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El ciempiés gigante (Scolopendra gigantea) mide 24 centímetros, tiene un colmillo venenoso detrás de la cabeza, es propio de la costa Atlántica, entre Colombia y Venezuela, aunque también se encuentra en las islas caribeñas Trinidad, Jamaica y La Española.
Este organismo es uno de los 8.000 ejemplares que conforman la Colección Miriapodológica (milpiés y ciempiés) del Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la U.N., la más grande y representativa del país, que en 2015 cumple 25 años de existencia.
El Scolopendra gigantea es un ejemplo de la gran diversidad de familias, géneros y especies que tiene Colombia y que, según el profesor Eduardo Flórez, del ICN, es un tesoro aún desconocido. Este carnívoro se alimenta de lagartijas, ranas, aves, ratones, murciélagos y también de tarántulas.
“Cuando se consiga dilucidar taxonómicamente la identidad de estas especies, el país va a ocupar el primer lugar en cuanto a su número, no solo a nivel neotropical, sino mundial”, afirma el profesor Flórez. Por el momento, México es el país con mayor número de especies identificadas, seguido de Brasil y Colombia.
Según el experto, la importancia ecológica de estos bichos radica en que, por ejemplo, la mayoría consume material biológico en descomposición, como hojarasca, bacterias y hongos. Este material, al ser ingerido por los milpiés, acelera el proceso de reciclaje de los nutrientes del suelo.
Los ciempiés son de hábitos depredadores y se alimentan de pequeños invertebrados, principalmente insectos.
A pesar de su nombre, los ciempiés pueden tener 15 pares de patas y hasta 170 en total; mientras que los milpiés poseen desde 12 pares hasta 375 y, a diferencia de los primeros, no eliminan veneno por medio de “colmillos”, aunque en varios segmentos corporales expelen sustancias odoríferas como método de defensa, las cuales normalmente no causan efectos en el ser humano.
Daniela Martínez, estudiante de la Maestría en Biología de la U.N. y miembro del Grupo Colombiano de Miriapodología, acaba de realizar una investigación acerca de una especie de milpiés, el Psammodesmus bryophorus, que utiliza el musgo como extensión de su cuerpo.
“Se trata de una relación de mutualismo, pues el musgo amplía su rango de distribución mientras el milpiés permanece camuflado y evita que sea fácilmente visto por depredadores”, explica la investigadora.
Sus estudios buscan determinar la fisiología y modo de vida de este artrópodo, así como analizar la composición química de su cuerpo para explicar cómo logra integrar el musgo a su organismo.
Este milpiés fue hallado en una salida de campo a la Reserva Natural del Río Ñambí, en el departamento de Nariño, sitio que se caracteriza por tener un gran bosque húmedo tropical.