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Más de cuatro años de guerra están dejando profundas cicatrices en los niños sirios. Los que logran escapar vivos de las balas, las armas químicas y la pérdida de su familia tratan de recuperarse del trauma y el estrés. De acuerdo con Unicef, 5,6 millones de niños viven en condiciones extremas dentro de Siria, como pobreza, desplazamiento y estado de sitio. Hace apenas un año la ONU había denunciado el riesgo de que se “pierda una generación entera de niños”.
Relatos de pequeños que han sobrevivido hablan de abusos físicos y sexuales, han sido sometidos a simulacros de ejecuciones, quemados con cigarrillos, encerrados en solitario y expuestos a torturas de familiares. Muchos han sido mutilados o golpeados para obtener confesiones o presionar a familiares para que se entreguen. Cerca de 2 millones de niños viven como refugiados en Líbano, Jordania, Irak, Turquía, Egipto y otros países del norte de África. Estas son algunas historias.
Shahad tiene cuatro años y desde hace casi dos está en un campo de refugiados en Jordania. Según le relató su mamá, Majda Ibrahim, a la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), la pequeña perdió el habla después de que un mortero explotara en su casa. “Pensaron que no había sobrevivientes, pero mis hijos y yo resultamos ilesos. Shahad entró en shock. Duró cuatro días tuvo fiebre y cuando se recuperó no podía ir al baño sola y, lo peor, dejó de hablar”.
Un psicólogo le diagnosticó trauma, al igual que a muchos niños que llegan de Siria. “Nos dijo que su mente había retrocedido a la de un bebé, había perdido el habla y toda esa etapa de su vida se perdió”. Se encontró con cientos de niños en sus mismas condiciones, niños de hasta 17 años que se han convertido en bebés por cuenta del horror. “Hay cientos de niños que han visto cosas que no deberían, que han visto la muerte y el horror”, dijo Sameh, otro sobreviviente.
Los que se quedaron en Siria, que se calcula son cerca de 3 millones, no han podido ir a la escuela en cuatro años. Muchos no pueden dormir por temor a que durante la noche caigan bombas en sus casas y muchos, según testimonios recogidos por Unicef, aún tienen esperanza. Ahmed, de 10 años, quiere ser médico. Dala profesora, pero lleva dos años sin asistir al colegio. Human no ha dormido en una cama desde hace dos años.
Varios pequeños le han contado a Save the Children que han visto a sus amigos y familiares morir. Pasan hambre y cuando están enfermos no disponen de medicina, ni siquiera de agua potable. Ir a la escuela es muy peligroso, pues los colegios son blanco de los ataques.