Beatriz Valencia: un reclutamiento forzado y una desaparición

A Beatriz Valencia le reclutaron a su hija menor y, mientras buscaba a su hermana, fue desaparecida la mayor de sus tres hijas. El cuerpo de una de ellas ya está con sus familiares, no obstante, al otra sigue sin aparecer. Este es su relato.

Redacción Judicial
30 de agosto de 2016 - 09:38 p. m.
Beatriz Valencia aún busca a su hija mayor. / Foto: Óscar Pérez
Beatriz Valencia aún busca a su hija mayor. / Foto: Óscar Pérez

“Fue el miércoles santo de 2002 cuando mi hija Luz Marina no despertó en la casa. Se había ido y dejó una carta en su cuarto. Decía que la guerrilla se la había llevado para darle la educación que yo no le podía dar. Fue una gran mentira. A ella se la llevaron con engaños, a los pocos días de su desaparición le pusieron un fusil en las manos y la mandaron al frente. Si me hubiera dicho que los guerrilleros la estaban persiguiendo, yo de inmediato la hubiera mandado para Bogotá para evitarnos esta tragedia. Yo la hubiera defendido.  Pero no fue así. Ella tenía 15 años y estaba en séptimo de bachillerato. Le encantaba ir al colegio y su sueño era estudiar medicina. Era una niña muy aplicada y responsable. Además jugaba muy bien fútbol con un equipo del colegio, era la que metía los goles. 

Se la pasaba con su hermana mayor, Clara Patricia, quien le llevaba cuatro años. Eran muy unidas pero cada una tenía sus gustos: Luz Marina estaba dedicada completamente a sus estudios y la mayor se había dedicado a trabajar. Por eso, cuando desapareció su hermana menor, Clara Patricia se empeñó en ir a buscarla. Yo le ayude con un pasaje para que fuera a buscarla a Villavicencio. Nosotros vivíamos en una finca en El Castillo (Meta), en donde nos dedicábamos, junto a mi excompañero y otros tres hijos, a la ganadería y al cultivo de chocolate, plátano, yuca y maíz. La mayor hizo todas las vueltas para encontrarla. En la Fiscalía le mostraron unas fotos de unos guerrilleros muertos en combate y ella se la quedó. Ahí estaba su hermanita.

(Beatriz Valencia carga en una carpeta negra la misma foto con la que su hija mayor identificó a su hermana Luz Marina. No le importa mostrar el cuerpo sin vida de su hija, que tiene varias manchas de sangre en el pecho. Lo hace, básicamente, porque es la última y única prueba que tiene para demostrar que su hija debe estar en algún cementerio de los Llanos. Beatriz Valencia se aferra a esa brutal imagen porque sabe que es la prueba para demostrar la negligencia de un Estado para devolverle los restos de su hija). 

A Clara Patricia le tocó buscar muchos papeles para que le entregaran el cuerpo de Luz Marina. Ella me decía: “Mamita, yo me voy a buscar a mi hermanita. Yo no la voy a dejar por allá tirada como a un perro”. A mí, mientras tanto, me amenazaron los guerrilleros diciéndome que en cuanto mi hija menor creciera, en ese momento tenía 2 años, también se la iban a llegar. Pero Clara Patricia se empeñó en recuperar a Luz Marina. 

Hasta que un día un hombre se le acercó y le dijo que si seguía escarbando sobre la muerte de su hermana, no iba a pasar una noche sin que la patearan también las moscas también. Ahí quedó esa niña. Yo duré hasta el año pasado sin saber nada de ella. El día que desapareció, me llamaron y me dijeron que había tenido un accidente y que la fuera a buscar en el hospital de Granada (Meta). Hasta allá llegué pero el celador no me dejó entrar. Solo me dijo que lo único que había llegado había sido un cadáver. Pero no me dejaron entrar. 

Me fui para la Fiscalía y puse el denuncio. No podía creer que estuviera pasando otra vez por toda esa tragedia con otra hija. Con una ya era suficiente. No supe nada más. Nadie me daba razón de mis hijas y así pase muchos años. El colectivo Orlando Fals Borda ha sido muy importante a la hora de buscar a mis niñas. En diciembre del año pasado, por fin, me entregaron los huesitos de Clara Patricia. Pero de Luz Marina todavía no sé nada. ¿Puede creerlo?

Yo no entiendo por qué hicieron eso con ellas. ¡Es que Clara Patricia dejó tres niñas muy pequeñas! Pero así sea difícil, hay que dejar el miedo porque tenemos que sacar a la luz todo esto para que lo que les pasó a nuestros hijos no quede en la impunidad. Hay que decir la verdad porque los que les quitaron la vida a ellas no pueden estar riéndose. Hay que pelear en esta lucha y salir adelante. Nos toca ser valientes. Yo lo soy a raticos. Yo no entiendo de verdad cómo se llevan a nuestros hijos de esa manera. Esos bárbaros no tienen el derecho de quitarles la vida. Entonces, ¿por qué lo hacen?”.

Por Redacción Judicial

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