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“La prostitución es una forma de violencia”

Hablamos en Francia con Rosen Hicher, exprostituta y ahora líder de un movimiento contra el oficio más antiguo del mundo.

Zulma Ramírez - Sol Camacho - Olga L. González * / Especial para El Espectador
04 de enero de 2015 - 02:00 a. m.
Rosen Hicher comenzó una caminata el 3 de septiembre de 2014 en el último lugar donde se prostituyó y desde allí recorrió todas las ciudades en las que trabajó.   / Archivo particular
Rosen Hicher comenzó una caminata el 3 de septiembre de 2014 en el último lugar donde se prostituyó y desde allí recorrió todas las ciudades en las que trabajó. / Archivo particular
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Rosen Hicher se ha convertido en una figura en Francia. Después de haber ejercido la prostitución durante más de 20 años, y luego de una toma de conciencia progresiva y difícil, hoy milita abiertamente para que la prostitución sea considerada como una forma de violencia.

Usted hizo recientemente una caminata de 800 kilómetros. ¿Por qué ese recorrido?

Comencé la caminata el 3 de septiembre en el último lugar donde me prostituí y desde allí recorrí todas las ciudades en las que me prostituí hasta llegar al primer lugar, al primer cliente, porque es él quien nos convierte en una prostituta. Desde el momento en que se ha tenido un cliente, se es prostituta de por vida.

Durante los 22 años que viví en la prostitución, no entendía que estaba siendo violentada, viviendo en la violencia, porque cada cliente es una violación, le permitimos que nos viole. Llegó un momento en el que se me hizo insoportable que se nos dijera que como mujeres “ahí tienen esa forma de subsistencia, ese medio para vivir y para comer”.

La caminata fue también una forma abrir el debate y para que otras mujeres se pongan de pie y tomen la palabra para decir la verdad. Yo quería que otras prostitutas nos contaran lo que vivieron porque siempre escuchamos las mismas voces, las mismas personas que nos dicen que la prostitución es buena… Y es que cuando se está adentro, no se es consciente de lo que se está viviendo.

¿Encontró otras voces solidarias?

Encontré voces de apoyo, otras prostitutas que vinieron a caminar conmigo. Es cierto que me ha sorprendido recibir tantas llamadas de mujeres diciendo “Sí, la prostitución es una forma de violencia, ¿pero cómo podemos hacer para salir de ahí?”. La solución no consiste en darle derechos a las prostitutas, hay que encontrar maneras de ayudarlas a salir de la prostitución.

Si no le molesta, ¿podría contarnos cómo llegó a la prostitución?

Llegué a la prostitución en marzo de 1988. Acababa de perder mi empleo y buscando en los anuncios encontré una propuesta de trabajo en un bar, a donde me presenté. Fue como reproducir algo que siempre había vivido, algo que no era en absoluto desconocido para mí. La primera prostituta que conocí me dijo: “Parece que hubieras hecho esto toda tu vida”. ¿Por qué daba yo esa impresión? Hasta entonces yo había trabajado en electrónica, estaba casada, ¡era madre de familia! Esa frase me dio vueltas todos los días durante 22 años. Así que me puse a escarbar en mi pasado y me di cuenta de que, en efecto, había estado en esa situación toda mi vida: fui abusada siendo muy joven, a los 16 años, por un amigo de mi padre; yo vivía con un padre alcohólico, así que había sido formateada desde muy temprana edad para ser prostituta. Cuando caí en la prostitución, no fue algo desconocido, puesto que la violación era algo ya vivido y considerado como un tratamiento natural y eso es grave porque el venderse no tiene nada de natural.

¿Cree usted que este es un recorrido frecuente?

Durante 22 años conocí a muchas prostitutas. Cuando empecé a contactar asociaciones me di cuenta de que conocían aún más mujeres, y lo que me contaban me recordaba lo que me habían contado otras compañeras sobre sus vidas: prácticamente todas habían sido víctimas de violaciones, abusos, violencia doméstica, violencia familiar, violencia y alcoholismo de los padres; estos testimonios conciernen a un 98% de las prostitutas.

¿En qué momento usted es consciente de que la prostitución es una violencia?

Siempre supe que era algo anormal, que prostituirse no era normal. Me hacía falta entender cómo había caído en la prostitución para lograr reconocer que se trataba realmente de una violencia y así buscar maneras para salir de ella. En ese entonces estaba viviendo con un hombre extremadamente violento, así que las dos situaciones a las que me enfrentaba eran violentas: violencia doméstica y prostitución.

En ese momento era mas fácil prostituirme que soportar la violencia doméstica que me infligía un hombre del cual me sentía apasionadamente enamorada y entonces me dije “Voy a tener que dejar a alguno de los dos” y me separé de mi marido, cosa que me liberó la mente. Eso fue en 1998, tras 11 años de prostitución. Y luego, poco a poco me di cuenta de que aun estaba viviendo en la violencia, pero tuve que entender que esa violencia cotidiana era la prostitución y tenía que suprimirla. Ya había eliminado una, me faltaba la otra.

¿Y cuánto tiempo le tomó lograrlo?

Diez años. Fue toda una carrera de obstáculos, ya que no sólo tuve que entender por qué caí ahí, qué me había llevado a esto, sino que también tuve que cuestionarme cómo iba a vivir sin la prostitución, sin el dinero de la prostitución.

El dinero se vuelve una droga, es la única cosa que hace que uno continúe en esto. Me tomó unos 6 o 7 años entender las razones de mi caída en la prostitución y el resto del tiempo lo dediqué a buscar cómo iba a salir de allí. Esto ocurrió de un momento a otro. Para mí fue como una cura, una toma de conciencia de la violencia que vivía en mi cuerpo, que había experimentado en mi vida como mujer, vivido en mi carne… Porque no es fácil, y en un momento fue como una pequeña luz que se encendió allí y dije “¡No más!” y esto fue definitivo.

¿Tenía usted la impresión, estando en la prostitución, de que esas relaciones eran consentidas?

Cuando yo estaba en la prostitución, sí, yo consentía, para mí era parte de mi libertad, de mis derechos como mujer que podía disponer de mi cuerpo, eso no era asunto de nadie, así que no entendía por qué querían prohibírnoslo.

Ya afuera, nos damos cuenta de que en realidad necesitamos protección. Necesitamos que se nos informe y se nos proteja, ya que tenemos que lograr entender que se trata de un grave abuso, son violaciones. Una vez afuera se produce lo que yo llamo una revelación.

¿En qué sentido se sentía libre?

Era mi cuerpo, y con mi cuerpo yo estaba haciendo lo que quería. Pero una cosa es cierta: si yo estaba haciendo lo que quería con mi cuerpo, los hombres que venían a comprarme no tenían por qué hacer lo que quisieran con mi cuerpo. Así que puede ser una libertad para una mujer, pero los hombres no deberían tener la libertad de comprar el cuerpo de una mujer.

¿Cree que es posible salir de la prostitución?

Yo lo logré, luego es posible. Es un proceso largo, hay que empoderar a las mujeres para que lo logren. Esto significa mucho para muchas mujeres. Tienen que ser capaces de tomar conciencia de que cuando entraron en la prostitución habían sido víctimas de la violencia, así que hay que curar estas primeras violencias para sanar las otras, para sanar los actos de violencia que es el ejercicio de la prostitución en contra de las mujeres.

¿Qué puede hacer el Estado?

El Estado puede hacer mucho, empezando por prohibir la compra: una mujer no está en venta, un cuerpo no se puede comprar; hay que poner en obra un arsenal de recursos, de capacitación, de apoyo y ayuda. Es esencial que los profesionales sean conscientes de que una mujer prostituta es víctima en todos los sentidos de la palabra “violencia”, por lo que primero deben tomarse un tiempo para descansar, necesitan un período, yo pienso que hay que aislarse un tiempo. Y luego proporcionarles a estas mujeres medios y avanzar de una manera diferente en sus vidas porque la salida de la prostitución genera mucho miedo.

¿Usted recibió apoyo de asociaciones?

Me informé en muchas asociaciones y después hice un gran trabajo personal para entender mis razones y para reflexionar sobre cómo iba a salir y para saber cómo iba a sobrevivir luego. Y entonces todo ocurrió relativamente rápido, de un día para otro.

Ahora vamos a leerle algunas frases que de una feminista colombiana, Mar Candela. Ella afirma: “La prostitución es un trabajo tan digno como cualquier otro”.

¿Qué opina usted?

En primer lugar, no es un trabajo. En la prostitución no hay ninguna dignidad, nadie nos respeta, todas ocultamos nuestra prostitución, por eso no es digno, nunca será un trabajo. 

También afirma que “La prostitución es el ejercicio de nuestra sexualidad”.

¿El ejercicio de nuestra sexualidad? ¿Querrá usted decir la de los hombres? La prostituta no tiene sexualidad, ¡la prostituta se aguanta! Ella acepta sólo porque hay dinero, de lo contrario no lo haría.

Dice Mar Candela que no existe una relación entre el tráfico de personas y la prostitución.

Hay una gran cantidad de tráfico de personas. Por eso yo digo a menudo: si se están importando mujeres de países extranjeros, es porque hay demanda. Y si hay demanda, es porque todavía se autoriza la prostitución. El día en que no haya más demanda no habrá más venta ni importación de mujeres. Un cliente quiere una mujer blanca hoy, mañana una mujer negra, después una asiática… y para renovar la mercancía se tiene que ir lejos a encontrar a otras mujeres. Y estas mujeres son forzadas a menudo a venir bajo promesas como “Vas a convertirte en una modelo, vas a tener trabajo como camarera, etc.”, y luego se convierten en prostitutas.

Ella también dice que “Las putas hoy deciden”.

Debo decir una cosa: la prostitución, hoy, es igual que ayer. Estamos aquí para satisfacer los deseos sexuales de nuestros machos. Cuando un cliente viene con un billete de €100 y nos pide sodomía, sexo oral o golpearnos, aceptamos, pero no deseamos. Nunca se elige a un cliente, los clientes nos eligen. Yo nunca elegí a mis clientes, el cliente siempre me elegía, siempre es él quien decide y es él quien pide. No se puede decir “No”, porque si se dice no, no hay dinero. Si le dijéramos “no” a uno, les diríamos “no” a todos. Porque, de hecho, el día que empezamos decir “no” a un cliente es que hemos empezado a darnos cuenta de que lo que él pide no es normal… ¡y todos los clientes nos piden cosas anormales! Yo pasé por ese proceso, empecé a decir “no” a algunos, me tomó 2 o 3 años, pero tres años después de haber empezado a decir “no” a algunos, empecé a decirles “no” a todos. Es el proceso de toma de conciencia de la dominación en la que se vive, y es el comienzo de la curación.

En Europa, el 90% de las mujeres que ejercen la prostitución son inmigrantes, ¿sabe algo acerca de estas mujeres?

Yo empecé a prostituirme en 1988. En ese entonces había 80% de francesas y 20% de migrantes. Cuando dejé la prostitución, en 2009, había 90% de inmigrantes y 10% de francesas. Se están importando muchas mujeres de Nigeria a Francia. Mujeres que nunca tuvieron identidad, niñas que nacieron sin identidad.

Hay una gran cantidad de mujeres jóvenes de Europa del Este que se mantienen en la prostitución porque han secuestrado a sus hijos o porque han amenazado a sus familias, porque les quitan sus papeles y a menudo tienen papeles falsos, esto ocurre en Francia y en todo el mundo. Y aun así, se condena a la prostituta en lugar de ayudarla. En mi país se dice que es una víctima, pero es una víctima a la que se le condena.

 

* Integrantes del grupo Aquelarre. 

Por Zulma Ramírez - Sol Camacho - Olga L. González * / Especial para El Espectador

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