Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En vez de escudos, flechas y propulsores, un grupo de siete “superhumanos” se ponen trajes quirúrgicos, cofias, tapabocas y guantes de látex. No para salvar a la humanidad del golpe de un asteroide, por el contrario, para sanar el mundo de adentro hacia afuera, reparando corazones rotos, específicamente el de mascotas.
Esta liga fue convocada por María Adelaida Mejía, especialista del Centro de Veterinaria y Zootecnia (CVZ) de la Universidad CES, y que también integran profesionales de la misma institución, entre neurocirujanos, cardiólogos, electrofisiólogos, capaces de asumir un único reto: poner por primera vez en Colombia un marcapasos a un gato.
Se trata de Romeo, un gato de raza Maine coon, que para ese entonces tenía 10 años y se “reiniciaba” cerca de cada dos horas. “La primera vez que se desmayó fue a las 5 a.m. Yo le di su desayuno y cuando se subió al mesón de la cocina para comer, se desmayó y cayó al suelo”, dijo Clara Palacio, recordando aquel suceso del 2019.
De inmediato, llevó al felino a un veterinario y lo remitieron con Pablo Carvajal, cardiólogo veterinario, quien le diagnosticó un bloqueo cardíaco. Luego, la mascota empezó a desvanecerse con mayor frecuencia, así que la mejor decisión fue llevarla al consultorio de María Adelaida para analizar su problema auroventricular, que interrumpía los impulsos eléctricos de una parte del corazón.
Se optó por un tratamiento con el que pudiera tener calidad de vida. Sin embargo, luego de intentarlo y muy cerca al 24 de diciembre, Romeo entró en una crisis en la que se desmayaba a cada minuto y como un último esfuerzo, la experta dio sus consejos. “Yo me reuní con sus tutores, les dije que estaba muy mal y existía la opción de poner un medicamento nuevo, para regular los síncopes (y que estos fueran más espaciados) o la eutanasia”, contó Mejía.
“Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”
La cuidadora del peludo estuvo dispuesta a suministrarle fármacos. De este modo, se ganó la batalla, aunque no la guerra, pues el gato se estabilizó por un tiempo y mostró señales de mejoría, pero volvió a recaer.
El conocimiento y la osadía fueron las herramientas que tenían los veterinarios. Por eso, entre sus tutores y quienes se ocuparon de su salud surgió la idea de implantar un marcapasos. Algo que se hace en otros países, como Estados Unidos, Argentina, pero nunca en Colombia.
En este panorama se juntaron todos los poderes, es decir, veterinarios y doctores en medicina humana, para evaluar el procedimiento y cómo hacerlo exitoso. Además, la maquinaria que se iba a implantar en el corazón del gato, producto de una donación hecha por una persona fallecida, y la voluntad de la familia Palacio por salvar la vida de su mascota.
“Nos reunimos, nos tomamos tiempo para planificar la intervención quirúrgica y creamos dos o tres planes para estar listos en caso de alguna complicación. Porque a pesar de que el procedimiento es sencillo, ya que es abrir un tórax, sabíamos que la implantación podía ser el mayor riesgo”, comentó Juan Pablo Villegas, el veterinario y cirujano.
Pero ¿por qué esmerarse tanto, si lo normal es aplicarle la eutanasia al animal? Para Palacio la respuesta es muy simple. Le basta con recordar esa llamada en la que le informaron que los recursos estaban agotados y que lo próximo era ponerle la inyección letal a su peludo, antes de que apareciera la idea del marcapasos.
Con lágrimas, tomó los juguetes y la cobija de su mascota, pero sin perder la esperanza. Una vez en las instalaciones del CES, vio los ojos del felino y notó sus ganas de vivir. “Tenía un problema eléctrico, de resto era un gato entero y por eso hicimos hasta lo imposible por sacarlo adelante”, agregó su dueña.
Se puede lograr demasiado con solo proponérselo
Llegó el 24 de enero de 2020 (día de la operación). Los siete especialistas entraron al quirófano para librar una pelea contra una falla cardíaca, que les tomó cerca de tres horas.
Y aunque en una persona, puede ser un procedimiento menor, para un animal es riesgoso, ya que “los humanos contamos con sistema de salud que permite el uso de equipos para implantarlos sin necesidad de una cirugía grande, incluso, sin heridas y puede ser ambulatoria. Pero para los animalitos no hay equipos, entonces toca hacer algo más invasivo”, explicó Juan Carlos Díaz, electrofisiólogo del CES.
Sin complicaciones se realizó la cirugía en el tórax: implantaron el marcapasos en el epicardio, parte externa del corazón; luego, se pusieron electrodos, que son conductores eléctricos, para estructurar el ventrículo y al final se agregó la batería. Por último, se programó el dispositivo para que siguiera la frecuencia cardíaca del animal. Aquí fueron necesarias las manos de Díaz para configurar las mediciones adecuadas y conseguir que todo funcionara a la perfección.
Al terminar la operación, la vida de Romeo estaba garantizada. Lo que vino a continuación fueron antibióticos, analgésicos, antiinflamatorios y todo lo requerido para manejar el dolor.
La pelea contra una falla cardiaca
Después de Romeo, en el CES se han implantado dos marcapasos en perros (Candy y Vincent). No obstante, esto ha implicado mejorar la técnica, “porque al principio el cirujano veterinario no sabía muy bien del proceso, pero ahora sabe dónde se implantan los electrodos, que se puede esperar, y el equipo ya entra más seguro de lo que va a ser”, contó Mejía.
De cualquier forma, estas operaciones, más que un logro profesional para cada uno de los integrantes, es una puerta para que más animales pasen a través de ella y tengan alternativas, diferentes de la eutanasia o las medicinas.
“Es la sumatoria de los procedimientos no convencionales que venimos haciendo en el CES y ha sido exitoso, no porque fue un proyecto personal, sino colectivo. De todas formas, para uno es un orgullo hacer parte”, dijo Villegas.
Ahora, lo que une a los especialistas en bienestar animal es trabajar para que se realicen procedimientos complicados sin usar tantos profesionales, material intelectual y que sea alcanzable para más pacientes. Asimismo, solucionar el problema de los costos. De acuerdo con lo que informó Díaz, hay doctores que no cobraron sus honorarios, porque entienden que las mascotas no tienen un sistema de salud que los respalde y el costo comercial del marcapasos es de casi $9′000.000. “Se hace más por la emoción y las ganas de ayudar”, agregó Díaz.
El implante del marcapasos de Romeo no hubiese sido posible sin el trabajo y aporte intelectual de héroes de la cotidianidad, en este caso de: Juan Pablo Villegas, María Adelaida Mejía, Karim Piñerua, David García, Luis Andrés Vélez, Juan Carlos Díaz y Jorge Marín.
🐾 ¿Quiere estar al día y conocer las últimas noticias sobre el mundo animal? Lo invitamos a verlas en La Red Zoocial. 🐶🐱 Además, si tiene alguna historia o está interesado en contar la suya con su mascota, puede escribirnos a laredzoocial@elespectador.com