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Cuando alguien abre la página principal de Sooam Biotech Research Foundation, lo primero que aparece es un letrero azul grande de advertencia. La frase principal indica que luego de que su perro haya fallecido, NO (así, en mayúsculas) lo vaya a poner en el congelador. Solo debe seguir pacientemente estos pasos: primero, envolver su cuerpo en unas toallas húmedas y, segundo, ponerlo en la nevera (no en el congelador –repiten-) para conservarlo frío. La idea es que, máximo, en los cinco días siguientes se extraigan de forma segura las células vivas del animal. Si sigue cuidadosamente esas instrucciones, ellos se encargarán de hacer el resto de la tarea: clonar a su perro.
La promoción de esa técnica es hecha por este laboratorio desde 2009, cuando lograron clonar un labrador que falleció once años después. Desde entonces, la han ofrecido de manera comercial esquivando un sinfín de polémicas. En total, de acuerdo a las cifras de Soam Biotech, en sus instalaciones han nacido unos 200 cachorros. El último fue Dylan, un bóxer que murió a finales de 2015 por un tumor cerebral.
Justamente este canino volvió a avivar el debate sobre la clonación. Según el laboratorio, lograron, por primera vez, obtener células doce días después de la muerte del animal. Con ellas consiguieron dos cachorros. ¿El costo? Alrededor de 80.000 euros (unos 280 millones de pesos).
En palabras simples lo que hace el equipo de científicos, que aseguran tener un éxito del 40%, es extraer el núcleo de los óvulos de una perra donante y fusionarlos luego con el ADN del perro que se quiere clonar. Luego, el embrión se implanta en el útero. El resto es cuestión de paciencia.
“Los cachorros clonados son físicamente idénticos a los perros donantes pero si el donante tiene un patrón del pelaje particular, puede que difiera”, le dijo David Kim, investigador de Sooam Biotech al diario El Mundo de España.
Y aunque Woo-Suk Hwang, director del laboratorio, ha asegurado en varias ocasiones que la esperanza de vida de sus perros clonados no difiere de la de una mascota normal, para algunos expertos hay ciertas complicaciones que no se pueden dejar de lado. “Uno espera que un animal clonado tenga más problemas. A veces son cosas que se aprecian bien, como una displasia, alteraciones digestivas, malformaciones de desarrollo, muerte súbita. Pero también podrían ser otras más sutiles como una falta de resistencia a parasitosis o enfermedades infecciosas”, le explicó a El Mundo Javier Cañón, catedrático de genética de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense.
Pero la controversia va mucho más allá de las implicaciones pueda o no tener esta técnica. El solo nombre de Woo-Suk Hwang es polémico al interior de la comunidad científica. Surcoreano y líder en la investigación de células madre, fue el artífice de uno de los engaños más recordados: en marzo de 2004 anunció, con publicación en la prestigiosa revista Science, la primera clonación de un embrión humano. Entonces, aseguraba que la eficacia que había logrado podría convertirse en la posible cura de enfermedades degenerativas como el párkinson o la diabetes. Por esa noticia, incluso, fue calificado como un héroe nacional y el gobierno de su país le dio varios millones de dólares para que pudiera continuar con su investigación.
Sin embargo, un año después algunos colegas lo acusaron de haber utilizado células falsas y un comité científico entró a estudiar en detalle qué había sucedido. Sus hallazgos: Woo-Suk Hwang había usado datos falsos, había simulado pruebas y, peor aún, la mayor parte del comité genético no coincidía con el ADN del donante. Todo era una farsa.