Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En el centro de nuestra galaxia, escondido tras grandes nubes de gas interestelar, se esconde un agujero negro cuya masa equivale a cuatro millones de veces la masa del sol. Cien años de ecuaciones, cálculos, dudas y confirmaciones llevaron a los astrónomos a concluir que allí, a 25 mil años luz de distancia de nosotros, se esconde Sagitarius A* que con su increíble fuerza de atracción enguye todo lo que se acerca a su horizonte. Ni siquiera la luz logra escapar una vez cae en su entorno.
“Hace unas décadas era impensable cualquier intento por observar las propiedades de Sagitarius A* Pero la curiosidad de los astrónomos es implacable, y los avances en nuestras capacidades observacionales excepcionales. El misterio de Sagitarius A* está a punto de resolverse”, explicó el astrofísico colombiano Rafael Martínez-Galarza vinculado al Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics.
Desde el 5 al 14 de abril, cinco radiotelescopios ubicados en distintos puntos el planeta trabajan juntos y de forma coordinada para intentar tomar “la primera foto” de este aguero negro y de otro más ubicado en en el centro de M87, una galaxia masiva y relativamente cercana a la Vía Láctea. Desde Hawaii hasta el Polo Sur, los radiotelescopios intentan esquivar el escudo de polvo galáctico que lo rodea y, por primera vez en la historia, tener un registro directo de un agujero negro.
El proyecto se conocoe como Event Horizon Telescope (Telescopio del Horizonte de Eventos). Tener estos cinco radiotelescopios trabajando juntos equivale a tener un observatorio del diámetro de la Tierra.
“De ser exitosos, proporcionarán la primera evidencia directa de las condiciones en la inmediación más íntima de Sagitarius A* el llamado horizonte de los eventos, y permitirán corroborar los modelos con los cuales los físicos han intentado describir durante más de un siglo cómo se comportan el espacio, el tiempo y la materia en la vecindad de este monstruo gravitacional”, explicó Martínez-Galarza.
Observar este agujero negro equivale a intentar tomar una fotografía de una naranja puesta en la superficie de la Luna. La técnica, conocida como interferometría, permite captar radiación emitida desde la parte más externa del agujero negro. Las pequeñas diferencias de tiempo que registra cada radiotelescopios se contrastan para reconstruir la imagen. Por otra parte, para esquivar las nubes de polvo interestelar, los astrónomos se concentran en un tipo de ondas que si atraviesa esas capas de material.
Los resultados preliminares de este experimento global indican que un inmenso disco de material rodea a Sagitarius A* y rota a grandes velocidades. “La luz emitida por este llamado disco de acreción es también distorsionada por la curvatura del espacio-tiempo, y de ser cierta su existencia, debemos esperar que su imagen deformada sea asimétrica, más brillante en la parte del disco que se acerca a nosotros y menos brillante en la parte que se aleja”, explicó Martínez Galarza.
De manera que la imagen que los astrónomos de ETH esperan observar (de ser cierta la existencia del disco de material) es una especie de media luna borrosa, un anillo de luz con un diamante en uno de sus lados, producido por la rotación del disco de acreción alrededor del agujero negro. Si el agujero negro mismo está rotando, como lo permite una de las soluciones a las ecuaciones de Einstein, el tamaño de este anillo depende de la velocidad de dicha rotación, de manera que las mediciones efectuadas también permitirán determinar si el Sgr A* es un agujero negro rotante, un trompo gigantesco que distorsiona el espacio a su alrededor.
“La consecuencia más relevante de este descubrimiento será la comprobación de la increíble fuerza de nuestra curiosidad, del sorprendente poder del método científico”, responde Martínez-Galarza y, de paso, “comprobar o refutar muchos detalles particulares de la relatividad general, la letra fina de la teoría”.