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Cuando concluía el gobierno Turbay y comenzaron a destaparse las cartas electorales para 1982, Guillermo Cano y El Espectador tuvieron clara su oposición a que el expresidente Alfonso López Michelsen buscara la reelección. En pocas palabras resumió el director del diario su argumentación al respecto: “es un candidato fácil de escoger en una asamblea sin credibilidad, pero difícil de elegir en las urnas”. Y cómo lo había vaticinado, López fue escogido candidato y precipitó la división. (Vea el especial 30 años sin Guillermo Cano)
Desde el principio, El Espectador tomó partido por la candidatura presidencial del jefe del Nuevo Liberalismo, Luis Carlos Galán. “Vamos a votar por Galán sin triunfalismo, sin derrotismo, sin soberbia, sin temor, con la frente en alto, con las manos limpias, con la mira puesta en el presente y el futuro del partido Liberal y de Colombia”. No obstante, la división entre López y Galán precipitó la victoria en las urnas de Belisario Betancur. Guillermo Cano escribió en su Libreta de Apuntes: “El partido se cayó por ocho años de malos gobiernos”.
De entrada, la propuesta de Belisario Betancur fue la paz y Guillermo Cano apoyó ese propósito, tomando distancia de quienes se volvieron opositores a ultranza. Cuando Betancur expidió el decreto 2920 de 1982 y puso freno a las maniobras fraudulentas que habían originado la crisis financiera de los años 80, de nuevo apoyó el rumbo que parecía tomar el gobierno. Pero pronto comenzaron a aparecer los “enemigos agazapados de la paz”, y los descubiertos como el Movimiento Muerte a Secuestradores (MAS), y fue el tiempo en que Guillermo Cano empezó a librar sus luchas mayores. (Conozca las luchas de Guillermo Cano)
En febrero de 1983, en respuesta a las solicitudes del presidente Betancur de aclarar de que se trataba el MAS que aterrorizaba a Colombia, el procurador general Carlos Jiménez Gómez reveló lo que buena parte del país se negaba a aceptar: el desarrollo de una alianza criminal contrainsurgente, en buena medida financiada por el narcotráfico, con participación de algunos altos y medianos mandos de las Fuerzas Armadas como era de esperarse, las revelaciones causaron revuelo. (Lea algunos textos sobre Guillermo Cano)
La reacción de El Espectador fue reclamar del Estado la liquidación de esta empresa criminal, antes de que se convirtiera en una disculpa para la Comisión de hechos más graves. Pero la suerte de Colombia ya estaba echada y mientras Betancur buscaba los caminos para la reconciliación, en las cloacas del país cobraban fuerza las falanges privadas del paramilitarismo y el narcotráfico. Cuando se puso de moda pedirle al gobierno mano dura, Guillermo Cano se declaró “parte del débil e inerte ejército de la paz”, para rendirle culto a la inteligencia por encima de la fuerza.
Por Redacción El Espectador
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