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Los dos patriarcas de la violencia que se reconciliaron en la cárcel

Hablaron de sus vidas, de las salvajadas que protagonizaron y pidieron perdón. Un histórico encuentro para la memoria.

Valentina Obando/Juan David Laverde Palma
04 de enero de 2015 - 01:00 p. m.
Helí Mejía, alias ‘Martín Sombra’ (izq.), excomandante de las Farc, y Ramón Isaza, excomandante paramilitar.
Helí Mejía, alias ‘Martín Sombra’ (izq.), excomandante de las Farc, y Ramón Isaza, excomandante paramilitar.
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El Espectador logró juntar en un mismo sofá a un histórico comandante paramilitar y a un histórico jefe de las Farc. Durante tres horas, en la cárcel La Picota de Bogotá, Ramón Isaza y Helí Mejía, más conocido como ‘Martín Sombra’, hablaron con este diario a pierna suelta. Se rieron, recordaron que fueron amigos en el año 70 y hasta desandaron sus pasos más bárbaros en cada orilla del conflicto. Y en tiempos de una reconciliación soñada en este 2015, se abrazaron sin apuros. (Vea aquí el abrazo de ‘Martín Sombra’ y Ramón Isaza)

¿Ustedes cómo se conocieron y en dónde?

Martín Sombra: Nos conocimos con Ramón por allá en el 70, en Puerto Triunfo, en el corregimiento Las Mercedes. A esa región del Magdalena Medio llegamos muy clandestinos, después del ataque a Marquetalia. Llegamos a ideologizar a la gente. Ahí nos hicimos amigos. Las Farc fundan varios frentes clandestinos en la zona, los campesinos no sabían quiénes éramos. Eran los tiempos de la lancha en el Magdalena, todavía no había tanta carretera, y estaba el ferrocarril. Los campesinos vivían de dos cosechas al año, épocas de arrieros, se vivía muy bien. Por esos años los antiguos de las Farc, como yo, salimos de la región y llegaron las nuevas generaciones: muchachos que llegaron a abusar de los campesinos. ¡Quisieron hacer una reforma agraria sin haber hecho la revolución! Entonces si alguien tenía 50 vacas, tenía que dar 5. El mal manejo de las Farc en esas regiones hizo que la gente se armara para defender sus bienes. Esa autodefensa del Magdalena Medio se armó por obligación. Nosotros porque hubo una historia de persecución.

¿A qué se refiere?

Martín Sombra: Yo nací el 15 de diciembre de 1938, en Herrera, Tolima. En abril del 48 matan a Gaitán y se agarran los liberales y los conservadores. Yo caí en el conflicto porque salí del internado a visitar a mi padre y el 11 y 12 de abril de ese año matan a mi madre, le rajan el estómago, le sacan una criatura; a mis tías políticas las violan y asesinan, a mis tíos liberales los castran. Mi padre casi se enloquece. Por esa época llega ‘Manuel Marulanda’ con Ciro Trujillo y se encuentran con sus primos, los Loaiza. Ahí se levantan las guerrillas liberales. ‘Marulanda’ se hace muy amigo de papá, incluso fue mi padrino. En ese tiempo de voleo, tiros van, tiros vienen, las familias se cuidaban. En esas mi padre cae mal herido y muriéndose me hace jurar que yo tenía que morir como guerrillero liberal al pie de ‘Marulanda’. Llegamos a Marquetalia, Tolima, y proclamamos las repúblicas independientes. Pero en el mandato de Guillermo León Valencia, en 1964, el general Joaquín Matallana nos mete 600 hombres, no 16 mil como dicen. Eran 600 y tuvimos que salir pitados. Fue el origen de las Farc.

¿Pero ustedes dos fueron amigos antes de tomar las armas en dos grupos antagonistas?

Ramón Isaza: Sí. Yo vivía en Las Mercedes. Allá había un señor que tenía unos aserríos. Yo trabaja ahí y el hombre (‘Martín Sombra’) llegó a buscar trabajo. Yo le ayudé con el patrón y lo obtuvo. Estuvo como 15 o 20 días trabajando y se desapareció de un momento a otro. Y sólo nos volvimos a ver 40 años después aquí en La Picota. Recuerdo que conocí otros compañeros de él, cuando ellos crearon el noveno frente que se adueñó de esa región.

¿Y cómo era esa época? ¿Ustedes de qué hablaban?

Ramón Isaza: Era una región sana. Nosotros trabajábamos, tomábamos los ‘guarilaques’ y parrandeábamos mucho. Helí no tocaba la guitarra sino que cantaba, entonces yo tenía una guitarrita y me ponía a tocar y él se me pegaba a cantar.

¿Supo usted que estaba cantando al lado de un guerrillero?

Ramón Isaza: Nunca lo supe. Conocí a unos muchachos muy amigos de él y les pregunté tiempo después: “¿Entonces, mi amigo del aserrío dónde está?”. Y ellos me decían: “Ese se fue para Tolima”, “ese se fue para Caquetá”.

Martín Sombra: En esos tiempos éramos muy clandestinos. Nos la pasábamos explorando terrenos y gente pa meter frentes guerrilleros. Con Moncho (Ramón Isaza) fuimos amigos de aserrío, de guitarra, y hasta voleamos machete. Con el tiempo perdimos la conexión porque a mí no me dejaron volver al Magdalena Medio.

Entonces se vinieron a reencontrar ya en la cárcel.

Martín Sombra: Sí, ahorita presos (risas). Nos conocimos en las épocas de fondas, mucha música y mucho machete. Eso era muy peligroso, uno tenía que ser muy bueno con la ‘peinilla’.

Ramón Isaza: En esa época si no había siete u ocho macheteados, no había fiesta.

Ustedes dejaron de verse, pero en 1977 ingresa a las autodefensas, ¿cierto?

Ramón Isaza: Yo trabajaba en lo que saliera: fumigando, en potreros, tumbando rastrojos, sembrando. En esa época esa guerrilla era intolerable. Asesinaban, cogían a la gente, la paraban al sol y les decían que eran del frente noveno, que venían a tomarse esa región a fuego y sangre, que donde hubiera Ejército y policía entraban. Los ganaderos viendo eso se armaron. Es que cada 8 días se llevaban 10 o 12 muchachos para hablarles de política subversiva. Y decían que iban a expropiar a los ricos del Magdalena Medio, que les iban a quitar el ganado, la plata, las tierras.

¿A usted también le cayeron?

Ramón Isaza: Una vez me cayeron a la casa 11 de ellos y me echaron ese cuento de que iban a expropiar a la gente para darle al campesino. Y yo le dije al comandante ‘Olimpo’: “Yo no conozco a nadie que robe pa darle a otro. Eso es mentira”. Él sacó la pistola y le dije: “‘Olimpo’, no se ponga bravo que usted es un señor y yo soy otro señor, de pronto con esa bravera ustedes me matan a mí”. Y después agregué: “La gente desde que sepa que ustedes vienen a robarlas no los van a querer”. Y le dije a mi esposa: “Doña Julia, vaya hágale comida a esta gente”. Matamos dos gallinas. Ellos me entregaron un paquete de panfletos. Yo les dije que no sabía leer y me dijeron que eran los estatutos de la guerrilla y salieron y se llevaron cinco gallinas más. A la semana arranqué para Puerto Triunfo a un puesto del Ejército y fui a entregarles esos panfletos, les pedí ayuda y hasta me propuse como guía para empezar a golpear la guerrilla.

¿Y qué pasó?

Ramón Isaza: Me dijeron que no tenían gente para meterse a la zona. Regresé y me dijeron que habían matado a otro ganadero de la región. “Lo mataron esos hijuemadres”, me dijeron. La guerrilla le había pedido $2 millones en esa época. Al poco tiempo volvió la guerrilla a mi casa y se llevó otras gallinas y me dejó más panfletos. Ellos querían que yo me les uniera. Me preguntaban si era verdad que yo era líder comunal y me decían: “Qué bueno, qué gran político es usted”.

¿Por qué no terminó en las Farc?

Ramón Isaza: Yo tendría como 12 años cuando le oí hablar a papá de la chusma que subía por la zona y mataba niños. Los mataban, los colgaban de un bejuco y los dejaban en una estaca. Mi papá, que era conservador, decía: “En caso de que esa gente avance para acá, nos armamos. Una guerrilla para enfrentar a otra guerrilla”. El viejito murió de 70 años, pero ya no rondaba la chusma sino las Farc. Yo hice fuerza para no meterme en esto. Fui a batallones, brigadas, hablé con oficiales, incluso con el entonces coronel Yanine Díaz, un tipo muy buena gente. Le dije: “Mi coronel, he hecho cinco viajes a Puerto Boyacá pa que el Ejército me ayude a organizar un pelotón contra las guerrillas, yo me he prestado como guía, pero no me han respondido”. Él dijo: “No tenemos soldados, aquí estamos mal, pero les vamos a vender escopetas, les vamos a vender revólveres, metras, carabinas; a partir de hoy todos pelamos contra la guerrilla, la guerrilla nos va ahorcar”. Seguí intentando. Viajé a Honda, a Manizales, a Ibagué. Ahí un general nos dijo: “Acordamos armar al campesino honrado. Nuestro enemigo es la guerrilla”.

Pare un momentico su relato, señor Isaza. ¿En el 77 ‘Martín Sombra’ dónde estaba?

Martín Sombra: Después de que nos hicimos amigos con Moncho, me mandan al Caquetá como jefe operacional de esa región. Allí me llega la noticia de que ‘Ramón Castillo’ había llegado al Magdalena Medio y empieza a secuestrar gente. Puros malos manejos de esa nueva generación de guerrilleros, de tratar mal a la gente. Esos muchachos que están en La Habana (negociando), aparecieron en los 80. Y es importante que sepan allá lo que nosotros estamos haciendo aquí en este encuentro. Que vean que hay una voluntad, una brega por encontrar la regeneración del país. Que ellos sepan que estamos de acuerdo con la paz. Este es un encuentro para que el mundo mire todo con contexto: Ramón Isaza está en una cárcel a su edad y le tocó armarse por necesidad, por los malos manejos de ‘Ramón Castillo’ y de otros. En el 77 estaba yo con el Secretariado.

¿Cómo se enteran las Farc que en el Magdalena Medio se gesta el paramilitarismo?

Martín Sombra: Antes de eso le digo que el Comité Central del Partido Comunista fue responsable de perder las masas de los campesinos en Yacopí y otras regiones. A nosotros nos llegaban muchas quejas. Incluso ‘Ramón Castillo’ fue sancionado por el Secretariado en el 84. Al final intentó fugarse y fue fusilado. Pero ya era tarde porque en el Magdalena Medio ya todos estaban armados. Inclusive perdimos a Gacha (el narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha), que era amigo de nosotros.

¿‘El Mexicano’ era amigo de las Farc? Pero si él patrocinó el paramilitarismo en esa zona.

Martín Sombra: Yo lo conocí cuando era guaquero. Era un tipo parado, no se le quitaba a nadie. En Caquetá montó sus laboratorios, pero el ‘Mono Jojoy’, ‘Avelino’ y ‘Argemiro Martínez’ le cogieron los aviones sin permiso. Un día los llamó y les dijo: “Esto es mío y si los van a mover me tienen que pedir el favor”. Yo era amigo de él, de Gacha, nos conocimos sacando esmeraldas en las minas de Coscuez. Pero ‘Jojoy’ hacía lo que quería y entonces Gacha se armó y los sacó a las carreras de su zona. ‘Jojoy’ es el legítimo responsable de que Gacha se convirtiera en enemigo de las Farc. Gacha levantó su grupo para defender su negocio. ‘Jojoy’ ¡alma bendita que mis palabras no lo ofendan!, fue uno de los responsables de eso. En el pleno del 84 Jacobo Arenas decía que él había sido uno de los responsables de perder la gallina de los huevos de oro. Como le digo a ‘Moncho’, esos que están en La Habana no conocen una cantidad de historia porque hacen parte de las nuevas generaciones, no vienen de las raíces de las guerrillas. A mí me acusan de traidor, lo dice el señor ‘Rodrigo Granda’, pero yo nunca lo llegué a ver en las peleas históricas ni en los golpes estratégicos de las Farc. Esos de la Habana llegaron ahí en paracaídas. Martí lo dijo: el que no tenga el valor de sacrificarse, que tenga el valor de quedarse callado por los que se han sacrificado.

¿En los 80 cómo se fortalecen las autodefensas del Magdalena Medio?

Ramón Isaza: A finales de los 70 los ganaderos se organizaron y compraron ocho escopetas de un solo tiro con 500 cartuchos. Me buscaron en Las Mercedes y me las entregaron. Les dije a los ganaderos que necesitaba su compromiso porque eran los de la plata. Ellos me dijeron: “Nosotros le vamos a dar una provisión que le aguante para el mes y ojalá le sobre”. Nos dejaron esos fierros y ese compromiso. Yo fui cuadrando los ocho muchachos y los puse a camellar en esas montañas, solamente en caminos. En dos meses ya teníamos cinco fusiles más que le habíamos quitado a la guerrilla. Así fuimos creciendo, pero no nos dejábamos ver porque salíamos de Las Mercedes de noche y regresábamos de madrugada. Matábamos y no le tirábamos si no al mero guerrillero. De resto no quemábamos un tiro, pero empezó la bullita: que apareció un muerto allí, que otro allá, hasta que me avisaron que 20 guerrilleros venían a matarme. En la tarde comenzó el enfrentamiento. ¡Pum, pum, pum! Una bala casi me lambe (me mata). Anocheció y al final cayó su jefe ‘Alipio’. Al rato llegó el Ejército porque se enteró de la muerte de ‘Alipio’ y venían por plata de la recompensa, pero no encontraron nada porque echamos sus cuerpos al río. Así sucesivamente fuimos dándoles. Yo trabajé como escopetero, sin sueldo y sin nada, hasta el 84. Ese año ya tenía como sesenta hombres y entonces hice un compromiso con Henry Pérez. Él tomó el mando. Yo me dediqué a darle a la guerrilla. Si estaba en tal parte, para allá me iba a darnos candela.

¿Qué siguió después?

Ramón Isaza: Estuve a órdenes de Henry Pérez hasta el 91 que lo mataron. Ya eso siguió pa mal porque cogió la comandancia Ariel Otero. A ese señor no se le vio la prosperidad. Todo el mundo le tenía bronca. Hizo un compromiso con el presidente César Gaviria y se comprometió a entregarle toda esa gente, unos 500. Yo me le abrí, estaba con 10 muchachos bregando a cogerme un campamento de la guerrilla cuando me llamaron a decirme que los muchachos se estaban entregando. Al otro día fui a hablar con Ariel a Puerto Boyacá, pero me paró un mayor de la Policía y me dijo: “Salve su pellejo, Ariel Otero nos dio la orden de matarlo. El Ejército tiene orden de matarlo”.

¿Ustedes asesinaron a dirigentes de la Unión Patriótica en el Magdalena Medio?

Ramón Isaza: En Puerto Boyacá había mucha de esa gente. Yo nunca escuché que dieran esa orden, pero caía uno tras otro. Eso fue en el año 86.

¿Usted qué recuerda de esa época de la UP y el comienzo del exterminio?

Martín Sombra: En el pleno del 84 Jacobo Arenas propone las retenciones económicas, implementar el trabajo con la coca y la Unión Patriótica. Algunos nos opusimos pero por votación ganaron. Yo me opuse porque si íbamos a matar a un muchachito por fumar un cigarrillo de marihuana, cómo era que íbamos a implementar lo del narcotráfico. A cambio de las retenciones yo dije que era mejor desarrollar la minería porque conocíamos muchos yacimientos. Lo más grave era lo de la UP porque los íbamos a poner como carne de cañón. Además, muchos conocían a dirigentes de izquierda que les habían hecho fechorías a los que ya estaban armados e incluso muchos se pusieron a cometer fechorías en nombre de las Farc. Después vino el exterminio.

En los 90 el paramilitarismo se multiplica. ¿Qué ocurrió en su región, señor Isaza?

Ramón Isaza: A Henry Pérez lo mataron el 20 de julio del 91. Después de eso nosotros quedamos con 10 fusiles porque Otero se entregó, y seguimos combatiendo. Antes de morirse Henry se agarró con Pablo Escobar. A cada rato nos decían que teníamos que estar pendiente cuando entrara Pablo. Queríamos acabar con él y decirle a los del Estado: “cobardes, no fueron capaces de matar a Pablo”. Como Pablo tenía una finca tan grande en Puerto Triunfo, la hacienda Nápoles, hacía allá lo que se le daba la gana. A él no le gustaba que le pisaran la finca ni sus terrenos. Pero yo sí se los pisaba. Además, Pablo era muy amigo de los elenos y yo pensaba: “qué tal que monte un campamento de los elenos en sus tierras”. Yo con el hombre no hablaba. Con Henry sí y le dije muchas veces que su gusto por los gallos, los toros y los caballos lo iban a matar. Así como su relación con Pablo. Al final lo mataron los sicarios de Pablo.

¿Usted se enfrenta a Pablo Escobar?

Ramón Isaza: Ahí empezamos a pelearle. Él me mandó una carta donde me decía que quería que me fuera de la región. En la carta decía: “Yo ya maté a Henry, váyase porque si se queda lo mato. Usted es muy amigo de los ganaderos del Magdalena Medio y si lo mato me van a odiar, mejor váyase”. Yo le contesté: “Si le da miedo morirse, no se meta a la guerra. A mí no me da miedo morirme y estoy en lo mío, en mi región. Usted porque tiene plata y compró aquí. Yo de aquí no me voy”. Después me mandó a decir que 200 de sus hombres estaban listos para entrar a la región. Yo le contesté: “Si tiene 200 hombres para enviarlos al Magdalena Medio, hágame un favor, duplíquelos, métame 400 o 500 que además necesito esos fierros pa pelear contra la guerrilla. Después cayó Pablo y yo me concentré en seguir enfrentando la guerrilla y cité a todos los ganaderos a una reunión obligatoria para que aportaran a la causa. Hubo gente que dijo que no se metía, que no luchaba. Yo les dije: “O colaboran o colaboran. O se van de la región y el día que los logremos coger los echamos al río”. En el 2000 ya teníamos 500 hombres. Entonces saqué unos mapas y delegué el mando por zonas. Le entregué a ‘McGiver’ el Oriente, a ‘Terror’ un sector de Puerto Nare y así.

¿Cuándo se anexan a las autodefensas de Carlos Castaño?

Ramón Isaza: Carlos Castaño abría la boca diciendo Autodefensas Unidas de Colombia, pero se refería a las autodefensas de Córdoba y Urabá, las de él. Yo no recibía órdenes de Carlos, pero lo estimaba mucho, y cada que me mandaba llamar yo iba. Él me mandaba un helicóptero siempre. Hablábamos de la guerra, de las autodefensas, de la guerrilla. Él peleaba mucho con Salvatore Mancuso, con ‘Jorge 40’, con ‘Macaco’. Él no quería unas autodefensas untadas de la mafia. Eso lo impulsaba era Vicente Castaño, su hermano, ese sí que era un enfermo por eso. Yo le decía que si queríamos entregarnos y negociar con el gobierno no nos iban a aceptar con esa revoltura del narcotráfico.

¿Qué comandante guerrillero fue su obsesión en las autodefensas?

Ramón Isaza: ‘Karina’. A ella la frenteábamos casi a diario. Era una guerra a morir.

Paralelamente los años 90 fueron los de mayor expansión en las Farc. ¿Cómo se dio ese crecimiento?

Martín Sombra: En los 90 se desarrolla lo del narcotráfico, los secuestros y las tomas. En el 91 muere Jacobo Arenas, como Henry Pérez. A él también lo conocí muchos años atrás en el Magdalena Medio. También a Pablo Emilio Guarín (uno de los grandes impulsores del paramilitarismo en Puerto Boyacá). Inclusive nosotros fuimos los primeros que lo apoyamos en su trabajo político. Y le hicimos la propuesta de que se lanzara como concejal. Hasta le hicimos proselitismo: “Usted vota por Guarín o se va de la región”. Eso fue antes de los 80. Como le decía, las Farc se expandieron y vinieron todas las tomas. Pero en el Magdalena Medio ya los paramilitares estaban armados. Les tocó armarse como nos tocó a nosotros cuando nos agarramos por colores.

¿Usted dónde estaba en los 90?

Martín Sombra: Yo estaba en el Secretariado. Antes estuve en los Llanos fundando frentes, pero ‘Manuel Marulanda’ me mandó a llamar y terminé un tiempo en el Bloque Oriental. Después viene la Octava Conferencia de las Farc en el 93, pero yo no fui, mandé un delegado. De nuevo don ‘Manuel’ me mandó recoger y me dijo: “Yo lo tengo a usted para la última, no para que esté de pistolero por ahí. Usted tiene que andar es conmigo, al pie mío y de Jorge (Briceño)”. Entonces vinieron las tomas a bases militares, secuestros y el ataque a Mitú. Y la zona de distensión. Recuerdo que ‘Marulanda’ me mandó a un campamento que se llamaba Parrandaseca, que era donde tenían toda la plata de las Farc. “Usted cuide eso porque la plata no tiene amigos”, decía ‘Marulanda’. Yo siempre fui asesor en lo militar. Nunca estuve metido en eso de estar moviendo coca.

Pero usted terminó como carcelero de los secuestrados.

Martín Sombra: El grupo de secuestrados corría peligro. Yo a los guardias les daba charlas de seguridad y toda esa carreta para evitar que fueran bombardeados y se escondieran en la selva. Un día el general Luis Mendieta, al que ‘cargamos’ 12 años, pidió hablar con ‘Marulanda’ para expresarle su preocupación por el bienestar de los secuestrados. Ahí fue cuando ‘Tirofijo’ me dijo: “Le tocó”. Antes le había dicho que pensara en largar a los soldados secuestrados y nos quedáramos solo con los oficiales, por eso se liberaron como 400 en su momento. ¿Qué quién inventó las cárceles de la selva? Eso fue ‘Grannobles’.

Y hoy ustedes dos se reencuentran aquí en la Picota.

Martín Sombra: Sí, ya presos y ya viejos, porque estamos de viaje para el barrio de los acostados. Yo tengo 76 años y Moncho 74. Poco hablamos de cosas (de la guerra), hablamos de la música y cosas así. La violencia ya pasó, aquí estamos regenerándonos. Rogándole a Dios que los últimos días los podamos vivir afuera.

¿Qué debería decirle al país que ustedes, dos patriarcas de la violencia en Colombia, estén ahí sentados y reconciliados?

Martín Sombra: Este encuentro es histórico y significa que los que estamos presos, tanto de las autodefensas como de la guerrilla, estamos reconciliados para que haya una paz duradera.

Ramón Isaza: Esto es muy bueno. Nosotros de pronto un día nos vimos en la Fiscalía, había como 20 guerrilleros cuando me dijeron que por ahí estaba Helí (Martín Sombra), entonces me fui a buscarlo y lo encontré. Nos pusimos a charlar y yo me fui uno por uno y les di la mano y abracé a los de las Farc y les dije: “Muchachos, aquí estamos mejor que en el monte”. Esto es histórico. De pronto hay mucha gente todavía en la guerrilla que lo ve a uno y se abre a correr. Pero nosotros donde quiera que nos encontramos somos dos amigos. Aprovecho para decirle al gobierno que nos cumpla y que hay unos diálogos en Cuba que están mirando el proceso de las autodefensas.

¿Se va a firmar la paz con las Farc?

Martín Sombra: Sí, se ven buenas perspectivas de los diálogos y es importante porque se va a parar la guerra en Colombia. Y sobre este encuentro le digo que es para que la gente vea que nosotros somos conocidos desde hace muchos años, que hubo confrontaciones, que hubo errores de la guerrilla y que a muchos les tocó armarse. A todas las víctimas de Colombia les queremos pedir perdón por el daño que les hicimos. Como decía ‘Moncho’, nosotros ya estamos muy viejos. Hoy con Ramón somos como un par de hermanos.

¿El país está listo para reconciliarse?

Ramón Isaza: Al país no le faltan deseos de reconciliarse. Quiera Dios y la virgen santísima que esto logre llegar a un buen fin y que no tengamos que volver a sentir esa tristeza como cuando le decían a uno “cogieron tal muchacho”, o “ahí se le llevaron a un hijo”. Eso es muy duro. Y decirle al Estado que ponga las condiciones para que la paz sea un hecho. Nosotros sí creemos en la paz, pero tenemos que poner todos de nuestra parte.

Martín Sombra: Un saludo para los que están adelantando el proceso en La Habana. Aquí guerrilleros y autodefensas queremos que se dé la paz. 

 

 

*jlaverde@elespectador.com
*vobando@elespectador.com

Por Valentina Obando/Juan David Laverde Palma

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