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Las pruebas que desmienten a la rectora Castillo por caso Sergio Urrego

Testimonios de estudiantes y profesoras, además de cartas en poder de la Fiscalía, aseguran que sí hubo discriminación homofóbica y falsa denuncia.

Natalia Herrera Durán
04 de agosto de 2015 - 10:11 p. m.

Hace un año, el 5 de agosto de 2014, Sergio Urrego, de 16 años, falleció en la Clínica Shaio de muerte cerebral. Se había lanzado de la terraza del centro comercial Titán Plaza, en el noroccidente de Bogotá, la noche del 4 de agosto. Las razones de su muerte las dejó escritas con cuidado en tres cartas. En este año fiscales, abogados y magistrados han podido establecer con mayor precisión algunas pruebas de la discriminación homofóbica que Urrego habría padecido antes de tomar esta decisión.

“A quien corresponda”, tituló una de estas cartas, y se refería a las autoridades que tendrían que esclarecer la denuncia de acoso sexual que habían puesto los padres de su expareja, un compañero de clases, quienes se alarmaron cuando se enteraron de que era gay.

Lo que no supo Sergio Urrego antes de quitarse la vida es que esa falsa denuncia, según sostiene hoy la Fiscalía, habría sido presionada por la entonces rectora del colegio Gimnasio Castillo Campestre, Amanda Azucena Castillo, a cambio de que su expareja pudiera terminar once grado.

Eso testificaron ante la Fiscalía los padres y la expareja de Sergio en el proceso penal que se adelanta contra Castillo, la psicóloga del colegio, Ivonne Cheque, y la veedora, Rosalía Ramírez. El caso está hoy a la espera de audiencia de acusación.

Para imputar el delito de falsa denuncia, la Fiscalía argumentó que la exrectora Castillo, con el conocimiento de la psicóloga Cheque, presentó una denuncia ante la Comisaría de Familia de Engativá, la Unidad de Reacción Inmediata de Engativá y Bienestar Familiar, en la cual señaló que Urrego acosaba sexualmente a otro estudiante, pese a saber que era una relación consentida.

“Nuestro estudiante Sergio Urrego no ha recibido una adecuada orientación sexual de sus padres, evidentemente tiene plena libertad de consultar internet, libros, videos, películas, todo tipo de material pornográfico, perjudicial, no apto para su edad, desviando su orientación sexual, declarándose bisexual públicamente”, dice la misiva que la rectora Castillo envió a la Comisaría de Familia de Engativá y que terminó en un proceso por abandono contra la madre de Sergio, dos semanas antes de que el joven se suicidara.

Sin referirse a este contexto jurídico, ni explicar por qué considera una desviación sexual ser bisexual o cuál, es según ella, la adecuada orientación sexual, la rectora Castillo reapareció ayer, durante el aniversario de la muerte de Sergio Urrego, para decir nuevamente que no es homofóbica y que “en ningún momento lo discriminó”. Incluso insistió en que “al contrario, se tomaron acciones pedagógicas, no hubo nunca una sanción disciplinaria, a pesar de que ellos ya se habían extralimitado con relación a la intimidad que tenían dentro del aula”.

La “extralimitación” de la que habla Castillo ha sido indagada por la Fiscalía y, contrario a lo que dice la exrectora, la desmienten varios testimonios de estudiantes y profesoras. Entre ellos el de una compañera de curso que tomó con su celular la foto de Sergio y su expareja por la que se los obligó a entrar a psicoorientación, se les restringió el acceso a clase y se los obligó a revelarles a sus padres su orientación sexual.

La compañera de Sergio, con quien este diario habló, reiteró lo que le dijo a la Fiscalía: que la veedora del colegio, Rosalía Ramírez, le pidió que volviera a hacer una versión libre sobre los hechos: “Me dijo que escribiera que ellos se habían dado un beso en clase, no un pico en receso, como había sucedido. Cuando se la entregué vi que ella rompió la pasada versión y que le decía a otras directivas que todo era por el bien del colegio”.

En la Fiscalía también reposan otros testimonios de estudiantes y compañeros que contaron que tras la muerte de Sergio Urrego los llamaron para que firmaran actas de expedientes disciplinarios contra parejas heterosexuales con una fecha anterior al suicidio, para ocultar el trato discriminatorio y homofóbico.

“Papá y mamá lo dejaron solo. Él era un niño solo, desamparado, que en su abandono odiaba a su familia y tomó la decisión de irse”, dijo Castillo ayer, pero nuevamente omitió información. No dijo que, si bien, cuando tomó la decisión de quitarse la vida, Sergio Urrego dejó escrito que consideraba absurdo vivir más de 17 años, “así como (Andrés) Caicedo consideraba avergonzante vivir más de 25”, se despidió con amor de ellos y al final dijo: “Quiero que quede constancia de que no es culpa de mi madre o de mi padre”, así como reconoció el detonante de su decisión: “Varios problemas que tuve últimamente, sobre todo en el colegio”.

Alba Reyes, la madre de Sergio Urrego, no quiso referirse a la denuncia por abandono hecha por Castillo. Visiblemente afectada, sólo aseguró que no iba a discutir con ella en los medios, que las pruebas ya las tenía la Fiscalía y que esta semana sólo honraría la memoria de su hijo.

“Dios, hace un año Sergio partió a tu presencia, a un lugar mejor, y gracias a ti se hizo justicia. Te amo, Dios. Te amo, Sergio, te extraño”, escribió hace poco la expareja de Sergio Urrego en sus redes sociales, a propósito del aniversario de su muerte. Quizás este joven, que también fue declarado víctima en el proceso penal, no entiende que este caso, revelado por este diario y que ha trasegado importantes etapas jurídicas, aún aguarda importantes decisiones: la penal y la constitucional, cuyo fin último es que ningún joven en el país pueda ser discriminado en la escuela por su orientación sexual.

Por Natalia Herrera Durán

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