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En La hija del faraón, el movimiento corporal tiene un marco de fantasía. Mientras el colectivo artístico del Ballet Bolshoi, de Rusia, conquista la tarima con su despliegue físico e intenta vencer la gravedad con saltos, la propuesta escénica complementa el montaje con elementos sorprendentes. Durante el desarrollo de la pieza dirigida por el coreógrafo francés Pierre Lacotte pueden aparecer parajes propios del río Nilo y es posible que haya tormentas en el desierto, cacerías de animales exóticos o persecuciones intensas.
La versión original de La hija del faraón tenía una duración superior a las cuatro horas y su libreto incluía la participación de casi 400 bailarines de primer nivel. Así la gestó el reconocido bailarín francés Marius Petipa (1818-1910), quien la visualizó en 1862 como un espectáculo imponente que debía marcar la historia del Teatro Bolshoi. Y en realidad se constituyó en un hito, porque su exhibición tuvo éxito en varios países de Asia y Europa.
Sin embargo, la exigencia tanto de recursos económicos como artísticos hizo que el mismo ballet ruso la dejara en el olvido y optara por presentar al público títulos menos complejos. Siempre se postergó su readaptación hasta que alguien, sin tener mucha conciencia de sus actos, comisionó en el año 2000, más de un siglo de marginación voluntaria después, la realización de un nuevo montaje.
El encargado de la labor fue el coreógrafo francés Pierre Lacotte, quien exigió estar al frente de toda la propuesta y trabajar de la mano con las máximas figuras del Ballet Bolshoi. Por eso, en el montaje intervienen tres de los más importantes bailarines del país: Svetlana Zakharova, Nina Kaptsova y Ruslan Skvortsov.
La hija del faraón, en los ojos de Lacotte, debía reducirse a la mitad y estar sintonizada con las exigencias del público contemporáneo. “La coreografía, la escenografía y el vestuario de esta opulenta fantasía tenían que ser esmerados. Mi misión cuando acepté encabezar el montaje era recrear ballets antiguos en su forma original, y eso fue lo que traté de hacer aquí”, comentó hace algunos años el artista francés.
Pierre Lacotte conservó la trama intacta, les dio más relevancia a los personajes principales y acortó la transición entre la vigilia y el sueño de Lord Wilson, el protagonista, un arqueólogo inglés que sucumbe a los poderes del opio y se transporta hasta la época faraónica. Allí se enamora de Aspicia, la hija del faraón. A pesar de ser correspondido, la heredera debe, por disposición de su padre y para preservar la paz entre dos pueblos vecinos, casarse con el rey de Nubia.
Lord Wilson, respaldado por su asistente incondicional, el buen John Bull, adopta la personalidad del egipcio Ta-Hor y rapta a la princesa. El periplo que deben recorrer es exigente porque la urgencia es arribar al Nilo. Durante su trasegar se dan los elementos adicionales a la danza, por los que el montaje es una propuesta exótica que ha conquistado a miles de espectadores en distintos continentes.
Tormentas en el desierto, una cacería de leones, ninfas, dioses, persecuciones e intentos de suicidio hacen parte de La hija del faraón, un montaje que Cine Colombia trae a sus salas para confirmar los alcances artísticos del Ballet Bolshoi.
Domingo 26 de octubre, 12:00 m. Salas de Cine Colombia de Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla y Bucaramanga. Boletería: www.primerafila.com.co.
jpiedrahita@elespectador.com