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Las locomotoras, adelante

El ahorro fue la clave de la actual administración para impulsar el crecimiento del campo, apoyado en la infraestructura, la minería y la vivienda. Recuento de su primer ministro de Hacienda.

Juan Carlos Echeverry
21 de septiembre de 2013 - 09:00 p. m.
Entre 2009 y 2013 el presupuesto para el agro colombiano pasó de $1,5 billones a $2,2 billones. / Archivo
Entre 2009 y 2013 el presupuesto para el agro colombiano pasó de $1,5 billones a $2,2 billones. / Archivo

Colombia es uno de los pocos países de América Latina que en los últimos veinte años no experimentaron un milagro agrícola. Chile, Brasil, Argentina, México, Ecuador y Perú han tenido éxito en su producción y exportación de productos del agro.

La guerra contra las drogas y los efectos de una apertura implementada sin una política de largo plazo para el campo, unidos a la revaluación de los años 90, explican en buena medida el atraso del agro colombiano. La urgencia de una estrategia que posicionara al agro como prioridad nacional estuvo en la base de su inclusión en las locomotoras del gobierno Santos.

Para su despegue y el de la economía era necesario combatir los síntomas de enfermedad holandesa, compensar la sobrevaluación creada por la política monetaria de Estados Unidos y generar ahorros fiscales.

En 2010 el gobierno Santos recibió un déficit fiscal de 3,6% del PIB. A fin de 2012 hubo superávit por ese concepto. Cada año se ahorraron más de $18 billones. No ha habido en décadas una experiencia de ahorro similar. El país dejó de endeudarse en dólares, redujo aranceles a insumos y disminuyó el costo del capital con la obtención del grado de inversión.

El presupuesto del agro pasó de $1,5 billones en 2009 a $2,2 billones en 2013, un aumento de casi 50%. Recursos que, aplicados con buen gobierno —filosofía del presidente Santos— pueden posicionar al campo como la locomotora que ha sido en otros países latinoamericanos.

Ahora bien, ninguna actividad económica avanza sola. Se requiere una combinación virtuosa de sectores que se complementen, lideren el crecimiento, aumenten los ingresos de familias y empresas, adopten nuevas tecnologías y atraigan inversión.

Ese fue el concepto detrás de las “locomotoras”. Dos eran evidentes: la infraestructura y la de energía-minería. Junto con el agro, pueden crecer alrededor del 10% anual a lo largo de la próxima década.

Pero la ausencia de proyectos bien estructurados demoró el arranque de la locomotora de infraestructura. Aun así, de un presupuesto para obras de $4,5 billones en 2009 pasamos a más de $8 billones en 2013, y se invertirá masivamente hacia adelante. En energía-minería las consultas sociales y medioambientales han obligado a mejorar los procesos.

Esas tres locomotoras, agro, infraestructura y energía-minería, jalonan esencialmente por fuera de las ciudades, donde viven cuatro de cada cinco colombianos. Ello fuerza a pensar cómo nuestros centros urbanos crean empleos competitivos.

La clave es la calidad de la educación, el acceso a la mejor tecnología y la creación y difusión de innovación. Por estas razones, la educación-innovación fue identificada como la cuarta locomotora.

Por último, un sector urbano sobresale por su efecto inmediato sobre actividades industriales, la creación de puestos de trabajo y su impacto sobre el bienestar, en especial el de las familias más pobres: la vivienda, quinta locomotora.

En la medida en que estas cinco locomotoras generan un auge sostenido de ingresos familiares y empresariales se impactan el comercio, la industria, el transporte y las comunicaciones, altos creadores de empleo. Los nuevos puestos de trabajo les permiten a los más pobres abandonar su postración económica, encontrar empleos cada vez mejor remunerados y avanzar en las escalas laborales, creando un círculo virtuoso de ascenso social y bienestar.

En tres años nuestra economía ha creado dos millones y medio de nuevos puestos de trabajo, 500.000 familias han abandonado la pobreza y el país crece hoy por encima del 4%. Hoy más que nunca debemos mantener el foco en las locomotoras, dentro de las que está, por primera vez en más de tres décadas —y en primerísimo lugar—, el agro colombiano.

* Exministro de Hacienda del actual gobierno. Las opiniones son personales y no comprometen al directorio del BID, ni a la silla de Colombia y Perú.

Por Juan Carlos Echeverry

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