¿Sabe qué está metiendo cuando se droga?

Estudio revela que adictos y curiosos no saben a ciencia cierta los componentes de lo que están consumiendo. El producto que obtienen es el resultado de una larga cadena, que tendría que hacerlos dudar de su pureza y efectos.

Felipe García Altamar / fgarcia@elespectador.com / @FelipeAltamar
13 de abril de 2016 - 08:39 p. m.
Archivo El Espectador. / Archivo El Espectador.
Archivo El Espectador. / Archivo El Espectador.

Independiente de si consume drogas a diario, en cada fiesta o una vez al año ¿sabe realmente qué es lo que está metiendo? Así produzcan los mismos efectos, incluso en ocasiones más intensos, duraderos o estimulantes, los riesgos que están corriendo los consumidores de estupefacientes en Bogotá son altos, por algo simple: la falta de información sobre los componentes, adulteraciones y suplantaciones que los ‘‘dealers’’ o jíbaros realizan a sus productos para obtener mayores utilidades de su negocio ilegal.

Esta es una de las alertas que lanza la Corporación Acción Técnica Social (ATS) de Bogotá. ATS es una ONG de Colombia que desde 2008 ha buscado reformar las políticas en cuanto al consumo de sustancias psicoactivas, por medio de diferentes estrategias. Uno de sus principales proyectos es ‘‘Échele cabeza cuando se dé en la cabeza’’, que se caracteriza por informar a los consumidores, buscando mitigar los riesgos de las sustancias y proponiendo un control en la comercialización (no una legalización).

No más tabú. No más prohibicionismo. Estos dos factores han sido, según ATS, el impedimento para que Colombia se dé un verdadero debate para conocer las implicaciones reales del consumo de drogas en cuanto a salud pública y seguridad y, asimismo, para que los adictos conozcan qué están consumiendo y las consecuencias sobre su estabilidad emocional, física, social y familiar.

Con la primera entrega de su reciente trabajo investigativo ‘‘Drogas en espacios de fiesta y calle’’, el colectivo analizó el tipo de marihuana, drogas de síntesis, cocaína y bazuco que se consume en Bogotá. La revelación de este primer corte de la investigación se presenta días antes de iniciarse en Nueva York la Sesión Especial de la Asamblea General de la ONU sobre drogas (Ungass2016), convocada en septiembre de 2012 por Colombia, México y Guatemala, encuentro que busca una reforma en las políticas de drogas.

Marihuana: más adictiva, menos medicinal

Por primera vez las muestras que se analizaron corresponden a la hierba que llega al consumidor, eslabón final de la cadena de siembra, producción, traslado y distribución. Antes, los estudios fueron con droga incautada por la Policía o en encuestas. En la recolección obtuvieron 44 muestras, que fueron discriminadas en tres grupos: 25 ejemplares de ‘‘cripa’’, 12 de ‘‘regular’’ y 7 de ‘‘cafuche’’. Todas fueron analizadas en el Departamento de Farmacia de la U. Nacional.

Los resultados indican que la marihuana que se consume en Bogotá es alta (de 5.13% a 20.5%) en contenido de Tetrahidrocannabinol (THC), principal constituyente psicoactivo, y muy baja (0.71% a 4.14%) en Cannabidiol (CBD), componente antinflamatorio, ansiolítico, neuroprotector y, en teoría, la parte medicinal de la planta, que contrarresta los efectos del THC cuando el consumo es recreativo.

El peligro que esto representa en la salud pública es que un alto componente de THC es más riesgoso a largo plazo, cuando el consumo es frecuente, si no hay una cantidad de CBD que contrarreste dichos efectos, ocasionando daños irreversibles en la memoria, la concentración y otras acciones motrices. Para ATS, una marihuana con un contenido aproximado de 5% de THC y de 4% de CBD sería la menos riesgosa para el consumidor. Estas cifras, en la hierba que se consume en Bogotá, solo puede encontrarse en la ‘‘regular’’.

Drogas de síntesis (LSD y Éxtasis) adulteradas

Para realizar el análisis de estas sustancias, ATS visitó dos grandes festivales que se realizaron este año en la ciudad: el Estéreo Picnic y Radikal Styles. ‘‘La demanda de estas sustancias es grande e incrementa en un ritmo significativo. La sustancia ‘estrella’ de consumidores de sintéticos es el éxtasis’’, dice Julián Molina, químico farmacéutico y coordinador del servicio de análisis de ATS.

En la toma de muestras se detectó la suplantación y adulteración que hacen de esta droga, a la que le agregan metanfetaminas, anfetaminas, metilona, catinona y cafeína. De 203 muestras analizadas 60 estaban adulteradas.

En cuanto al LSD, aunque muchos creen estar consumiéndola, realmente están metiendo otra cosa. Según el estudio, esta droga es suplantada con una sustancia llamada N-bome, una feniletilamina psicodélica que, aunque produce efectos similares que el LSD, también se le asocia cuadros de paranoia, inseguridad e intoxicación. A este producto se le atribuyen varias muertes en EE.UU. y Europa.

Cocaína: 50% impura

Los casos más graves. Específicamente la cocaína, para ATS, es la piedra angular del debate sobre drogas y el principal problema del posconflicto en el país, motivo por el que la ONG buscará en Nueva York hacer un llamado para que inicien debates de fondo al respecto. En cuanto al consumo en Bogotá, esta sustancia es la más adulterada, ocasionando que la pureza de la cocaína que consumen en la capital oscile en un rango entre el 25% y el 50%. De resto, es modificada con sustancias como cafeína, fenacetina, levamisol y anestésicos, sustancias que con un consumo intenso generan rápida dependencia psicológica y física, además de la necesidad en la persona de incrementar las dosis para volver a sentir los efectos iniciales.

Bazuco: ojo con la pipa

El bazuco, cuyo consumo siempre está acompañado por otras sustancias, tiene un promedio de 63.1% de cocaína. Al respecto, el químico farmacéutico de ATS indica que ‘‘tanto usuarios como gente del común tienen la noción de que el bazuco es basura, pero la composición es parecida a la cocaína, que no tiene ese mismo estigma”. Con esto, el colectivo rompe el mito de que el bazuco no es más que las sobras de la producción de la cocaína, pues afirman que en sus análisis no han encontrado presencia de sustancias como hueso, polvo de ladrillo o talco.

No obstante, del bazuco hay un riesgo mucho mayor: las pipas que usan para su consumo. La fabricación artesanal no tiene en cuenta los materiales con que la realizan. Por eso, muchas veces el plástico, caucho o aluminio presentes en las improvisadas pipas, tiene niveles de toxicidad mucho mayores que la misma sustancia.

En este punto, ATS resalta las estrategias implementadas en los CAMAD. No obstante, con el cambio de administración aún no se ha definido cuál será el futuro de esta estrategia que promovió la pasada administración. 

Por Felipe García Altamar / fgarcia@elespectador.com / @FelipeAltamar

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar