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“Hay cosas que se deben discutir al final”: embajador de EE.UU.

Tras un año en el cargo, Kevin Whitaker habla del apoyo estadounidense al proceso de paz, la repatriación de “Simón Trinidad”, Álvaro Uribe, el glifosato y el TLC, entre otros temas claves.

Angélica María Lagos, Hugo García Segura, Élber Gutiérrez Roa
17 de mayo de 2015 - 02:00 a. m.
Para Kevin Whitaker, el cambio del enfoque estadounidense en la guerra antidrogas se viene dando desde hace varios años. / Nelson Sierra - El Espectador
Para Kevin Whitaker, el cambio del enfoque estadounidense en la guerra antidrogas se viene dando desde hace varios años. / Nelson Sierra - El Espectador
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Hace poco más de un año, el 28 de abril de 2014, Kevin Whitaker asumió como embajador de Estados Unidos en Colombia, en momentos en que el proceso de paz entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las Farc en La Habana avanzaba con acuerdos en los temas agrario, de participación en política y narcotráfico. Mucho ha pasado desde entonces: el compromiso del gobierno de Barack Obama con las negociaciones se ha fortalecido, hasta el punto de que hoy tiene un delegado directo en los diálogos, Bernard Aronson, mientras de otro lado la guerrilla insiste en la repatriación de Simón Trinidad, la oposición uribista arrecia, se plantean nuevos enfoques en la lucha antidrogas y se anuncia la suspensión de las fumigaciones de los cultivos ilícitos con glifosato. De todos esos temas candentes y de otros, como los reparos por el incumplimiento en algunos de los compromisos adquiridos por el país en el TLC, habló Whitaker en entrevista con El Espectador.   
 
Un año después, ¿qué balance hace entre la Colombia que encontró y la de hoy?
Desde 2008 he trabajado en el tema de Colombia y debo decir que es mucho más fácil hacer el análisis desde afuera que estando acá. Digamos que hay un nivel de complicación que se aprecia estando en el país. La relación entre los dos países es muy fuerte, excelente, y nuestra participación en el proceso de paz es un indicador de ello. No es tan usual para nosotros como gobierno participar en un proceso de estos.
 
Si bien el presidente Obama ha expresado su respaldo al proceso de paz, se escuchan voces como las del jefe del Comando Sur, el general John Kelly, comparando a las Farc con Al Qaeda. ¿Están divididos frente al tema?
Los dos conceptos pueden coexistir. Obviamente respaldamos el proceso, porque este es el mejor momento para llegar a una paz negociada. Lo que dijo el general Kelly es que, en nuestros términos, las Farc son una organización terrorista extranjera. Ahora, parte del punto de este proceso es buscar una manera de descalificar para siempre el uso de la violencia en la política.
 
¿Cómo ven hoy los diálogos? ¿Les gustaría mayor celeridad?
Es un proceso bien diseñado. Ya hay tres acuerdos y son logros muy importantes. Nosotros sólo acompañamos, ahora en la parte más difícil: víctimas, reparación, justicia transicional y deposición de las armas. Obvio que eso va a tomar tiempo, aunque hay una urgencia notoria por parte del pueblo colombiano, que quiere ver resultados.
 
¿Ese será el acompañamiento que hará Bernard Aronson?
Aronson es una persona con mucha experiencia en negociación. Conoce muy bien la región. Si podemos poner nuestro granito de arena, lo vamos a hacer. Las Farc lo han tratado con respeto.
 
¿Ese granito de arena podría ser, por ejemplo, permitir el regreso de “Simón Trinidad”?
Hasta el momento, el gobierno de Colombia no nos ha pedido el regreso o la participación directa en ese sentido. Tomamos nota de lo que se habla en el país, incluso de las declaraciones del alto comisionado (Sergio Jaramillo). Pero en EE.UU. el sistema judicial es independiente y alias Simón Trinidad está condenado por crímenes de terrorismo, lo más serio  en mi país. Ese es un tema que no está en la mesa, no es una cuestión que se haya mencionado en cuanto a cómo hacerlo. Pero somos amigos y aliados de Colombia y eso quiere decir que vamos a escuchar al Gobierno.
 
¿Por qué, entonces, Mark Burton, abogado de “Trinidad”, dice que sí se están dando conversaciones en el más alto nivel. Y algo similar dijo Sergio Jaramillo...
No sé cómo calificar las declaraciones de otra gente. El gobierno de Colombia no nos ha pedido que dejemos libre a alias Simón Trinidad para participar en las conversaciones.
 
¿Existe la posibilidad de un trámite administrativo entre los dos países?
Es algo muy hipotético. No sé si hay mecanismos, no soy experto en el tema. El sistema judicial es completamente independiente.
 
Se ha visto, por ejemplo, que EE.UU. devuelve presos a Canadá, Italia, México, etc. Gente condenada devuelta a terminar sus penas en sus propios países...
Es cierto, existen ese tipo de acuerdos. Dependen de dos elementos: un acuerdo bilateral y un marco internacional. No soy abogado, pero sé que hay un marco con la ONU y uno con  la OEA.
 
¿Y con Colombia?
No sé. No lo he investigado.
 
¿Estaría EE.UU. dispuesto a renunciar a la solicitud de extradición de los jefes guerrilleros tras un acuerdo de paz?
Otro tema hipotético. En mi manera de ver hay cosas que se deben decidir al final, y eso es algo que vale en una negociación, en la vida, en los negocios. No es importante ni aconsejable llegar a conclusiones antes de tiempo. No estoy señalando que eso sea posible, digo que hay cosas que se deben discutir al final, no antes.
 
¿Qué tanto escuchan en EE.UU. al expresidente Álvaro Uribe, un opositor del proceso de paz?
Mucho. Hemos tenido una relación muy buena con él. Es representante elegido de un sector importante del pueblo colombiano y tenemos contacto con él y lo respetamos, al igual que con muchos otros. Los escuchamos a todos. Uribe tiene mucha credibilidad en EE.UU., y muchos amigos también.
 
Esta semana el expresidente pidió respaldo en Washington ante la persecución política y judicial que, dice, sufren quienes participaron en su gobierno. ¿Ello podría traducirse en concederle asilo al exministro Andrés Felipe Arias?
En el hemisferio seguimos muy de cerca la vitalidad de la democracia colombiana, y ese criterio se está cumpliendo. No tengo mucho temor al respecto. No puedo hablar del tema en particular, hice un juramento para respetar las leyes y hablar del estatus migratorio de una persona va en contra de eso. 
 
¿Por qué al “Tuso” Sierra lo dejaron quedarse en EE.UU. tras cumplir su pena, a pesar de que tiene procesos pendientes en Colombia?
La ley estadounidense les prohíbe a sus funcionarios hablar de la condición migratoria de cualquier persona, es un delito. No entraré en pormenores.
 
¿Está llegando el momento de revaluar el tema de la extradición como una herramienta en la lucha contra el narcotráfico?
Ahora vemos que muchos prefieren irse a negociar sus penas en EE.UU.No estoy tan seguro de eso. La extradición ha ayudado mucho a la justicia colombiana, porque la gran mayoría de procesos se hacen con base en las investigaciones de los fiscales de acá y el hecho de que reciban su condena en EE.UU. es una victoria para los dos países. También es buena para las víctimas. Alrededor del 98% de los colombianos extraditados a EE.UU. resultan condenados y aceptan su pena, no van a juicio. Las penas son fuertes, además. El promedio desde 2002 es de nueve años y eso en una cárcel federal no es una broma. Y los casos más graves, como los 15 jefes paramilitares extraditados en 2008, en promedio están condenados a 25 años. Eso de que prefieren negociar con fiscales estadounidenses no lo creo.
 
Por cierto, muchos en Colombia cuestionan la extradición de esos jefes “paras” ante las deudas pendientes con las víctimas...
Y es una preocupación legítima. Por eso, cuando estaba en la Oficina de Asuntos Andinos (2008) creamos un sistema de la mano de las justicias colombiana y estadounidense y de las víctimas: unas salas de video para que todas puedan participar en todos los trámites necesarios: versiones libres, declaraciones. Este programa empezó en octubre de 2008 y hasta el momento se han hecho más de 3.000 audiencias con participación de los fiscales de Colombia, víctimas, condenados, etc. 
 
En síntesis, a usted no le suena para nada modificar la extradición...
Es el sistema más valioso que tenemos en todo el mundo. Ahora bien, el proceso de extradición se hace con base en un acuerdo bilateral. Para nosotros está funcionando muy bien.
Pero algo debe estar pasando cuando ya no se escuchan aquellas frases de que se prefiere un tumba en Colombia a una cárcel en EE.UU.
Eso es un mito urbano. Habría que preguntarles a ellos. Pero  si están acusados de crímenes importantes en EE.UU. y quieren someterse, bienvenidos.
 
¿La decisión de Colombia de suspender las fumigaciones con glifosato es un “desafío” al gobierno de EE.UU., como señaló “The New York Times”?
No la interpretamos así. Es una decisión soberana de Colombia y la aceptamos. Ya expusimos nuestros argumentos y, en la medida en que se esté interesado en la cooperación en otros ámbitos, estamos disponibles para buscar otras herramientas.
 
¿Como cuáles?
Por ejemplo, la interdicción. Si se cultiva coca en el país, hay que enviarla al mercado, y el mercado principal es nuestro país. Estamos conscientes de eso y hemos aceptado la corresponsabilidad desde hace 20 años. Entonces, interceptar la cocaína es algo que ya se puede hacer. Tenemos programas con la Fuerza Aérea, la Fuerza Naval y eso se puede incrementar. Dos, se puede ir en contra de los laboratorios, que son una pesadilla y normalmente están en partes del país que son muy vulnerables. Y finalmente, el intercambio de información. Gozamos de buenos datos y eso es clave.
 
¿ Y la erradicación manual?
Tenemos mucha experiencia en eso y es difícil, peligroso, demorado y además muy costoso. No es cuestión de lanzar unos campesinos y ya. Se requiere preparación, se necesitan helicópteros, hay que desminar. Actualmente no tenemos mucho que ver con la erradicación manual, ese es un programa colombiano y no está financiado por nosotros, aunque podemos buscar aumentar nuestra participación. Vamos a escuchar qué quiere el Gobierno.
 
¿No hay un herbicida que reemplace el glifosato?
El glifosato es el método más eficaz y seguro. Hemos investigado alrededor de 30 moléculas que se podrían usar como herbicidas y ninguna tiene una mejor  combinación de efectividad y seguridad. Ojalá se pueda encontrar otra, pero hasta el momento y luego de años de investigación no hemos encontrado algo así.
 
¿Ve la suspensión de las fumigaciones como un retroceso en la batalla contra el narcotráfico?
Está por verse, ojalá no. Para nosotros el hecho de que no se vaya a poder fumigar no significa que vaya a haber más coca. Ese es un riesgo y, como en cualquier cosa, hay que tenerlo en cuenta y contar con una estrategia para asegurar que las cosas no empeoren. Entiendo que esa es la intención del Gobierno.
 
Se está abriendo paso en América Latina un nuevo enfoque en la lucha contra el narcotráfico. ¿Se puede pensar en la legalización de la marihuana y la eliminación de cárcel para pequeños traficantes y cultivadores de coca?
Son decisiones de Colombia. En mi país hay varios elementos: uno, no hemos hablado de una guerra contra narcóticos desde hace décadas; dos, es cierto que hemos ayudado a distintos países, incluso a Colombia, que están en lucha contra el narcotráfico. Desde 1999, cuando empezó el Plan Colombia, la contribución ha sido de alrededor de US$9.500 millones. Y el año pasado, en programas de prevención, de ayuda a víctimas de la droga y otros —a nivel federal, estatal y municipal en EE.UU.— la contribución alcanzó más de US$10.000 millones. Mi punto es que la idea de cambiar el enfoque ya se ha dado.
 
En lo personal, ¿qué piensa de la legalización de la marihuana?
Soy embajador, no tengo opinión personal. Pero le cuento una anécdota: me gradué de la Universidad de Virginia en 1979 y conocí a mucha gente que fumaba marihuana en su momento. A ellos, los que siguieron fumando, estoy seguro de que les ha costado.
 
¿Y usted la probó?
Eso no se le pregunta a nadie. Por supuesto que no.
 
¿Ese panorama de respaldo estadounidense al proceso de paz podría cambiar con el resultado electoral en su país en 2016?
Hay un consenso bipartidista acerca de Colombia. Y eso es bueno, pues en Washington no pasa mucho. La verdad es que la gran mayoría de la gente no sabe mucho de lo que pasa en Colombia, quizás saben que están en un proceso de paz, que son un país aliado (…) es importante mantener esa visión positiva, algo que el embajador Luis Carlos Villegas hace muy bien.
 
¿Cómo ven que se abra un nuevo frente de negociación con el Eln?
El gobierno colombiano lo explica muy bien: la inclusión de todas las guerrillas puede ayudar al proceso de paz; en cambio, la exclusión de una guerrilla no es lo idóneo. Respaldamos eso, aunque no tenemos un papel directo.
 
¿Es cierto que hay inconformismo en EE.UU. por el incumplimiento de algunos puntos del TLC?
Sí. Hemos tenido preocupaciones con el comportamiento de Colombia y su adhesión a la letra del tratado. Por ejemplo, nos preocupa mucho lo que pasa con la chatarrización de los camiones. Hay barreras a la importación de camiones de gran tamaño en el país y hemos hablado mucho con el Gobierno al respecto, sin que hasta el momento se haya llegado a una conclusión que sea conforme con las obligaciones de Colombia en el tratado. Eso tiene efectos reales: el año pasado perdimos cientos de millones de dólares en ventas, sólo EE.UU.
 
Sin embargo, en Colombia hay sectores que siguen viendo el TLC como algo desventajoso...
Tenemos problemas de disputas individuales, algo normal. El punto más importante es que el comercio ha llegado a US$40 billones, el doble de hace 12 años, con una leve ventaja para Colombia. Estamos buscando la manera de asegurar que los productos colombianos tengan pleno acceso al mercado de EE.UU. y es importante que aquí reconozcan que hay ventajas. Trabajamos para dar entrada a la uchuva, el aguacate y la carne a unos mercados grandes. Eso no es una cosa que se hace de la noche a la mañana, hay requisitos.
 
Más allá de eso, también hay denuncias sobre el incumplimiento de Colombia en los compromisos laborales. ¿Eso tiene eco en EE.UU.?
Estamos muy interesados en asegurar que los compromisos se cumplan. Creo que se ha cumplido mucho, aunque hay cosas en el sistema de subcontratación y estamos en eso. Colombia ha hecho mucho, hay voluntad palpable y efectiva por parte del Ministerio de Trabajo, aunque hay gente en mi país que quiere ver más. Tenemos un agregado laboral por primera vez en la Embajada, una persona cuyo trabajo es tomar nota sobre lo que pasa.
 
Con la caída de las exportaciones de petróleo, ¿pasaremos  a una balanza desfavorable para Colombia?
Depende de muchos factores, no puedo predecirlo. Al lado de los productos agrícolas hay muchos pormenores. En cuanto a la carne, hay un mercado grande en EE.UU. La carne colombiana es buena, pero para exportarla el país debe estar libre de aftosa y no lo está. La Agencia de Agricultura de EE.UU. es la que tiene que ver con esas leyes.
 
Hay dos sectores en donde la influencia de EE.UU. es importante: el empresarial y el estamento militar. ¿Cómo los ve de cara a la paz y el posconflicto?
En una situación de posconflicto todos van a tener su papel. En un diálogo con la Cámara de Comercio Colomboamericana de Medellín sobre los espacios que se deben abrir en el sector privado en el posconflicto, hablábamos de que se necesitarán más puestos de trabajo, ayuda económica, etc. Mi esperanza es que ellos decían que toman decisiones de liderazgo, pero eso es fácil de decir en abstracto. La pregunta luego será: ¿quiere vivir al lado de un desmovilizado? ¿Quiere darle trabajo? En la parte militar veo un compromiso fuerte. Las Fuerzas Armadas respaldan al gobierno civil elegido democráticamente.
 
Usted ha hablado del apoyo de EE.UU. en el posconflicto. ¿De qué manera?

Nuestro gobierno puede pedir, pero el que decide es el Congreso. Sería cuestión de solicitar más ayuda para ese propósito y voy a abogar por eso. Ahora, en muchos municipios ya estamos en el posconflicto. Yo estuve en Chaparral, muy cerca de Marquetalia, y este lugar está pujante, con una economía fuerte, metiéndole duro al tema del café. Otra cosa: en el posconflicto inmediato se necesita ayuda para desmovilización, pero el concepto no está decidido porque es cuestión de los colombianos. Pero si en este momento Colombia quiere participación de mi país, hay que buscar la manera de hacerlo. De lo que se trata es de infraestructura, de institucionalidad, de alternativas, de estilo de vida, y en todas esas áreas estamos involucrados. Los colombianos quieren una vida legal integrada en una economía. Yo le he preguntado a la gente: Si el Gobierno puede hacer algo, ¿qué sería? Y la respuesta casi siempre es: “más carreteras”.

 

El TLC en breve

Caída del 31% en las exportaciones
La mincomercio, Cecilia Álvarez, explicó que las exportaciones a EE.UU. cayeron en 2014 un 23% frente a 2013, debido a la baja en 31% en los bienes minero-energéticos (petróleo, carbón, ferroníquel, oro y esmeraldas).

No era sólo para vender lo tradicional

Recordó el Gobierno que el acuerdo se firmó para estimular las exportaciones no minero-energéticas de Colombia y para promover la inversión estadounidense en el país.

Subieron las no tradicionales

De acuerdo con el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, el balance de los tres años del TLC entre Colombia y EE.UU. revela que, en promedio, las exportaciones no minero-energéticas aument

33% han crecido las compras de café colombiano en Estados Unidos en lo que va corrido del acuerdo comercial.

434 nuevos productos se han exportado a los estados norteamericanos desde que entró en vigencia el TLC.

 

Por Angélica María Lagos, Hugo García Segura, Élber Gutiérrez Roa

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