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Oda a la melancolía

El Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, con las voces del fado actual, le dedica un festival al canto de la saudade, de la añoranza y de la belleza cargada de lamento. Viaje por un sentimiento (im)perfectamente humano en clave de fado.

Teatropedia * Especial para El Espectador
05 de junio de 2016 - 02:00 a. m.
Es la saudade en su máxima expresión. El escritor Lobo Antunes destaca del fado esas letras “a las que les escurre la más honda melancolía”. Carminho. / Fotos: Cortesía Teatro Mayor Marco Rodrigues. Luis Guerreiro. Luisa Rocha.
Es la saudade en su máxima expresión. El escritor Lobo Antunes destaca del fado esas letras “a las que les escurre la más honda melancolía”. Carminho. / Fotos: Cortesía Teatro Mayor Marco Rodrigues. Luis Guerreiro. Luisa Rocha.

 

Fado es todo lo que digo

y todo lo que no puedo decir.

ó

Ya no te acompaño más

para deja de latir.

Si no sabes a dónde vas,

¿por qué insistes en correr?

Ya no te acompaño más.

Así de difícil decidió ponérnoslo Amália Rodrigues, la voz de Portugal, la voz del fado, la que nadie se atrevió a igualar, a comparar, a superar. Su sentir de esta música de fado, que no es otra cosa que un hermoso lamento, describe idealmente ese camino siempre insuficiente de los afectos. La tristeza ahogada por lo que dejó de ser, la nostalgia por la juventud perdida, por la belleza que se apagó, por la calle plagada de recuerdos que ya solo está en fotos, por la memoria de los padres aún con vida, por la candidez de una infancia plena y lejanamente feliz.

A esto le canta el fado.

Y por supuesto al amor.

Pero es un amor incompleto, ausente, fantasmal, y que no nos quiere dejar. Que está clavado en nuestros días y se resiste a partir.

Aunque no dé nada a cambio. Ya no.

Y entonces, justo en ese sentimiento es que se reconoce la saudade, ese dolor del alma, ese sentimiento catastrófico de pérdida, que no solo es del ser amado, pero que cuando se trata de hurgar en el corazón y comprender qué es eso que nos duele tanto de esa ausencia, está allí. Es la saudade en su máxima expresión. Tal como la describe el brasileño Miguel Falabella:

(…) la saudade que más duele es la saudade de quien se ama.

Saudade de la piel, del olor, de los besos.

Saudade de la presencia, y hasta de la ausencia consentida.

Saudade realmente es ¡no saber!

No saber qué hacer con los días que son más largos, no saber cómo encontrar tareas que detengan el pensamiento, no saber cómo frenar las lágrimas al escuchar esa música, no saber cómo vencer el dolor de un silencio…”.

Fado. Fatum. Destino

¿Será entonces este el destino de Portugal?

Para Antonio Lobo Antunes, uno de los escritores más importantes de este país, y con unas letras a las que les escurre la más honda melancolía, hay una suerte de inconsciente colectivo de su país que está lleno de amargura, que podría provenir de las muchas guerras a las que ha estado sometida la historia de Portugal, para luego padecer una dictadura que dejó honda huella en la sociedad y luego un ingreso a la democracia que para muchos ha sido puro desencanto. Así, vemos que para muchos existe una especie de deuda de la historia que, de alguna manera, se traduce en ese espíritu triste que se cuela en la voz de los fadistas. Y que para terminar de completar el cuadro, creó un instrumento propio para el lamento: la guitarra de doce cuerdas, que le permite “llorar” más.

Se cuenta que durante el régimen de Salazar, que tanto daño le hizo al espíritu portugués, se coló en el día a día y sin estar escrito en parte alguna, esa idea de que aspirar a mucho era motivo de vergüenza. Que con poco bastaba. Y por eso el lamento cantado, esa catarsis que hace que todos canten, sobre todo quienes nada tienen.

Y fue algo en esa tristeza que atrajo al director de cine alemán Win Wenders a que a comienzos de los años 90 se dedicara a contar las Historias de Lisboa. Para muchos fue el descubrimiento de un paraíso perdido. Y de unas voces inusitadas como la de Teresa Salgueiro, líder de Madredeus, agrupación que brilló por esos años y trajo a Portugal al centro de la música sentimental. Luego apareció Misia, tremendo personaje, tremenda voz. Pero ninguno, por bueno que fuera, se atrevía a llamarse el sucesor de Amália.

Y así, el fado se ha seguido alimentando de nostalgia. Una nostalgia que es hoy tipo exportación y que podrá disfrutarse en el Segundo Festival de Fado en el Teatro Mayor y el Centro Cultural Gabriel García Márquez del 9 al 12 de junio, en voces como las de Carminho, Camané, Marco Rodrigues y Luísa Rocha y la guitarra de Luís Guerreiro. Todos nos siguen mostrando y demostrando con su canto que de melancolía no se muere, que ésta, simple y llanamente, nos acompaña. Para siempre.

* Teatropedia es un proyecto educativo del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo en pro de la formación de públicos en temas culturales. Más información en www.teatromayor.org.

 

Por Teatropedia * Especial para El Espectador

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