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Abril arrancó borrando del mapa a 17 barrios de Mocoa, en el departamento de Putumayo. La tragedia en la que se desbordaron los ríos de Sangoyaco, Mulato y Mocoa dejó 254 muertos y 203 heridos, hasta el cierre de esta edición. El Espectador habló con Luz Marina Mantilla, directora del Instituto de Investigaciones Científicas de la Amazonia en Colombia (Sinchi) para conocer las causas científicas y ambientales detrás de un desastre anunciado.
¿Por qué ocurrió este desastre en Mocoa?
Creo que aquí hay varios factores. Las cifras de deforestación siguen siendo complejas en esta zona, la praderización se ha incrementado fuertemente, hay mucha degradación de las rondas hídricas y fragmentación de los bosques. A eso se le suman la ganadería, los cultivos ilícitos y la extracción selectiva de especies forestales de uso comercial.
¿Qué dicen las cifras frente a estos problemas que ha observado?
En 2015 teníamos unas 9.214 hectáreas de deforestación en Putumayo, lo que equivale al 7,4 % de la nacional. El departamento era el quinto con más tala en el país. Hemos perdido en bosque, entre 2014 y 2016, 25.977 hectáreas en Putumayo y se han praderizado 71.617 hectáreas entre 2014 y 2016. En el municipio de Mocoa hemos perdido 151 hectáreas de bosque y se han praderizado 1.489 hectáreas a 2016. La degradación de bosques ha sido de 3.331 hectáreas de bosques fragmentados en el departamento, y en Mocoa de 26. A esto hay que agregarle todo el problema de la frontera agropecuaria en Putumayo, que en 2002 era de 61.300 hectáreas, y en 2016 superó las 82.000.
El suroccidente amazónico (Caquetá, Guaviare y Putumayo) es considerado uno de los puntos calientes de deforestación en el país. ¿Cómo la tala de árboles influyó en esta tragedia?
Hay que entender las situaciones complejas de la Amazonia porque cuando llueve en los Andes, estas lluvias bajan por la cordillera, arrastran sedimento y, si hay deforestación, el agua sigue derecho y no se retiene. Entonces se va volviendo una bola de nieve que crece hasta formar estas catástrofes.
Cuando uno ve en un mapa la ubicación de Mocoa, sorprende que quede al lado de un río tan caudaloso. ¿Cuál fue el criterio para que se estableciera la población ahí?
Existe un problema de planeación de las ciudades porque en cualquier parte no se pueden poner barrios. Las imágenes de Mocoa muestran que los barrios estaban al pie de quebradas, pero no se nos puede olvidar que las aguas tienen memoria.
¿A qué se refiere con “tienen memoria”?
No creo que en la Amazonia los ríos se desborden. Tenemos llanuras aluviales de ríos grandes que nacen de la cordillera de los Andes como el Putumayo, el Caquetá y el Amazonas. Pensaría que estas superficies con llanuras de inundación tienen memoria y tratan de volver a sus cauces. Creo que nuestro mal más grande es no entender que tenemos unos determinantes ambientales y sobre ellos tenemos que hacer la planeación. Quienes hacen la política pública no cuentan con que lo ambiental es una variable clave para la gente.
De hecho, el director de Corpoamazonia dijo que el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) no estaba actualizado...
Sí, pero esos barrios no debieron quedar ahí. A la gente local no se le puede decir que se ubique en cualquier parte porque la normativa dice que no debe haber asentamientos cerca de quebradas. Este es un tema que no es sólo de la Amazonia, sino del país. Se debe orientar a los secretarios municipales y a las autoridades para que tomen las decisiones basados en las limitantes ambientales. La gente piensa que cuando hablamos de lo ambiental lo hacemos con un criterio preservacionista de no mirar y de no tocar, pero la naturaleza nos termina cobrando estas tragedias.
Desde el Sinchi, ¿qué cree que no se está haciendo bien en la Amazonia?
La labor de nosotros es tener las cifras y advertir lo que se puede hacer. También tiramos línea de las cosas que no se están haciendo bien, y una de ellas es alertar que la Amazonia no es para tener vacas y estar sobrepoblada. Lo que tenemos que entender es que este tema de urbanización, como lo estamos viendo, no es posible, por eso queremos traer otros modelos de desarrollo que den cuenta de la sostenibilidad ambiental. Los tratamientos para estas zonas no pueden ser los mismos para ciudades como Bogotá o Medellín, y tenemos que dejar de ver al país uniformemente. Necesitamos que las prioridades se den de otra forma. Que aunque la Amazonia no tiene un peso político, tiene otro que es la regulación hídrica y del clima que va por encima de cualquier cosa.La tragedia también obedeció a las fuertes lluvias.
¿Han cambiado los patrones de precipitación en la región?
Lo que tengo claro es que hay ciclos que se acentúan cada siete años. Pero lo que esto nos demuestra es que el cambio climático es una realidad y que la variable climática es un escenario claro y contundente que hay que tener en los planes del POT.
¿Podría pasar esto en otras zonas de la Amazonia o del país?
Hay una continuidad en las zonas del piedemonte. Es urgente generar alertas en Caquetá, especialmente en ciudades como Florencia, con riesgos importantes por asentamientos urbanos subnormales. Lo mismo ocurre en el Guaviare. Lo cierto es que en esta región hemos abusado de cultivos ilícitos, ganadería extensiva y extracción forestal.
¿Qué medidas se deben tomar?
Necesitamos mover a la ciudadanía que está en zonas de riesgo. Un proyecto no es suficiente y hay que pensar en construir asentamientos sostenibles. Mover con fuerza las ciudades sostenibles.
¿Qué políticas públicas deben ponerse en marcha para evitar estas tragedias?
En Colombia hoy se ha hecho una ruta para combatir la deforestación y hacia ese norte tenemos que ir. La segunda es la restauración de las rondas hídricas y lo tercero es que los temas sociales hay que resolverlos entendiendo las dinámicas naturales. Si fuera alcalde vería la seguridad de la gente. No podemos resolver problemas sociales tratando de obviar lo ambiental.