Así suena la paz para los niños

El Monumento Sonoro por la Memoria es un proyecto liderado por el Centro de Memoria Histórica. El sitio trabaja con niños y adolescentes de instituciones educativas de Bogotá.

Carolina Molano y Nathalia Díaz / Universidad Jorge Tadeo Lozano
15 de junio de 2016 - 03:05 a. m.
Así suena la paz para los niños

Recordar, del latín “volver a pasar por el corazón”. Una acción preferida por muchos y tormentosa para otros. Un concepto duro para cualquier colombiano, personas que han vivido más de 50 años en guerra. Un país cuyos ríos se llenan de sangre, todo esto en medio de parques y juegos de los niños que intentan crear un recuerdo de su infancia. Un recuerdo que tenga cuentos maravillosos donde las armas no sean las protagonistas.

La guerra siempre se ha contado desde la perspectiva de un adulto, nunca se le pregunta al niño o a la niña. Siempre se piensa que los únicos afectados son los grandes, se deja de lado la mente infantil que llega a crear sus propias historias fantásticas para encontrar un lugar de escape de la realidad. Historias que se transforman en cuentos, en fábulas y en canciones. Voces de niños y niñas que han vivido la guerra y que buscan transmitir un mensaje de paz y de reconciliación.

Esta es la principal función del Monumento Sonoro por la memoria, creado por el Centro de Memoria Histórica en convenio con Compensar y con el apoyo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Protagonistas infantiles de historias de conflicto del Urabá antioqueño, el Norte del Cauca y el Meta crearon una narrativa diferente para poder comunicar sus experiencias en el entorno de la guerra.

El conflicto visto desde la ciudad con el pasar del tiempo se ha percibido cada vez más lejano. Las historias que se conocen son de personas desplazadas que llegan a una zona urbana, sin embargo, se sigue viviendo una brecha invisible entre las consecuencias de una guerra rural con una guerra urbana. No es traer el conflicto a la ciudad, es mostrar, concientizar y contar las historias de quienes soportan el dolor de la guerra en sus espaldas y más aún de quienes han crecido en un ambiente de violencia.

Actualmente el Monumento Sonoro por la Memoria está trabajando con niños y adolescentes de dos instituciones educativas distritales de la ciudad de Bogotá, Alemania Unificada en la localidad de San Cristóbal Sur y Alemania Solidaria en la localidad de Barrios Unidos. Se busca que los estudiantes entiendan y se sientan identificados con las historias de los contextos rurales, pues muchos de ellos también han vivido problemáticas de violencia en la ciudad.

Un ejemplo del sonido

El colegio Alemania Unificada, de la localidad de San Cristóbal Sur, se ubica en un espacio empinado, para llegar se puede ir en bus, alimentador o simplemente caminar hacia allá, sin embargo, por el sector donde se encuentra la mayoría de personas se recomienda ir acompañado. Prejuicios de estratos sociales que hacen que para muchos sea un peligro visitar el sitio, pero al llegar allí, se pueden ver las montañas y la ciudad, tiene una vista poco envidiable a la de Monserrate y los estudiantes cuentan con bastante espacio verde para su recreo, un espacio verde adornado por las construcciones de los salones.

Allí es donde conocemos a varios niños que hacen parte del proyecto del Monumento Sonoro, en un espacio natural, con un ambiente agradable y con las voces de sus demás compañeros detrás pidiendo también ser entrevistados.

Cuando nos ubicamos allí podemos ver que los niños están preparados para participar en el taller del Monumento Sonoro y alistan sus voces para deleitarse con la satisfacción de hablar de la paz. Una de ellas es Angie Maricel Castiblanco Meneses. Una niña de doce años que está estudiando en la institución Alemania Unificada. Ella nos cuenta su historia antes de iniciar el taller del monumento sonoro del día. Angie cursa grado séptimo y tiene algo que la diferencia de los demás niños. Además de estar usando ropa deportiva como jeans, camisa, chaqueta y tenis, en comparación con los demás niños que portan el uniforme, Angie no es de Bogotá, es del Quindío y no vino por gusto sino por obligación.

Ella y su familia son desplazados por la violencia y saben que deben seguir adelante buscando un mejor futuro, uno que quizás le arrebataron de sus manos. Esta es una de las principales razones por las que Angie se siente feliz haciendo parte del Monumento Sonoro por la Memoria, porque transforma sus sentimientos en canciones y cualquier persona que la viera entendería que en su corazón de niña solamente hay confusión y resignación, pero no odio, no ganas de venganza sino de buscar un futuro mejor, y es así como usa letras de canciones para expresarse “con la letra que más me identifico es con el Cangrejo y el Caracol porque ahí hablan de unos animales que se los llevan por la violencia y después ellos dejan atrás la casa y es casi como lo mismo que me tocó vivir a mí”, dice Angie mientras entona un pedazo de la canción con sus amigos.

Y es que lo que cuenta Angie no es algo nuevo, es la realidad colombiana que según el Registro Único de Víctimas (RUV), cuenta que de 1985 al 2012 más de 2.520.000 menores de edad fueron desplazados forzosamente y tuvieron que recurrir a vivir en la miseria o en el delito. Una opción que no tuvo que elegir Angie, pues en medio del conflicto logró seguir estudiando y actualmente canta con su liviana voz un mensaje de paz y reconciliación a través de la historia del Cangrejo y el Caracol.

Al igual que Angie los demás niños, niñas y adolescentes crean su propia experiencia en la participación del Monumento Sonoro. Porque es un espacio sin discriminación, por lo que los hombres también son las voces principales de algunos solos de las canciones. Jhon Esteban es uno de ellos, aunque no ha tenido una experiencia de conflicto personal, sabe qué es lo que se necesita para perdonar y para buscar un mejor camino.
Mientras le realizamos las preguntas pone una expresión seria, parecida a la de cualquier adulto, cambia su pose corporal y nos señala lo bonito del paisaje que deja ver su colegio. Jhon sabe que cambiar la historia es difícil, mucho más cuando él mismo menciona que la de nuestro país a través del tiempo no ha sido buena. Pero tiene un contexto y sabe que si se quiere se puede.

Su letra favorita de las canciones es Territorio de paz, porque cree que Colombia puede ser un nuevo territorio de paz para los niños más pequeños que él y sabe que más que problemas deben haber soluciones. “Debe haber un monumento en todo lado, porque en todo lado hay guerra”, cuenta Jhon sobre su encanto hacia el Monumento Sonoro por la Memoria mientras intenta callar a sus compañeros que se ríen de sus poses adultas.

*Conozca más sobre este reportaje en este enlace
 

Por Carolina Molano y Nathalia Díaz / Universidad Jorge Tadeo Lozano

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