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Si bien la fotografía es un reflejo de la memoria, también puede llegar a ser premonitoria. Como Joan Fontcuberta lo interpreta en su libro El beso de Judas: “El tránsito de la fotografía como evidencia a la fotografía como videncia. Este tránsito reviste el acto fotográfico de unos poderes mánticos que trastocan la percepción empírica del tiempo y, por extensión, el papel mismo de la memoria”. Esta misma función es aplicada desde un ámbito de conocimiento y de reconocimiento que consigue construir desde la identidad un valor social importante, y desde la perspectiva artística de las investigaciones del argentino Marcelo Brodsky, la historia como fuente de revelación entre hechos inconclusos o posibles instantes atrapados en la fotografía que conducen a una transformación social.
A partir de los archivos fotográficos, especialidad del artista, la manera de comprender a la fotografía, más allá de una herramienta para atrapar momentos, logra transformar esa idea en todo un discurso de la imagen, esto intervenido no solamente por arduas investigaciones, sino también a través del lenguaje, de pequeños textos que interpretan claramente lo que en ocasiones la imagen no alcanza a esclarecer.
“Con respecto a la fotografía, la duda se tendría que mantener siempre porque toda fotografía es un montaje en un punto, aunque sea un reportaje, porque es una mirada, una lectura, una interpretación de la realidad”, explicaba Marcelo Brodsky sobre la fotografía contemporánea, mismo punto que establece Fontcuberta diciendo que “toda fotografía es una ficción que se presenta como verdadera. Contra lo que nos han inculcado, contra lo que solemos pensar, la fotografía miente siempre, miente por instinto, miente porque su naturaleza no le permite hacer otra cosa. Pero lo importante no es esa mentira inevitable. Lo importante es cómo la usa el fotógrafo, a qué intenciones sirve. Lo importante, en suma, es el control ejercido por el fotógrafo para imponer una dirección ética a su mentira. El buen fotógrafo es el que miente bien la verdad”.
En ese sentido, la imagen requiere de una presencia individualista para poder desarrollarse, un pensamiento subjetivo que se desenvuelve en lo que quien toma la fotografía quiere ver y lo que quiere guardar dentro de su memoria. Es de esta manera que a Brodsky, un artista que toda su vida ha estado guiado por las fotografías, fundador de Latin Stock que duró treinta años conservando imágenes de todo el mundo y que en su niñez lo tocó fuertemente el Golpe de Estado en Argentina en 1976, luego de veinte años, en el año 1996, atribuye por coincidencia revivir en un acto de memoria y a través de una imagen de sus compañeros del colegio en aquella época de terror, una intervención de escritos que darían nacimiento a su manera particular de realizar investigaciones a través del arte y que desglosaría en su serie ‘Buena Memoria’.
Desde aquella experiencia, durante los últimos tres años, su obra manifiesta absoluta presencia al apoyo de los Derechos Humanos y fija sus conocimientos en los archivos fotográficos en los acontecimientos del 68 en todo el mundo, iniciando aquella vehemencia en la que ha logrado obtener cuarenta imágenes intervenidas por una idea que surgió en el 2014, cuando en Ayotzinapa en México se da el suceso de la desaparición forzada de los 43 estudiantes.
“Estoy proponiendo que a través de la fotografía se puede hacer una narrativa visual, una narrativa histórica, una narrativa compleja y muy rica en contenido, pensando también en que las nuevas generaciones solamente les interesa aquello que tiene imágenes y que el lenguaje visual tiende a tener eso cada vez mayor en el lenguaje en general”, dice el artista argentino y es que esta misma narración lo llevó a descubrir en archivos de dos militares el mito fundacional de parte del conflicto armado en Colombia.
A partir de álbumes familiares, se revela la vida de un teniente coronel de los años treinta involucrado en distintos actos militares que dieron pie para que indagara la participación de Estados Unidos en varios conflictos en este continente. Para construir su obra, usa imágenes de prensa, de archivos familiares y de cartografías, para así mismo agregarles textos que relatan aquella conexión, con lo que explica Brodsky: “Ningún ejército latinoamericano es tan próximo a Estados Unidos, en ningún otro país en América Latina hay bases norteamericanas, en Colombia hay seis; en ningún otro país se mandó a combatir en Corea y acá se mandó el Batallón Colombia. Eso hace que ese acercamiento sea muy íntimo, pero yo no sabía de esto hasta que me encontré con los álbumes, yo en realidad fui a investigar a ver lo que había de Colombia”.
Descubriendo el hecho que involucra ejército colombiano combatiendo en Corea, también revela que aquel teniente que investigó a través de sus imágenes de archivo, participó en la Operación Marquetalia en 1964, acto que daría origen a las FARC y que narra en sus obras a las que titula ‘Mito Fundacional’ con lo que dice el artista: “Yo invite a la FARC a que viniera a ver la exposición porque me interesa apoyar el Proceso de Paz, me parece que la mejor forma de apoyar el Proceso de Paz es convocando a estos excombatientes a integrarse a la vida cultural de la ciudad”.
La fotografía contemporánea ha desarrollado un lenguaje potente y cercano que desde un contexto correcto que va más allá de la memoria, la narración puede ser una luz para contribuir a un futuro posible. La imagen tendría un poder capaz de dirigirse puntualmente a la acción social, a la transformación que, desde una educación visual con imágenes del pasado, pero contribuyendo al presente, se puede desarrollar todo un lenguaje como el manifestado por Marcelo Brodsky y que se presenta actualmente en Bogotá en el marco de la BienalSur en el Espacio El Dorado.