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La increíble historia de 147 soldados que pensaron que el 14 de abril de 2003 les había llegado el día de suerte al encontrarse alrededor de 18 caletas repletas de dólares y billetes colombianos –de los cuales se llegó hablar que sumaban $40.000 millones– se convirtió en una maldición que hasta un punto les costó la vida. Se han hecho una película y una serie de televisión que recrearon los relatos de los uniformados que fueron condenados el 1 de marzo de 2013 a pagar entre 48 y 72 meses de prisión dependiendo de su rango militar.
Los miembros de las compañías del Ejército Buitre y Demoledor eran 15 oficiales, tres suboficiales y 129 soldados, que estaban cumpliendo la misión de rescatar a tres contratistas estadounidenses –quienes además estuvieron en cautiverio con Ingrid Betancour y fueron rescatados en la operación Jaque– que habían sido secuestrados después de que las Farc derribara la avioneta en la que se movilizaban. Las selvas de la sierra de la Macarena (Caquetá) era el escenario en el que los militares realizaban su avanzada y también, el lugar donde sus sueños, creyeron, se le harían realidad.
Ese 14 de abril los soldados llegaron a un campamento desocupado de las Farc, en la vereda Las Morras (Caquetá) y cinco de ellos encontraron lo que sería la primera ‘caneca’ llena de dinero. Según los relatos de los implicados en este caso eran alrededor de 18 caletas que estaban enterradas a 50 centímetros de profundidad y su ubicación se lograba gracias a las señas que habían dejado los guerrilleros sobre los árboles y palos que estaban a los alrededores. Además, cuentan los uniformados que las caletas estaban marcadas con nombres de mujeres y con la cantidad de dinero que tenían en su interior.
Los sucesos que ocurrieron después ya son de conocimiento público. Los soldados quemaban el dinero para hacer fogatas, hacían grandes apuestas de dinero jugando cartas y en algunas ocasiones llegaron a los golpes. La primera gran compra que lograron hacer con este dinero los uniformados fue en una tienda en el caserío Puerto Amor, ubicado en la carretera entre Neiva y San Vicente del Caguán. Los grandes gastos y la propina que dejaron al dueño del establecimiento rayaban con la realidad de un soldado en campaña, que a duras penas come arroz y toma agua lluvia.
Una de las anécdotas que más recuerdan los implicados en este caso es la crisis nerviosa que sufrió uno de sus compañeros al interior de uno de los aviones que los transportaban regreso a Popayán (Cauca). Uno de los soldados le escondió el maletín con el dinero de la persona que en un arranque de ira activó una granada de mano con la amenaza de que los "iba hacer volar a todos". Las cosas se calmaron y lograron desarmar al soldado y desactivarla.
Desde el instante que regresaron al batallón algunos de los militares empezaron a pedir la baja y a realizar gastos que un sueldo de soldado profesional no les permitiría. Camionetas 4x4, casas, pagar sumas exorbitantes en prostíbulos y otros lujos fueron los que dejaron en evidencia el delito de peculado por apropiación, que según la juez de la justicia penal militar, incurrieron los 147 uniformados. La justicia sólo logró decomisar $1.262 millones, cifra que no llega ni al 10% del total de la plata de la que se llegó hablar.
Fueron 10 años en que los militares se sometieron a la justicia, que en un principio los había absuelto, pero que este año se falló en su contra. A pesar de las tesis que plantearon la Procuraduría y la Fiscalía para que los absolvieran definitivamente porque no se llegó a comprobar a quién pertenecían estos dineros en realidad. El juez de segunda instancia no estuvo de acuerdo y los condenó. Las historias de los 147 miembros de la Fuerza Pública se convirtieron en una maldición. Algunos fueron asesinados y a otros les secuestraron a familiares. Su caso motivó, incluso, a la realización de una película, quizás, con un final mejor que el de la realidad.