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Controversia por ranquin universitario

La ministra de Educación, Gina Parody, tomó una decisión que puso nerviosos a los rectores: clasificar 187 instituciones según su desempeño.

Pablo Correa / Sergio Silva Numa
16 de julio de 2015 - 03:16 a. m.
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Ayer la ministra de Educación, Gina Parody, sorprendió a rectores, profesores y estudiantes de las universidades colombianas al presentar el “Modelo de Indicadores del Desempeño de la Educación (MIDE)”. En palabras más sencillas y coloquiales, este modelo no es otra cosa que un ranquin. Una de esas clasificaciones que por lo general dejan contentos a los que figuran en los primeros puestos, pero muy aburridos a los que quedan al fondo de la tabla. Y, por supuesto, nunca están libres de polémica.

Los primeros puestos en el nuevo ranquin los ocupan la U. de los Andes, la U. Nacional y la U. del Rosario. Entre las de más bajo desempeño figuran nombres que seguramente muy pocos colombianos reconocen: Corporación Universitaria Reformada, Fundación de Estudios Superiores Monseñor Abraham Escudero Montoya y Corporación Universitaria Regional del Caribe.

En total, el listado está compuesto por 187 instituciones (78 universidades y 109 instituciones universitarias). Se creó combinando una serie de variables como desempeño académico, salario de enganche de egresados, número de docentes con doctorado, tasas de deserción y la internacionalización. Las instituciones se dividieron en cuatro categorías en un intento de no mezclar peras con manzanas: enfoque doctoral, enfoque maestría, enfoque pregrado y especializaciones en un área.

Nunca un gobierno en Colombia se había atrevido a clasificar con un modelo tan jerárquico la calidad de la educación superior en el país. Hasta ahora los modelos de medición consistían en trazar líneas gruesas, como el “registro calificado” que equivale a los mínimos criterios de calidad que debe cumplir una institución para operar y el sistema de “acreditación”, un aval más exigente que representaba hasta ahora el “colador” para discernir entre los buenos y los más rezagados.

La ministra Parody defendió su propuesta aclarando que estos modelos no “reemplazan los sistemas de aseguramiento de la calidad, sino que son una radiografía del estado actual de la educación en un contexto y un momento determinados”. El Ministerio cree que la herramienta facilitará “la búsqueda y elección de los interesados en ingresar a la educación superior”.

Pero no resultó un antídoto contra la calidad de la educación tan fácil de digerir. Hay muchos “peros” por parte de expertos en educación. El exrector de la U. Nacional Moisés Wasserman, por ejemplo, dice que se trata de una elaboración más detallada de medición de indicadores que se vienen haciendo hace muchos años. “En principio creo que las mediciones están bien. Uno tiene que mirar la realidad lo mejor posible. Lo que me quedó faltando es la otra cara de la moneda”, comentó. Es decir: cuáles son las estrategias para ayudar a las instituciones con el peor desempeño.

Para Carlos Mario Lopera, del Observatorio de la Universidad Colombiana, el tema es más delicado de lo que muchos creen. Por un lado, las categorías que creó el Ministerio no son las categorías sobre las que opera el sistema de educación superior. De acuerdo con la Ley 30, no existe eso de “universidades con enfoque doctoral” o “de pregrado” o “de maestría”. Según Lopera, hay universidades sin acreditación institucional que quedaron ranqueadas por encima de otras con este aval. Uno de estos casos es la U. de Nariño, en el puesto 22.

“No hay un indicador perfecto ni completo”, comentó José Manuel Restrepo, rector de la U. del Rosario, que se ubicó en el tercer puesto, “y creo que el Ministerio hace el esfuerzo por dar una herramienta más para evaluar desempeño”. Pero al mismo tiempo cree que esta herramienta debe ser administrada por otra entidad como el Observatorio de Ciencia y Tecnología, una asociación civi de carácter privado.

Cecilia María Vélez, exministra de Educación y hoy rectora de la U. Jorge Tadeo Lozano, ve con buenos ojos la intención del Gobierno de entregar más información a las universidades y a la sociedad sobre la calidad de la educación para que las universidades “se pellizquen” y los estudiantes tomen mejores decisiones sobre dónde estudiar. Pero al mismo tiempo dice que habría preferido que fuera sólo eso, más información disponible y no un ranquin: “El problema con los ranquin es que uno expresa con ellos un modelo de universidad y eso en el fondo va en contra de la autonomía universitaria”.

“Soy muy escéptico con estos ránquines”, responde el analista de educación Francisco Cajiao, y para explicar su desconfianza explica que “si comparo una universidad donde la mayoría de los estudiantes son de estratos uno y dos, con otra, donde hay alumnos de estratos 5 y 6, pues es obvio que voy a encontrar diferencias monstruosas”. Algo similar ocurre con universidades creadas hace 20 años y otras que llevan más de medio siglo.

Por Pablo Correa / Sergio Silva Numa

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