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Angélica Díaz es una mujer de 34 años. Es wayuu y vive en algún lugar de La Guajira. No puede decir dónde por viejas amenazas. Ella, que habla por celular mientras atraviesa una carretera, es líder de Fuerza de Mujeres Wayuu, un movimiento que desde hace diez años se dio a la tarea de visibilizar los problemas que inquietan a esta comunidad. Ahora les preocupa uno en especial: “Nuestra agua; la posibilidad de que Cerrejón desvíe el arroyo Bruno”.
El asunto ha desatado una polémica en las últimas semanas. A algunos les recuerda la puja de hace un par de años cuando se quiso desviar el río Ranchería porque debajo había 500 millones de toneladas de carbón. Hoy Cerrejón busca algo parecido. A menor escala, claro. El Bruno nace en la serranía del Perijá y alimenta al Ranchería. En cifras de la misma empresa, es uno de los 51 afluentes que nutren ese gran río. Le aporta, dicen, el 3,6% a su caudal.
La idea es que de los últimos 4,8 kilómetros del Bruno se desvíen 3,6 km. Ese tramo lo correrían unos 700 metros hacia el norte y así se podrían expandir los límites actuales de la mina en 170 hectáreas. Debajo de aquella agua hay un buen trozo de carbón: 35 millones de toneladas que ayudarían a mantener su producción.
De no hacerlo, aseguran sus voceros, “perderíamos 3 millones de toneladas anuales. Y ahí estarían en juego 600 empleos, $500.000 millones en compras a la región y $3,7 billones de regalías”.
Para evitarlo, afirman, es necesaria la obra. “Vamos a hacer una réplica exacta. Hay impactos, sí. Pero tenemos todas las herramientas para mitigarlo”. Para ello contrataron a Ingetec (que también hizo los estudios del Ranchería) y Alluvium, una consultora australiana.
El proyecto ahora está en manos de Corpoguajira. Hay tres solicitudes en trámite: una de levantamiento de una veda, otra de ocupación de cauce y una más de aprovechamiento forestal. Para resolverlo ya se reunieron con tres universidades para que hagan la evaluación. Es probable que sean los Andes o la Javeriana.
Bruno, el arroyo polémico
Angélica dice que está preocupada porque el agua se ha vuelto un tema muy sensible en La Guajira. Más desde finales de 2014, cuando los sorprendió un fuerte verano. Para ella, el Bruno tiene trascendencia. “De ahí, por ejemplo, se llenaron muchos de los carrotanques en la pasada sequía que fueron a parar a rancherías y a municipios como Albania. Es un arroyo que normalmente no se seca y del que viven varias comunidades ribereñas”. Su versión también se soporta en un estudio de la ONG Censat Agua Viva.
Todos esos pormenores se los hicieron saber a entidades estatales como la Contraloría y la Defensoría del Pueblo, con las que se reunieron los días 15, 16 y 17 de febrero en Albania, Barrancas y Hatonuevo. Allí, como se lee en el acta del encuentro, demostraron que varios pueblos se nutren de esas aguas y que la comunidad de Campo Herrera no es la única a la que se le hizo consulta previa. “También están la de La Horqueta, Charito, Patsuaralai y Paradero”.
Pero Cerrejón tiene otra versión. “El tramo que vamos a desviar sólo afecta a la comunidad de Campo Herrera, que está a 3 km del arroyo. Ellos a veces pescan en la desembocadura del Bruno en el río Ranchería y en la consulta dijeron que la obra no tendría un impacto en ellos. Además, para que el agua fluya en el Bruno depende de la temporada climática: cuando llueve hay; cuando no, no. Eso quiere decir que habrá una afectación menor que ni siquiera será perceptible en la corriente del Ranchería. Ahora mismo está completamente seco”.
Sin embargo, si uno echa un vistazo a la resolución 1386 del 18 de noviembre de 2014 del ANLA, que permite la modificación del plan de manejo ambiental de Cerrejón, se lee que el Bruno es un arroyo “continuo”. Es decir, “cuerpos de agua que generalmente tienen caudal durante todo el año, aunque tienen una tendencia a secarse por un período de dos años. Están asociados a acuíferos críticos”.
El estudio de Censat afirma, citando datos del Ideam, que en las dos últimas décadas ha habido agua en el curso del arroyo, a excepción de enero y febrero de 1998. Cerrejón, por su parte, dice que esta investigación no tiene suficiente soporte técnico.
Pero, más allá de esa discusión sobre si hay o no agua, como cuenta Marcela Díaz, bióloga de Censat, el tema debe verse con otro ojos. “Este debate hay que ‘deslocalizarlo’. Hay que mirarlo de una manera integral, en la que entra juego la intención de desviar más afluentes”. Por ejemplo, en la resolución citada se presentan otras modificaciones. Se habla de modificar, además del Bruno, 2,5 km del cauce de los arroyos Cerrejón y Tabaco, y 3,3 km del río Palomino. Son propuestas que deben estar construidas para 2020 y 2025.
El Espectador le preguntó a Cerrejón si había un ponderado de los cuerpos de agua modificados, pero no recibió respuesta.
Más allá de agua, sol y carbón
Para explicar la manera como están relacionadas muchas variables a la hora de analizar la complejidad de un ecosistema, Alexánder Rojas, físico, magíster en meteorología y quien se encarga de hacer predicción estacional del clima y modelación numérica en el Ideam, utiliza palabras que provienen de la teoría del caos y que alguna vez repitió el meteorólogo y matemático Edward Lorenz: “El aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo”.
La frase resume su punto vista sobre los factores que inciden en el clima: formas topográficas, altura, cobertura del suelo, uso del suelo, presencia de agua. “Eso para decir que pequeños cambios como mover un río o talar bosques tienen un efecto en la atmósfera y en el clima. Ese punto, sin embargo, nunca lo tienen en cuenta a la hora de hacer estudios ambientales”, cuenta.
De esa intención de ver con ojos mucho más complejos y menos simplistas las transformaciones del medio ambiente es partidario Ómar Vargas, subdirector de hidrología del Ideam. Dejando claro que no conoce los pormenores del proyecto, su percepción es que una región tan vulnerable como La Guajira necesita una mirada integral.
Tal y como explica, allí se dan ciertas condiciones que influyen en la dinámica del agua. La vecindad con el mar Caribe y el límite con la Sierra Nevada de Santa Marta son sólo dos de ellas. Pero ambas son variables que determinan que la Alta Guajira (donde está el proyecto) sea una zona de muy bajas precipitaciones. De hecho, como lo muestra el Atlas climatológico de Colombia, es la que tiene el nivel más bajo de lluvias al año en el país .
Unido a la alta evaporación del agua superficial y a que hay una fuerte intrusión marina en las aguas subterráneas, eso hace de La Guajira un departamento difícil de analizar. “Los pozos subterráneos, los jagüeyes, la lluvia, los arroyos y los ríos guardan una relación. Por eso siempre hay que ver el sistema hídrico de una manera completa”.
¿Cuánta agua tengo y cómo la distribuyo en el tiempo? ¿Cuál es la relación con la variabilidad climática? ¿Cómo se relaciona el agua superficial con la subterránea? Todas, según Vargas, son preguntas que debería plantearse quien quiera hacer una modificación. “Hay muchas implicaciones si no se conoce el sistema: puede que el lecho al que lo trasladan no sea impermeable y favorezca la infiltración de agua. O puede haber un lecho de carbón que afecte la calidad. En hidráulica, lo que siempre se trata de evitar es mover un río”.
Efraín Domínguez, ingeniero hidrólogo, doctor en ciencias técnicas y profesor de la Universidad Javeriana, concuerda en parte con Vargas, pero afirma que “hoy la ingeniería permite hacer esas obras con mucha precisión. Es posible replicar el arroyo bastante bien”.
¿Cómo lo lograría Cerrejón? “Vamos a asegurar las pendientes, la velocidad del caudal, y vamos a replicar la fauna, la vegetación y la cadena alimenticia. Le pondremos el mismo lecho del cauce viejo con sus rocas y sus musgos. Además proponemos un proyecto de compensación en la cuenca alta. Si reforestamos ahí habrá mejor oferta hídrica”, asevera Gabriel Bustos, gerente de gestión ambiental de Cerrejón.
Para el profesor Domínguez hay un elemento que requiere de mucho más análisis: “Al Bruno lo van a correr para extraer carbón. Y la fase de explotación a mí me parece más preocupante que la misma desviación”.
Todos estos factores, en palabras más simples, como Ómar Vargas lo dice, indican que cualquier cambio, por pequeño que sea, afecta las condiciones de disponibilidad y calidad. “Puede que no se perciba en un caudal grande, pero podría afectar el agua subterránea. Pero también depende del clima, de la vegetación. Son matrices muy complejas. Quien haga esa intervención debe tener muy claro por qué y para qué la quiere hacer”.
ssilva@elespectador.com
* Espere mañana un especial sobre la Represa Ranchería