Feminista y musulmana

El Mohtar, de la Unión Nacional de Mujeres Saharauis, habló con este diario sobre lo que se vive en su país y lo que es ser feminista en una sociedad árabe, nómada, africana y ancestral.

redacción internacional
09 de marzo de 2017 - 03:50 a. m.
Feminista y musulmana
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Jadiyetu el Mohtar es musulmana, africana, feminista, revolucionaria y habla un español perfecto. Convergen en ella tantos y tan distintos mundos que parece más la representante de un futuro promisorio que de un país ocupado por otro. Aunque, finalmente, lo uno no excluye lo otro. En entrevista con este diario, Jadiyetu habló sobre lo que se vive en la República Árabe Saharaui Democrática y la forma en la que las mujeres han ayudado a que el sueño de miles de saharauis no muera. Lo hizo, por supuesto, con una bandera de su país a un lado. Y con Monserrate viéndola a lo lejos.

¿Qué ocurre en la República Saharaui?

Se trata, creo, de un proceso de descolonización inconclusa por parte de España, que era la potencia colonizadora del Sahara hasta 1975. Cuando murió (Francisco) Franco, España, en vez de descolonizar, nos abandonó. Y entonces el vecino del norte, la monarquía marroquí, que en ese momento tenía muchos problemas políticos, encontró en la invasión del Sahara una oportunidad para distraer a la opinión pública. Entonces amenazó con invadir el territorio, incluso, antes de que todos los soldados españoles se hubieran ido y la mayoría de los saharauis, entre ellos yo, tuvimos que escapar a territorios al oriente de nuestro país, donde las tropas marroquíes no podían llegar. Y ahí se formaron los primeros asentamientos.

Marruecos, una vez ocupó el territorio, empezó a bombardear las pequeñas ciudades donde estaban los asentamientos; nosotros perdimos a muchísima gente, entre ellos a una enfermera saharaui, que estaba embarazada en ese momento, quien es recordada el 18 de febrero, Día de la Madre Saharaui. Lo que hace la gente, debido a estos bombardeos, es adentrarse en territorio de Argelia. Y es allí, en la frontera con ese país, donde se instalan definitivamente estos campamentos, que llevan allí más de 41 años. Son los campamentos de refugiados más antiguos del mundo y allí viven más de 200 mil refugiados, en su mayoría mujeres niños y ancianos. Porque los hombres están todos en el ejército y el ejército está posicionado a lo largo del muro de más de 2.742 kilómetros que Marruecos empezó a construir en 1980.

Es en ese contexto que las mujeres empezamos a participar, de manera activa, en todos los aspectos de la vida política, social y cultural del pueblo saharaui, organizando y preparando esos campamentos para los refugiados que van llegando, gestionándolos y administrándolos. Y, a su vez, ayudando a construir las instituciones que componen el Estado Saharaui en el exilio. Hemos tomado partido en ese sentido y concienciado a las mujeres de la necesidad de participar políticamente como la única manera de lograr una sociedad igualitaria, aun en el exilio y a pesar de las condiciones tan duras en las que nos encontramos. Y, a su vez, cumplimos un papel muy importante a la hora de mantener la cultura y la identidad saharauis, que Marruecos intenta eliminar en todas sus expresiones. Las mujeres saharauis tratan, en el seno de sus familias y en distintos eventos sociales, de que esos niños, niñas y jóvenes que han nacido durante la ocupación mantengan esa identidad cultural tan distinta de la cultura marroquí y que, en cierta medida, es un baluarte para el pueblo saharaui, que es el único país árabe, musulmán, africano, que habla español y que, por ello, comparte muchísimos lazos culturales con los países de América Latina y el Caribe.

¿Cómo es ejercer todos esos roles en una sociedad como la saharaui y en medio del desierto?

La clave es, precisamente, esa mezcla de árabe, de africano, que es lo que caracteriza al pueblo saharaui y el hecho también de ser una sociedad beduina ancestral. En el desierto, mujeres y hombres tienen que trabajar codo a codo para sobrevivir en ese territorio tan inhóspito y, sobre todo, porque una sociedad nómada como la nuestra está siempre trasladándose de un lugar a otro, dentro de las fronteras del Sahara, en búsqueda de pastos y recursos para su propia supervivencia. Entonces en la sociedad saharaui precolonial siempre ha sido así: los hombres se dedicaban al pasto, mientras que las mujeres se ocupaban no solamente de las familias, sino también de fabricar todos los recursos necesarios. Por lo tanto, la mujer saharaui siempre ha sido una mujer productiva económicamente y también docta porque educa, en las escuelas coránicas, a los niños de todos los campamentos. Por lo tanto el papel que está cumpliendo la mujer saharaui en la gestión de los campamentos es una nueva versión de esa sociedad ancestral saharaui.

Nosotras, en un principio, también optamos por la resistencia y la participación en las distintas unidades militares. Pero, en vista de que el pueblo saharaui no tiene mucha población y de que Marruecos había bombardeado con napalm y fósforo blanco las ciudades, nosotras optamos por la resistencia a largo plazo. Lo que hizo que nos dedicáramos enteramente a la construcción, gestión y administración de los campamentos, la construcción de las instituciones del Estado Saharaui en el exilio, y todo eso acompañado de una política natalista para garantizar la supervivencia del pueblo saharaui: es decir, dedicarnos, también, a tener hijos. Eso ayuda a la existencia del pueblo saharaui y a reforzar su identidad. Ese es un acto de generosidad que las mujeres saharauis tienen con la defensa del país y el rechazo de la población a las pretensiones de Marruecos.

¿Cómo ha sido la construcción de este Estado en el exilio por parte de las mujeres?

Las mujeres saharauis han tomado conciencia desde el primer momento. Es algo que viene de la cultura saharaui. En otras revoluciones, como la argelina, las mujeres empuñaron las armas, pero cuando el país se independizó las mujeres volvieron a su rol, digamos tradicional, y nosotras tenemos esa experiencia que nos han dado otras revoluciones. Pero lo que intentamos es hacer esa doble lucha: por una parte, contribuir en la liberación del país, creando las estructuras necesarias, pero al mismo tiempo empoderando a las mujeres. Hemos abierto espacios para mujeres. Creamos, en los distintos campamentos, casas de la mujer, donde se forman, estudian y debaten. Se trata de espacios, además, para incorporar a las nuevas generaciones de mujeres y enfocarlas hacia esa conciencia colectiva porque ellas van a ser nuestro relevo. Queremos que ellas sigan con esta lucha, pero ya con una perspectiva de género, en la que la participación política de las mujeres sea clave para no perder lo que hemos ganado. Y seguimos llevando nuestra vestimenta y cultura por todas partes del mundo y eso no quiere decir que no seamos libres de pensamiento. Que el hecho de llevar nuestra cabeza tapada no quiere decir que tengamos tapadas las ideas o la mente. Es una manera de decir soy musulmana y feminista, y eso es totalmente compatible. Y eso es lo hermoso: respetando las costumbres y respetando las identidades, sólo así podemos convivir todos en este mundo y, por qué no, compartir los mismos objetivos, cada uno desde su cultura y desde sus convicciones.

El Día de la Mujer ya no se trata de dar flores, sino de luchar por los derechos de las mujeres. ¿Cómo ve este cambio?

Me parece que el movimiento feminista internacional está tomando las riendas de este día que hasta hace poco era una fecha comercial. Me parece excelente que se haya comprendido que esta fecha no puede quedarse en un día para dar regalos y flores, sino en una fecha en la que recordemos el compromiso que tenemos con una clase, en este caso la mujer, que ha sido a lo largo de los siglos víctima del patriarcado. Es una fecha para recordar que, para el mundo sea justo, necesitamos hacer justicia con las mujeres.

¿Qué es el feminismo?

El feminismo realmente, para mí, es una cuestión indefinida. Se puede ver desde múltiples puntos de vista. La descripción que más me ha gustado es que es un conjunto de ideologías, de diferentes colectivos, que tienen un mismo objetivo: luchar por los derechos de las mujeres.

Por redacción internacional

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