES.

Unos más viejos que otros, la mayoría nacieron como grupos estudiantiles. Así como tradicionalmente los alumnos se agruparon en la universidad para articular la tuna, o como se juntaron los cuenteros y afrodescendientes, los estudiantes con tendencias sexuales diversas encontraron en la Ley 30, que avala la creación de grupos de participación en la universidad, un camino para empezar a hacer presencia.

“En tanto grupo estudiantil podemos usar los espacios y los recursos de la universidad y tenemos un lugar en la página web”, explica Andrés León, uno de los fundadores del Círculo LGBT uniandino, quien añade que “Infortunadamente la ley es tan clara que no pudimos saber la posición real de la universidad y afortunadamente la ley nos blindó y nos permitió montar el círculo sin trabas ni controversias”.

“Partimos del principio de una universidad abierta, libre, respetuosa de las tendencias y creencias. El Círculo LGBT es igual al resto de grupos estudiantiles”, replica María Cristina Hoyos, decana de estudiantes Universidad de los Andes, “no tenemos problema alguno siempre y cuando estén acordes a los valores de la universidad, este grupo es en especial muy activo, pero no hay que perder de vista que éstas son actividades complementarias a lo académico”.


Acción-reacción

Sin estar completamente seguros de que esto signifique un apoyo por parte de las instituciones, lo cierto es que el grupo Stone Wall, de la Javeriana, ha conseguido abrir un ciclo de cine rosa, el de la Pedagógica y la Nacional han logrado colar estas temáticas en las cátedras y los de los Andes han hecho fuertes campañas publicitarias.

 Así, en los primeros días de clase de este semestre, los alumnos uniandinos encontraron en las carteleras un mensaje muy contundente: Bienvenido a la universidad. El clóset es para la ropa y no para las personas.

“Lo que nosotros tratamos de hacer es  decirles a los estudiantes que  la diferencia en términos de LGBT entre el colegio y la universidad es sustancial”, dice Camilo Vargas, actual presidente del Círculo Uniandino, quien recordando el reciente caso del colegio que expulsó a dos de sus alumnas por manifestaciones explícitas de cariño, añade: “En un estudio realizado por la universidad se encontró que la violencia escolar por homofobia o violencia por identidad de género es de las más altas, y es que este tema no entra ni en el pénsum, ni en las clases de educación sexual, y el Ministerio apenas hace unos tímidos avances”.

Pero no hubo necesidad de explicaciones, los afiches ya no alarmaron a tantos, la campaña había estado precedida por otra en donde se presentaba una serie de fotografías de personas del mismo sexo besándose que profesaba “no estamos pintados”.

Así, entre rutinas de parciales, y lecturas de tediosas fotocopias, estos estudiantes han sacado tiempo para liderar una causa entre sus espacios académicos. Cuando se les pregunta por el sentido de todo esto, parecen tenerlo claro, “nos parecía inadmisible que siendo la Pedagógica, el único laboratorio de maestros del país, no existiera un grupo que pusiera el tema de la diversidad sexual en las cátedras”, explica Víctor Sánchez, del colectivo El Péndulo.

 A partir de su experiencia vital, estos jóvenes quieren allanar el camino a las generaciones futuras, “nosotros aún alcanzamos a padecer procesos de discriminación muy fuertes”, añade Edwar Hernández, del Grupo GAEDS- UN, mientras Luis Carlos Ángel, una de las cabezas detrás de Stone Wall, replica: “Aunque se oyen cosas como se ‘juntaron los maricas de la Javeriana’, son cada vez más los que se adscriben al grupo y muchos son heterosexuales, la causa de una sociedad diversa sexualmente nos incluye a todos”.


La gran matriz

 Con una organización jerárquica, unos estatutos claros y un creciente número de participantes, se hizo evidente el protagonismo de estos grupos en el espacio universitario. Entonces decidieron convocar a una gran reunión de la que resultó la decisión de institucionalizar un grupo interuniversidades.

El primer logro, uno de los más celebrados, fue conseguir unir a universidades públicas y privadas. El interés ahora se centra en “recuperar las tesis de grado que han trabajado el tema de diversidad sexual, la creación de una revista y servir de base para que más universidades cuenten con estos grupos”, explica Hernández, de la Nacional.

De forma inmediata se organizó una serie de foros y conferencias itinerantes que cada 15 días colorean de arco iris y se vuelven el emblema de diferentes y reconocidos auditorios como el Félix Restrepo, de la Javeriana, o el León de Greiff, de la Nacional.

Pero además de estas pequeñas conquistas, existe un proyecto de buscar personería jurídica y a largo plazo emitir una certificación REDES para las universidades que demuestren que tienen políticas de respeto e integración de esta comunidad, de tal forma que cuando un estudiante esté eligiendo una universidad decida por el pénsum, por su intensidad académica, pero además porque sea diversa.

Por lo pronto, mientras todos esos sueños se realizan, parece un paso agigantado ver que alrededor de los eventos que estos grupos organizan, parece normal que muchachitos jugueteen entre ellos y se vea una que otra mano impertinente de una chica sobre la pierna de otra.

Mientras tanto, parece un logro aún mayor que muchos miembros de estos grupos estudiantiles decidan mostrar su cara en un periódico sin temor a ser reprendidos por sus universidades, sin miedo alguno por lo que puedan decir sus compañeros de clase.

Por Angélica Gallón Salazar

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