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Desde hace algún tiempo, Eliana Ramos, Leonardo Meza y Carlos Hernández, biólogos del Grupo de Investigación en Biotecnología Industrial y Biología Molecular la Universidad Industrial de Santander, tenían la sospecha de que la serranía de los Yariguíes escondía una fauna atípica. A pesar de ser parte de la cordillera Oriental de Colombia, este sistema montañoso está aislado de los demás ecosistemas por algunos ríos y depresiones que hacen de él casi una isla misteriosa de biodiversidad.
Por esta razón se convirtió en el lugar que eligieron para hacer cinco expediciones de campo entre el 2013 y el 2015. Tan sólo en la primera salida, sus sospechas se habían confirmado: encontraron una pequeña salamandra que no era como las demás. Aunque para decirlo se requiere un ojo entrenado, capaz de ver las diferencias con la precisión de una lupa, ellos notaron que en las palmas del espécimen uno de los dedos sobresalía. Las proporciones de su cabeza y el conteo de sus dientes, igualmente, eran poco comunes.
Aunque estas características no eran suficientes para afirmar que se encontraban ante una especie de salamandra jamás descrita, sí fueron bastantes para despertar su curiosidad. “Esta morfología nos dio una idea, una luz, de que era algo que no existía en los registros”, cuenta Ramos.
Entonces vinieron más caminatas, salidas y recolección de individuos. Algunas de las salamandras con los mismos rasgos que encontraron fueron devueltas al laboratorio, mientras a otras se les tomó sólo una muestra de tejido para examinarla más tarde. Así, después de hacer unos análisis de ADN que les confirmaron que sus genes no eran como los de otros anfibios, pudieron concretar que se encontraban ante una nueva especie de salamandra: la Bolitoglossa yariguiensis, nombre que los tres investigadores le dieron para honrar a la etnia indígena yariguí que antes habitaba la serranía.
Fue nombrada en honor a la etnia indígena yariguí. / Leonardo Mesa
“Esta nueva especie aumenta el número de salamandras en Colombia a 23 y destaca la cordillera Oriental, con 11 especies, como la región con mayor diversidad de Bolitoglossa en América del Sur”, afirma el artículo científico publicado recientemente en la revista Zootaxa.
Es por esto que, para Ramos, su descubrimiento, además de aumentar las cifras de biodiversidad que tanto identifican a Colombia, sirve para entender que en el país hay mucho que permanece inexplorado.
“Se sabe que Colombia es un país megadiverso, pero lo que esto nos dice es que hay mucho por descubrir, bosques vírgenes que tienen mucho que para nosotros es nuevo”, comenta.
El descubrimiento de la Bolitoglossa yariguiensis hizo parte del proyecto “Evaluación taxonómica y de estado de conservación de las salamandras en Santander, Colombia”, que recibió el Future Conservationist Award entregado por el instituto Conservation Leadership Programme.
La iniciativa busca resaltar la importancia de las salamandras como indicadores de la buena salud de los ecosistemas, pues estos animales, que por cierto no tienen pulmón sino que respiran a través de la piel, consumen insectos nocivos para el hombre, son fuente de alimento para otros animales y tienen un gran potencial biomédico.