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Las calles principales de Usme Pueblo son estrechas, polvorientas y contrastan con el verde de las montañas, que marcan el límite de Bogotá. El tráfico se detiene con frecuencia, para dar paso a una que otra vaca o mientras los conductores se ponen de acuerdo quién pasa primero. Todo transcurre ante la atenta mirada de los pobladores más antiguos, quienes aún visten ruanas y se suelen sentar a conversar y a tomar chicha en la plaza de La Marichuela, que se conserva como la plazoleta central de un pueblo.
En una de esas calles se encuentra el Biciclub de Usme, que funciona en un garaje, donde hoy tienen un taller, que ofrecen todos los servicios y productos que necesita un ciclista urbano: despinche, venta de repuestos y accesorios, mantenimiento de frenos, entre otros. Sin embargo, detrás de lo que parece un simple almacén, hay todo un proyecto que ofrece alternativas a jóvenes tentados por la violencia.
Sandra Zúñiga es la líder de este emprendimiento. Se graduó de psicóloga comunitaria, pero ha dedicado toda su vida a guiar a personas que crecen en medio de adversidades, en esta localidad, empotrada en el borde suroriental de Bogotá.
Desde muy joven ella se vinculó a la Fundación Pepaso, un colectivo que nació en la década del 80, cuyo primer programa fue un centro de alfabetización para adultos. El objetivo de ese entonces fue instruir a quienes llegaban desplazados por el conflicto, pero pronto entendieron que la guerra estaba mucho más cerca y amenazaba con enganchar a sus jóvenes.
En 2017, Sandra empezó a diseñar un proyecto en torno a la bicicleta, según dice, porque notó un creciente interés en este vehículo, que es de contrastes en Usme. Allí, los habitantes ven cómo encopetados ciclistas semiprofesionales se entrenan en las montañas de la localidad, mientras en las calles ruedan los que usan la bici como su medio de transporte. Fue así que construyó un club de la bicicleta, en el que muy pronto posaron sus ojos los cooperantes internacionales.
Holanda, a través de la fundación War Child Holland, otorgó los recursos iniciales para que el club comprara sus primeras bicicletas y herramientas, y para que los jóvenes asistieran a una capacitación en mecánica. Al principio llegaron 30 jóvenes, luego la cantidad de alumnos fue creciendo hasta llegar 200. Esa primera inyección financiera los puso a soñar con lo que actualmente los obsesiona: crear varias rutas de bicirecorridos en Usme, con las que puedan fortalecer su emprendimiento y fomentar el turismo en la localidad.
En 2018 llegó un segundo impulso económico, cuando se ganaron una de las 14 becas que entrega el programa Comunidades Culturales para la Paz, de la secretaría de Cultura, el cual premia anualmente a los líderes que, a través del arte, la cultura y el deporte benefician a sus comunidades. El Biciclub ganó en la categoría “Ciudadanías en movimiento”,
Con los recursos que recibieron diseñaron logos, folletos y produjeron videos promocionales para sus recorridos en bicicleta por Usme. Sin embargo, cuando todo parecía en marcha, tuvieron un baño de realidad, cuando descubrieron que debían tramitar permisos para sacar adelante su iniciativa.
En el mapa
La creación del Biciclub fue la oportunidad perfecta no solo para reunir a 30 jóvenes de barrios difíciles como Juan Rey, Yomasa, Tocaimita, Sierra Morena, Villa Diana o Santa Librada y empezar a ubicar a Usme en el mapa del ciclismo urbano en Bogotá, pues el rezago en infraestructura es más que evidente, sino también que Usme sea tenida en cuenta en todos los programas sociales, pues dicen que hoy se sienten como si fueran un municipio anexo a Bogotá.
“Nosotros no tenemos infraestructura para bicicletas. Hemos estado en reuniones del POT para hablar sobre el tema de malla vial para ciclistas, porque son muchos los habitantes que la usan como su medio de transporte. También queremos más oportunidades para los jóvenes, porque la cobertura de los programas distritales no es suficiente y, en cambio, la oferta de cosas negativas es bien amplia. Hay dinámicas de violencia urbana, microtráfico y delincuencia, que sabemos que están agarrando a los chicos del barrio. La idea del Biciclub es forjar un proyecto de prevención”, explica la líder del proyecto.
En Usme hay problemas de embarazos adolescentes, violencia intrafamiliar y falta de acompañamiento a los jóvenes, que no suelen tener un proyecto de vida claro. También hay invasiones, han cerrado unidades de salud y los habitantes tienen problemas con la calidad del aire, pese a estar tan cerca de las montañas. El Biciclub de Usme es solo una de las múltiples estrategias que han diseñado líderes como Sandra para intentar que los jóvenes contemplen múltiples alternativas para no caer en manos de los violentos.
Los jóvenes de este colectivo están comprometidos a seguir pedaleando y resistiendo con esta iniciativa. Algunos se ven como ciclistas profesionales en un futuro y otros tienen claro que esto que están haciendo es por y para Usme. “Queremos que la gente conozca Usme, que los visitantes interactúen con la gente y la historia de la localidad; que se haga un turismo amigable; que le compre al campesino, y se respete el medio ambiente. La bicicleta nos une como jóvenes y nuestro propósito es sacar nuestro potencial turístico”, concluyó uno de sus integrantes.