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Traducir las investigaciones académicas en soluciones viables para las problemáticas sociales del país fue la iniciativa que hace dos años tuvo Colciencias y que en alianza con la Agencia Nacional para la Superación de la Pobreza Extrema (Anspe) y del BID, lograron desarrollar en tres departamentos del país: La Guajira, Risaralda y Putumayo.
Ideas para el Cambio es el nombre de este proyecto que, con propuestas alternativas que mezclan la ciencia y la acción social, quiso llevar agua potable a cientos de personas en el país que no tienen acceso a este recurso vital. En total, 166 comunidades respondieron a una convocatoria en la que expusieron sus problemáticas; 15 fueron seleccionas y 10 implementadas con ayuda de entidades que plantearon soluciones, y sus soluciones fueron elegidas por concurso.
“Para que los proyectos funcionen y sean sostenibles, las comunidades deben apropiarse de sus problemáticas y de las soluciones planteadas. No queríamos simplemente que las entidades científicas o estatales les instalaran tanques, filtros y pozos y que las comunidades no se involucraran en el proceso, como generalmente ocurre”, señala Ricardo Triana, coordinador de Ideas para el Cambio, de Colciencias.
Por ello, la integración social se convirtió en el pilar central de esta iniciativa que a la fecha ha beneficiado a casi 1.000 personas de La Guajira que viven en condiciones de pobreza extrema. “El agua es un componente fundamental para la vida humana. Pero hay que pensar en que después de tener acceso a ella hay que saberla aprovechar. El desarrollo de proyectos de saneamiento básico y de iniciativas productivas es lo que debemos fomentar en estas comunidades”, dice Andrés Galindo, profesor del Departamento de Ingeniería Ambiental de la Universidad de La Guajira.
Kasiche, La Parcela y Wayumano
Desde marzo de este año, las comunidades de Kasiche, La Parcela y Wayumano, ubicadas cerca de Maicao, cuentan con albercas de las que obtienen agua para bañarse, cocinar y lavar. “Éramos tres comunidades a las que nos tocaba transportarnos kilómetros para conseguir un poco de agua. Ahora somos nosotros los que podemos ayudar a otros para que en épocas de escasez tengan acceso a este recurso vital”, dice Javier Iguarán, líder de una de las comunidades.
La entidad Hybrytec, en alianza con Aguayuda y Corpoguajira, dispusieron un pozo de 150 metros para obtener el agua que estas poblaciones requerían para su consumo diario. Y con paneles solares pusieron a funcionar la bomba para succionar el agua subterránea que posteriormente se almacena en un tanque flexible con una capacidad de 40.000 litros.
El proyecto, sin embargo, no sólo puso agua a disposición de la población. Hoy las tres comunidades se organizan en torno a ella y han creado un comité que se encarga del mantenimiento del sistema y otro cuya tarea es enseñarle a la comunidad buenas prácticas de uso del recurso.
Las 41 familias beneficiadas tienen en sus casas sistemas sencillos pero útiles para lavarse las manos y filtrar el agua que van a consumir, aspectos que para la mayoría parecen básicos, pero a los que estas comunidades no estaban acostumbrados.
La Gran Vía
En 2009, el Plan Departamental del Agua de La Guajira comenzó la construcción de 10 reservorios en diferentes lugares del departamento. Uno de ellos, a un kilómetro de la comunidad de La Gran Vía, ubicada en la Alta Guajira. La reserva de agua quedó instalada, pero el tratamiento que el líquido requería quedó en palabras.
Hasta hace un año, las 27 familias de la comunidad debían consumir y recoger el agua del mismo lugar en el que había restos de animales muertos. En palabras de Leonel Inciarte, ingeniero de Bioguajira, era un recurso totalmente insano, pero la única opción para la población.
La necesidad de la comunidad era potabilizar el recurso con el que ya contaban. La fundación Bioguajira instaló tanques y filtros en la misma zona donde habitan las familias e implementó un sistema con el que se podía bombear el agua desde el reservorio.
Pero en esta ocasión la solución funcionó sólo los primeros cuatro meses. Los paneles solares instalados en el reservorio fueron robados. “Los recuperamos, pero ahora no podemos dejarlos permanentemente en el lugar en el que se necesitan. Los tenemos que guardar en una casa y cada dos días transportarlos en moto e instalarlos por dos o tres horas para que llenen los tanques. Eso es dispendioso y además costoso. Necesitamos la gasolina para la moto, y no todos en la comunidad aportan para esto”, dice Miguel Freyle, un joven de 18 años de la comunidad.
Etkojo
Hace 60 años, durante el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla, fue instalado un molino de viento en la comunidad de Etkojo, ubicada a 15 minutos de Riohacha. La antigüedad del sistema y su mal estado no les permitían tener acceso constante al agua y la alberca en la que se almacenaba no estaba en condiciones adecuadas.
Aquí, como en La Gran Vía, parte del acceso al agua ya estaba garantizado. La Universidad de La Guajira decidió entonces mejorar el sistema, remodelando y adecuando tanto el molino como la alberca, pero además instaló paneles solares para que el agua pudiera bombearse con energía solar.
“Ahora no sólo tenemos agua potable, sino que Uniguajira nos ayudó a instalar una tubería que garantiza que las 23 familias con las que cuenta esta comunidad tengan una llave de agua cerca a sus casas. Nunca pensamos que podría suceder después de que nosotros sólo consumíamos el agua lluvia estancada”, dice Nuri Martínez, líder de la comunidad.
Martínez, al igual que los líderes de otras de las comunidades, piensa que estos proyectos no sólo les dieron acceso al agua, sino que les ayudaron a organizarse y aprovechar mejor el recurso. “Ahora estamos buscando los recursos para ampliar este proyecto y generar mejores alternativas, no sólo para nuestra comunidad sino para otras que también pueden ser beneficiadas”, señaló.
* me.avella@gmail.com / @EstefaniaAvella