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Lady Noriega es una mujer sin rodeos. Sin guardarse nada, en este diálogo con El Espectador le dispara a todo el mundo. Califica a la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica como un club privado y ambicioso al que le asusta la competencia y advierte que muy a pesar del matoneo que vivió por una cirugía estética que terminó mal, jamás saldría a arruinar profesionalmente a un médico.
¿Por qué decidió terciar en la pelea entre la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica y la Asociación de Cirugía Plástica, integrada, entre otros, por el médico Francisco Sales Puccini, cuya idoneidad profesional ha sido puesta en duda?
Lo que yo veo de cómo se están tirando entre cirujanos plásticos y médicos estéticos que han ido a hacer un posgrado a Brasil y han homologado sus títulos en Colombia, es una guerra mediática muy baja. Están mirando a ver a qué médico le pasa una desgracia para vituperarlo públicamente y tacharlo de tegua. Es doloroso. Lo ideal es que el paciente fuera el objetivo a proteger en todo este debate. Pero lo que veo es que detrás de la garrotera entre cirujanos plásticos hay un negocio muy rentable. Mientras tanto, unos y otros se acusan mutuamente de pacientes que se les murieron o complicaron. Un espectáculo que no puede pasar cuando los pacientes exponen su salud.
¿Dice usted que detrás de la garrotera está el interés por controlar un negocio?
Los miembros de la Sociedad de Cirugía Plástica siempre han sido los que tienen la última palabra de los procedimientos, de a quién se avala y a quién no, y se toman atribuciones como ente regulador de estos médicos. Me da pena con ellos, pero no son ente regulador de nada. Ellos son un club, una entidad privada, y no pueden estar poniendo los precios de las cirugías y diciendo quién está preparado y quién no. Para eso está el Ministerio de Educación. Y no entiendo cómo se atreven a criticar a médicos que van y hacen sus posgrados en el extranjero, cuando ellos dentro de su sociedad tienen médicos que se titularon de esa manera.
¿Pero dónde está el negocio que denuncia?
Como espectadora y como víctima de estos procedimientos, lo que creo es que la Sociedad de Cirugía Plástica, de una manera ambiciosa y exclusiva, quiere quedarse con el derecho de ejecutar todos los procedimientos estéticos y plásticos en el país, cuando hay otras personas que se han preparado. Mire, uno de esos médicos tan criticados que estudió en Brasil, a los que muchos quieren dar por teguas, fue el que me arregló el problema facial que me produjo, cosa paradójica, una reputada cirujana de la Sociedad de Cirugía Plástica.
¿En su criterio, entonces, lo que hay es un club privado que no quiere más competencia?
Ni la medicina estética ni la cirugía plástica están reguladas en Colombia y como el Estado no ha tomado cartas en el asunto, ha permitido que ese club cerradito de la Sociedad de Cirugía Plástica se tome la atribución de decir “nosotros somos los dueños de este paseo y punto”. Ningún médico, por títulos que tenga, está exento de que su paciente se complique o se muera. Para mí es claro que este pequeño y ambicioso club está sintiendo una competencia que no quería. Y al final, unos y otros esperando a ver quién se equivoca o le pasa una desgracia para acabar vidas profesionales.
Vamos a su caso personal. ¿Qué cirugía se hizo y por qué se complicó?
Yo tenía un problemita con el mentón, que era muy pequeño y tenía sobrante de piel en la parte de abajo. Eso no registraba bien en televisión. Busqué a una cirujana para que me resolviera el tema y ella me dijo: “Te puedo poner un rellenito y con eso lo solucionamos”. Pues el bendito relleno funcionó bien, pero a los cinco años noté que se me había generado una dureza donde me habían inyectado. Además, el relleno migró, la cara se puso asimétrica, se me inflamó y no había forma de extraer eso. Me metieron cánulas, inyecciones, líquidos disolventes. Fue un calvario. Y, fíjese, fue una cirujana de ese club cerrado de la Sociedad de Cirugía Plástica la que me operó.
¿Cómo salió de ese infierno?
Llegué a Medellín a donde una amiga que había visto con su boca llena de bolas por otra mala cirugía. La vi recuperada y le pregunté qué se hizo. Ella me contó de un médico que le había ayudado. Me entusiasmé, pero por el terrorismo de los cirujanos de que me podían dejar peor no me atrevía a hacerlo. Duré seis meses viendo los procedimientos que hacía el doctor Rodolfo Chaparro (quien hoy es su esposo), lo que estaba estudiando en Brasil. Cuando él me intervino la boca, en 40 minutos la tuve como no la veía hacía ocho años. No lo podía creer. A mí, cuatro de los más reputados médicos en cirugía reconstructiva de la Sociedad de Cirujanos Plásticos me tenían aterrorizada diciéndome que no me fuera a hacer nada, que me quedara así con la boca torcida, que eso ya no tenía reversa y que podía hasta empeorarse. Me dijeron, en últimas, que ya me habían dañado la cara y que de malas.
¿Cómo fue ese calvario por cuenta de esa cirugía?
Fue horrible. Cada intervención era más dolorosa y quedaba más inflamada. Yo me sometí a eso tratando de recuperar mis facciones. Duré meses encerrada, sin poder trabajar, con un perjuicio económico impresionante. Pero, además, me volví la burla de todos los programas amarillistas, donde solían darme el primer lugar entre las “mujeres deformadas”. Llegaron a decirme “el monstruo de los biopolímeros”.
¿Cuánto tiempo sufrió ese matoneo mediático y cómo lo enfrentó?
Duré más de tres años soportando esos ataques. Se burlaron de mí. Me destruyeron. En esos tres años nadie me dio trabajo. Por eso mi desespero para buscar ayuda, y lo que me decían era “devuélvase a donde la médica que le dañó la cara”. Un calvario que empezó en 2007 con mi boca y mentón deformados, hasta que en 2012 el doctor Chaparro, que estaba estudiando en Brasil, me salvó. Él me dijo que podía corregir esas deformaciones con un procedimiento muy simple. Acepté muerta del susto. Pero cuando me vi no lo podía creer. Ni siquiera estaba inflamada la boca.
Según su experiencia, ¿esta asociación tan criticada en los últimos días sí tiene gente profesional?
Sí, por eso me ha molestado tanto el manejo dado a esta situación, porque aquí lo que hay de fondo es algo muy diferente. La Sociedad de Cirujanos Plásticos está calificando a la Asociación de Cirugía Plástica y Estética como teguas que improvisan, sin estudio ni competencias. Una vaina tan baja y tan poco seria. Yo no puedo creer que esta sociedad excluyente se crea la dueña de este paseo, cuando otros médicos titulados igual de calificados vienen abriéndose camino e innovando.
Y en medio de las garroteras, ¿los pacientes qué?
Aquí los pacientes no le importamos a nadie, estamos desprotegidos, tirados a nuestra suerte, mientras ellos pelean por quién se queda con un negocio muy rentable. Esa es la realidad tras bambalinas detrás de este circo mediático. ¿Y el Estado qué?
Tampoco un circo. Varias mujeres, unas de ellas periodista, han denunciado a estos médicos que estudiaron en Brasil, incluido el señor Francisco Sales Puccini, quien, según la denunciante, le hizo un mal procedimiento que la afectó de por vida.
Yo conozco a Sales Puccini. Es médico cirujano titulado, con posgrado como cirujano plástico, pero ha tenido la mala suerte de que algunos pacientes han tenido complicaciones. Y eso se lo han publicado y restregado. La periodista denunció que su busto cicatrizó mal. Yo también habría podido decir eso mismo de la médica que me destruyó la vida, pero no lo hice porque jamás deduje mala intención de su parte, por eso jamás trapeé con ella en los medios.
Pero Lady, el tema no es de buenas o malas intenciones, sino de la idoneidad del médico cirujano.
El caso de Sales Puccini le puede suceder a cualquier médico de este país. En todos los medios lo han sacado como un asesino iletrado, cuando es profesional y tiene dos especializaciones. Y te voy a traer una circunstancia que acaba de ocurrir: esta semana a la presidenta de la Sociedad de Cirujanos Plásticos de Colombia, que tiene clínica en Cali, se le murió una paciente. Entonces, ¿por qué hay un doble rasero? A Sales Puccini le cayeron con toda, ¿pero a esta médica qué? No hay escándalo. Esas complicaciones le pueden pasar a cualquiera, incluida la cirujana que me operó. Una comisión del Ministerio de Educación ya fue a Brasil y acaba de determinar que no hubo falsedad en los títulos.
Lady, pero vos has sido víctima, como la periodista denunciante. ¿No tiene ella el derecho a reclamar por lo que piensa que fue un mal procedimiento estético?
Sí, a mí también me destruyeron y me volvieron un fleco la vida pero, en mi caso, consideré que no debía destruir a esa cirujana que me operó, porque lo que ocurrió no fue porque ella hubiera querido tirarme la cara. Pasó porque en estas cirugías siempre hay riesgos.
Me llama la atención su posición, ya que usted fue víctima también de un procedimiento estético. En cambio, su defensa es por los médicos.
Lo que pienso es que uno antes de salir a los medios a decir que un médico no tiene los cartones que dice tener, primero debe cerciorarse. Quién más que yo para entender a esa periodista. Yo que duré años encerrada llorando mi suerte y siendo la burla de los medios. Yo, que también como ella, tenía entonces el poder de denunciar a esa cirujana que me operó. Pero no me pareció entonces ni me parece ahora que así deba resolverse este paseo. Aquí lo que toca es reglamentar estos procedimientos y que Colombia se vuelva un país más seguro para los pacientes. Aplaudo de todas formas el debate sobre cirugía segura. Pero, como en los diálogos de La Habana, toca que todas las orillas sean escuchadas de forma incluyente y sin privilegiar a nadie. Esto no resiste monopolios ni mafias.
¿Será que la gente que se somete a estos procedimientos estéticos no tiene plena consciencia de a veces se juega la vida en un quirófano?
La gente toma eso muy a la ligera, sin considerar que algo puede salir mal. Somos muy folclóricos. Aprovechemos este debate para que se apruebe la ley que busca reglamentar este tipo de medicina, pero, reitero, sin que una rosca de cirujanos plásticos se queden con todo. El proyecto de ley se ha caído varias veces, porque solo ha tratado de beneficiar a unos pocos. Hay grabaciones de la Sociedad de Cirujanos Plásticos, los supuestos buenos del paseo, en donde se habla de reunir plata para darles a políticos que los beneficien solo a ellos.
Algún malpensado podrá decir: ¿Y a Lady Noriega por qué le dio por defender así a estos médicos? ¡De ellos se afirma, incluso, que sus títulos no pasan de ser cursos de fines de semana!
(Risas) Esa asociación, calificada por muchos de pirata, fue la gente que a mí me recuperó la cara, a ellos les debo que hoy mi vida sea normal y que pueda pararme de nuevo frente a una cámara para trabajar. Como tengo el conocimiento directo de lo que pasa, me atrevo a hablar. Que me critiquen los que quieran. Igual toda la vida me han criticado. Le doy otro ejemplo: en 1996 decidí regalarle a mi mamá un estiramiento facial. Busqué al presidente de los cirujanos plásticos en ese momento. A los tres días ella no se aguantaba el ardor en la cara y cuando la revisaron tenía buena parte de la cara quemada. Lo que nos dijeron en ese momento es que como mamá había sido fumadora no cicatrizaba bien. Jamás salimos a hablar mal de ese médico. Una complicación se le puede presentar a cualquiera.
Pero hay casos emblemáticos, como el de la modelo Jessica Cediel. ¿Cree que hay un exceso de vanidad incontrolable que debe combatir la humanidad?
Puede que sí haya exageración en la vanidad y se nos pase la mano intentando prolongar esa juventud, pero creo que la medicina ha avanzado mucho y si nos enfocamos en la seguridad del paciente, no veo lío. En vez de desgastarse y autodestruirse como gremio, estas asociaciones deberían preocuparse porque sea regulada la ley de estética y de plástica en Colombia. Eso sí, sin mafias sicilianas.
Una regulación con muchos tropiezos en el Congreso