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Acceso al agua potable, un derecho que consiguió a pulso una comunidad en Tumaco

El barrio El Morrito en Tumaco (Nariño) tiene cada vez mayor acceso al agua potable. La cooperación entre sus pobladores, la Cruz Roja de Colombia y la empresa de servicios públicos ha hecho que mejoren las condiciones para acceder al líquido.

Jhordan C. Rodríguez
27 de marzo de 2022 - 02:00 a. m.
La escasez de agua potable en el país es más notoria en territorios como en el Pacífico colombiano. En Tumaco (Nariño) existe un barrio, en donde el agua potable llegaba cada 15 días. Pero la comunidad cambió esa realidad.
La escasez de agua potable en el país es más notoria en territorios como en el Pacífico colombiano. En Tumaco (Nariño) existe un barrio, en donde el agua potable llegaba cada 15 días. Pero la comunidad cambió esa realidad.
Foto: El Espectador
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Para 2030, Colombia tiene la meta de que el 100 % del territorio nacional cuente con agua potable para el consumo de los habitantes, dando así cumplimiento al Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número seis, propuestos por la Organización de Naciones Unidas (ONU), el cual contempla el acceso a agua limpia y saneamiento. Aun así, los avances van a paso lento y, en muchos casos, los esfuerzos por conseguir que el líquido llegue a las zonas más apartadas del país son de los propios ciudadanos, sobre todo en territorios donde la escasez del líquido es más notoria como en el Pacífico colombiano. En Tumaco (Nariño) existe un barrio, en donde el agua potable llegaba cada 15 días. Allí, los vecinos construyeron un acueducto con sus propias manos, una red que hoy beneficia a más de 100 familias.

Ocurrió en el municipio de San Andrés de Tumaco, en donde está situado el barrio El Morrito. La idea se plasmó en el proyecto Resiliencia y salud para la infancia, que contó con la financiación de la Cruz Roja de Noruega, la ESP Aguas de Tumaco y la comunidad con la representación de la junta de acción comunal y el comité comunitario en salud. Entre toda la comunidad, ayuda de expertos en el tema, y el constante apoyo de la Cruz Roja Colombiana, se realizaron mesas de planeación, concertación y equipos de trabajo con voceros de todos los sectores. La decisión de involucrar a la comunidad no fue fortuita. De esta manera, explicaron voceros del proyecto, los mismos habitantes pudieron sentirse parte, no solo como beneficiarios, sino también como participes y ejecutores de este proceso.

La urgencia de tener agua potable era inaplazable. Tras una toma de muestras y análisis de resultados, la Cruz Roja encontró que la mala calidad del agua ha provocado en la población distintas enfermedades producidas por el consumo del líquido sin el debido procesamiento, poniendo en especial riesgo a niños y niñas. Según cifras de la organización, el 35 % de los menores que viven allí han desarrollado enfermedades de origen hídrico, las cuales afectan su desarrollo y crecimiento. La enfermera Eliana Parra, de la Cruz Roja, relató que, en muchos casos, los pobladores aprovechaban el agua lluvia para consumirla y que ese no era los peores casos: “Hay sectores en los que toca ir en canoa y llevar canecas y por cada una pagar $500”. Y ni esos viajes garantizaban que el líquido estuviera apto para el consumo.

Por eso, la comunidad se apropió del proyecto, “se fortaleció el tejido social y acciones encaminadas a mejorar la resiliencia de estas comunidades”, explicaron. Fue un trabajo en total sincronía. La Cruz Roja Colombiana compró todos los suministros como materiales y accesorios. Aguas de Tumaco E.S.P hizo la tarea de interventoría en la asistencia técnica para garantizar el correcto funcionamiento de las tuberías y llaves y que la construcción siguiera los pasos adecuados. Y la comunidad, por supuesto, aportó la mano de obra por medio de grupos de trabajo comunitario. Además, hizo un compromiso público para cuidar y mantener la obra.

El resultado fue inmenso: instalaron 900 metros de tubería, con sus respectivos accesorios hidráulicos. Esto significa que ahora, por esos tubos, transita el agua que llega a unas 130 familias “que nunca habían tenido ese servicio”. Para muchos habitantes de la comunidad, es todo un privilegio contar con el sistema construido con sus propias manos. Según Eliana Parra, quien ha acompañado el desarrollo de proyectos en varias partes del país que aún no cuentan con agua potable, el caso de Tumaco es particularmente difícil porque se trata de un territorio que ha sido golpeado por el conflicto armado y que, por sus condiciones geográficas, complica aún más la obtención de este recurso.

Aunque el avance en el barrio El Morrito servirá de ejemplo para otros sectores de la ciudad, todavía falta conectar al 40 % del resto de la población a este acueducto comunitario. Alex Angulo, líder del barrio El Morrito, habló con El Espectador y confirmó que aún hace falta trabajo, pero exaltó la ayuda de la Cruz Roja. “Con la comunidad hicimos un trabajo de ir organizando, y una vez se armaron los proyectos con ellos y Aguas de Tumaco pudimos llegar a los sectores donde realmente lo necesitaban porque en muchos no tenían ni siquiera las tuberías”, agregó Angulo.

Además de ampliar su red de tuberías, el proyecto quiere ser la primera piedra de un largo camino en el que otros barrios de la ciudad tomen como ejemplo el caso de El Morrito y logren conectar sus casas a una red de agua potable. Una meta que el Estado debe cumplir para el 2023, pero que en zonas como Tumaco, se logra con el trabajo de organizaciones humanitarias y con la unión de la comunidad.

Por Jhordan C. Rodríguez

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