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La paz, la preocupación

El futuro de los diálogos que se adelantan en La Habana generan cada vez mayor interés y confianza entre los aliados de Colombia, que analizan desde esa óptica a los candidatos.

Elizabeth Ostos, Lisa Haugaard, Gustavo Palomares
25 de mayo de 2014 - 02:00 a. m.
Iván Márquez,  Pablo Cataumbo (c) y Jesús Santrich, voceros de las Farc,  en el Palacio de Convenciones de La Habana.    / AFP
Iván Márquez, Pablo Cataumbo (c) y Jesús Santrich, voceros de las Farc, en el Palacio de Convenciones de La Habana. / AFP
Foto: AFP - YAMIL LAGE

* Venezuela, a la expectativa

Relaciones políticas, proceso de paz e intercambio comercial son tres de los ejes de la campaña presidencial de Colombia que impactan en Venezuela. Desde este lado de la frontera, sectores del Gobierno y de la oposición ponderan el desarrollo de la ruda contienda.

Para la internacionalista Beatriz de Majo, “a diferencia de procesos anteriores, cuando se sabía poco de las propuestas y posiciones de cada candidato, en estos comicios los políticos venezolanos tienen una posición asumida. Los revolucionarios prefieren a Juan Manuel Santos y los opositores a Óscar Iván Zuluaga”. Explicó que de ganar el candidato del Centro Democrático, “las relaciones políticas se pervertirán inevitablemente. Al gobierno de Maduro, al igual que al de Chávez en su momento, le conviene tener un enemigo externo contra quién enfilar sus ataques para generar cohesión en sus filas y distraer la atención del drama económico y social que vive el venezolano”.

Pero de triunfar Santos el comercio bilateral no se repotenciaría. La analista considera que las relaciones económicas están en su punto más frío, “a pesar de la supuesta cercanía de Maduro y Santos. Para este año, con suerte, las exportaciones de Colombia a Venezuela alcanzarán los US$1.500 millones. Esa cifra es menos de la cuarta parte de lo que se negociaba en épocas del presidente Uribe”.

Sobre el proceso de paz, De Majo cree que Venezuela ya no es un actor de influencia en el mismo. “Chávez desempeñó un rol que facilitó su inicio (el de los diálogos), pero el gobierno de Maduro apenas lo sigue muy de lejos a través de un representante que no tiene ninguna voz en el país ni creo que tenga influencia alguna en el ánimo de los insurgentes”.

El exdiplomático venezolano Milos Alcalay considera que las relaciones binacionales han sido de amor y odio en los últimos 15 años. “La política exterior de Venezuela es la del partido de gobierno y no la de un Estado, lo cual afecta cualquier tipo de contacto con alguna nación hermana como Colombia. El presidente Santos se ha manejado con la realpolitik y esto le ha dado resultados, pues pese a los encontronazos con Maduro, mantiene relaciones fluidas con Venezuela”.

Además dijo que la campaña electoral “ha sido atípica por la gran cantidad de episodios de guerra sucia. Y los expresidentes han sido líderes: Uribe, Pastrana y, a último momento, Gaviria. El tema de Venezuela ha estado presente en asuntos relativos al proceso de paz y en cómo relacionarse con el gobierno de Caracas, sobre todo entre los candidatos Santos y Zuluaga, tan enfrentados políticamente. Espero que en ningún caso de desentierre el hacha de la guerra entre Caracas y Bogotá. La beligerancia no dependerá tanto del lado de nuestros vecinos, sino de las acciones de Maduro ante los movimientos de la nueva gestión colombiana, sea quien sea”.

Finalmente, el presidente del Colegio de Internacionalistas de Venezuela, Juan Francisco Contreras, estima que, “si impera la sensatez en el gobierno de Maduro, se deberían tener las mejores relaciones con cualquiera que sea el triunfador en los comicios. Santos ha sido muy pragmático con Venezuela y, a pesar de no ser un revolucionario, se hizo amigo de Chávez y no dudo que lo sea de Maduro. A él le conviene una política de buena vecindad”.
Pero si gana Zuluaga, “no veo que Maduro tenga la suficiente fuerza para enfrentarlo”.

*Elizabeth Ostos, CARACAS

*EE.UU.: más allá de la retórica

Los políticos estadounidenses perciben que la relación entre EE.UU. y Colombia es estrecha y que perdura aun frente a las transiciones de poder. Pero eso no significa que no haya ciertas preferencias en privado. El entusiasmo por la línea dura del gobierno de Álvaro Uribe comenzó a decaer en los pasillos del Departamento de Estado y las del Congreso estadounidense durante su segundo mandato. El número cada vez mayor de falsos positivos —no hablando en términos de una abstracción, sino de personas, hijos de probablemente más de 4.000 madres—, las chuzadas del DAS, un organismo financiado por EE.UU., en contra de la oposición, magistrados de la Corte Suprema, defensores de derechos humanos y periodistas, y la búsqueda de un tercer mandato lo hizo cada vez más y más difícil para mantener posicionado a este presidente colombiano en un pedestal inestable.

Fue una bocanada de aire fresco para EE.UU. cuando el presidente Santos entró con un nuevo enfoque, un tono más inclusivo y lanzó la Ley de Víctimas. Sin embargo, le tomó tiempo al gobierno estadounidense creer en el proceso de paz. El apoyo inicial fue tentativo, no muy confiado, pero la confianza y el entusiasmo han crecido gradualmente en los pasillos de la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Congreso (lo que no se sabe concretamente es la opinión del ejército estadounidense). Voten como voten los colombianos, hay un creciente deseo dentro del gobierno de EE.UU. —que hizo tanto para fomentar la guerra— por apoyar la paz. Y sí, hay esperanza de que quien tome el mando en Colombia podría concretar la paz.

El gobierno estadounidense tendrá que enfrentar y tomar decisiones difíciles para ir más allá de una retórica alentadora y convertirla en un apoyo estratégico y tangible para la paz. Estados Unidos debe apoyar mecanismos fuertes para la verdad, justicia y derechos de las víctimas para crear una paz duradera, aunque es más probable que se quede al margen de este debate crucial.

Aunque la Casa Blanca se ha comprometido a proporcionar la asistencia necesaria para implementar un acuerdo de paz, ¿proporcionará los recursos suficientes para hacerlo? ¿Estará dispuesta la burocracia de la guerra antidroga a ponerle fin a su romance perverso con las campañas de aspersiones aéreas —lo cual sería necesario para que el acuerdo sobre la política de drogas con su énfasis en la erradicación voluntaria y consulta con las comunidades—?, ¿será posible que los militares estadounidenses y el Departamento de Defensa alienten a los militares colombianos para que acepten la paz y se adapten a nuevas y limitadas funciones después del acuerdo de paz?, ¿se transformará verdaderamente la asistencia de Washington para la guerra en apoyo a la paz?

* Lisa Haugaard, Directora ejecutiva de Latin America Working Group

*UE: una apuesta por la superación de la violencia

Las cancillerías y gran parte de la opinión pública europea valoran las elecciones presidenciales en Colombia por el efecto que puedan tener en el proceso de paz. Los escenarios hipotéticos y los distintos candidatos son vistos bajo la mirada preocupada de que la no reelección del actual presidente podría dar al traste con un proceso que, sin ser conocido en detalle, es seguido cada vez que van cerrando parcialmente los distintos puntos de la agenda de negociación. Es lógica esta visión europea del proceso electoral, si tenemos en cuenta que la apuesta por este proceso fue valorada inicialmente con la prudencia y el escepticismo frutos del fallido intento de tantas experiencias anteriores.

Las especulaciones numerosas sobre una posible utilización del proceso de paz para conseguir otros objetivos —más aún viniendo de uno de los hombres “duros” del gobierno anterior— fueron disolviéndose con el avance de las negociaciones y con los acuerdos parciales conseguidos que, desde la sensibilidad europea en la solución de conflictos, suponen la oportunidad histórica para la superación de la violencia en Colombia.

La búsqueda de la paz como condición sine qua non para todo lo demás —más aún en un historial en donde por mucho tiempo, de forma errada, se ha asociado en el Viejo Continente a Colombia con guerra— explica el por qué el proceso de paz tiene incluso más apoyo en Europa del que pueda tener Colombia. En numerosos ámbitos europeos se empieza a hablar del proceso de paz como un proceso irreversible. De forma especial ahora, superado el tercer punto de la negociación. Se preguntan qué candidato estaría dispuesto a pagar el costo histórico de dar al traste con una negociación tan avanzada. Error, craso error, a tenor de las posiciones mantenidas por el candidato del Centro Democrático.

Han pasado a un segundo plano por el lance electoral, el momento dulce que están atravesando las relaciones con Colombia en el ámbito económico y comercial, la firma del nuevo tratado de libre comercio con la UE, su desarrollo y la incidencia que en ello pudiera tener la victoria de uno u otro candidato. Dentro de las políticas de cooperación sólo existe una limitada preocupación por aquellas desarrolladas por las distintas agencias gubernamentales europeas, de la propia Comisión o de instituciones vinculadas a la política de paz, el apoyo a las víctimas y, sobre todo, a la construcción de un escenario de superación de la violencia y de posconflicto.

*Gustavo Palomares, Presidente del Instituto de Altos Estudios Europeos y catedrático europeo en la UNED de España.

Por Elizabeth Ostos, Lisa Haugaard, Gustavo Palomares

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