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La vida de Yu Takeuchi cambiaría para siempre el día en que un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores tocó su puerta para indicarle que tenía que viajar de inmediato a Colombia, un país literalmente al otro lado del mundo y del que tan sólo tenía vagas referencias. Y aunque no sabía cómo se había metido en semejante embrollo, el funcionario le recordó que un año atrás se había inscrito en el primer programa de intercambio cultural con el país suramericano, suceso que no tuvo mayor repercusión de inmediato.
Pese a que había logrado una estabilidad económica y era profesor de la Universidad Estatal de Ibaraki, decidió embarcarse en la aventura, siguiendo los impulsos de su corazón. “Mi papá siempre fue muy aventurero”, anotó Caori Takeuchi, una de los tres hijos del maestro, ingeniera civil y profesora de la Universidad Nacional.
En 1959 salió de Japón rumbo a Colombia con tan sólo US$50 en el bolsillo y sin saber hablar español. Estuvo embarcado en precarias condiciones por cuarenta y dos días, hasta que llegó al puerto de Buenaventura.
Los días y las noches que pasó a punta de vela los aprovechó intensamente para aprender las primeras palabras del castellano, lengua que usaría durante el resto de su vida, ya que, como le contó Caori Takeuchi a este diario, fueron pocas las veces que volvió a hablar japonés, ni siquiera en su casa.
Fue así como inició una relación intensa y apasionada con el país. Aunque era físico de formación, se destacó brillantemente en las matemáticas. Se vinculó como profesor de dedicación exclusiva de la Universidad Nacional impartiendo el curso de análisis vectorial e hizo parte de la primera promoción de la Maestría en Ciencias con Especialidad Matemática en la Universidad Nacional de Colombia en 1972.
Pero ¿por qué se quedó en el país? Una entrevista realizada en 1989 y que apareció en la revista Matemáticas: Enseñanza Universitaria dejaría ver su capacidad analítica no sólo en el campo de las ciencias naturales sino de la sociedad misma. Se quedó porque, sencillamente, la sociedad colombiana de los años sesenta y setenta le ofrecía una mayor capacidad de movilidad social que su país, que el fortalecimiento de los sistemas educativos universitarios sería uno de los mayores impulsores de la meritocracia y de una mayor justicia social.
“Japón es un país demasiado disciplinado, muy tradicionalista. Por ejemplo, una persona que se gradúa de una buena universidad tiene su vida totalmente asegurada. Hay una rosca de universidades. (…) si entran en una compañía, o un ministerio, egresados de primera categoría y egresados de segunda categoría, el egresado de primera categoría tiene garantizado que subirá hasta la directiva. El egresado de segunda categoría tiene garantizado que no llegará a la directiva. El egresado de tercera categoría tiene garantizado que permanecerá abajo durante toda su vida (….) a mí me gusta el desorden”, respondió Yu Takeuchi.
Para uno de sus discípulos y uno de sus mejores amigos, Iván Castro Chadid, quien se ha encargado de rescatar su obra, Takeuchi buscó sacar las matemáticas de sus espacios comunes tratando de hacerlas más accesibles y publicando libros que él mismo financiaba, editaba y en muchos casos imprimía.
Su hija recuerda que no fueron pocas las veces que en su niñez ayudó a su padre junto con sus hermanos a imprimir y ensamblar los libros en el comedor. “Eran largas jornadas donde no sólo se probaba la pasión de mi padre sino la unidad de la familia”.
Recibió varios reconocimientos y uno de los más valiosos fue, según su hija, la nacionalidad colombiana.
Sus últimos días los pasó en compañía de su familia, siempre atento a los cambios de la realidad social rural, porque “le gustaba mucho el campo, y recorrer las zonas rurales del país por tierra era su pasatiempo favorito, junto a cocinar”, anota Caori Takeuchi.
La obra del profesor japonés ha dejado profunda huella en sus discípulos, entre ellos Ignacio Mantilla Prada, actual rector de la Universidad Nacional.
“Cuando ingresé al Departamento de Matemáticas, la mayor parte de los libros con que se enseñaba venían en inglés. Takeuchi se encargó de generar ediciones a bajo costo y los regalaba. Él fue mi director de tesis”, anotó Mantilla Prada.