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Por el derecho a ser putamente libres

En el Día de la Mujer, la cabeza del movimiento Feminismo Artesanal critica una entrevista de El Espectador defiende de los derechos de las prostitutas. Debate a propósito del proyecto que busca reglamentar esta actividad en el país.

Mar Candela * Especial para El Espectador
11 de marzo de 2015 - 03:39 a. m.
Creemos y defendemos los derechos humanos, sexuales y laborales de las prostitutas voluntarias, dice Mar Candela.
Creemos y defendemos los derechos humanos, sexuales y laborales de las prostitutas voluntarias, dice Mar Candela.

El 3 de enero de este 2015, El Espectador publicó una entrevista a Rosen Hicher, exprostituta francesa que hoy día aboga por la abolición de la prostitución. Desde su experiencia, Hicher considera que ninguna mujer que se prostituya puede considerarse libre. Yo disiento: creo firmemente que toda mujer puede ser o dejar de ser cuantas veces le apetezca, pero ninguna persona tiene el derecho a prohibirle a otra decidir sobre su vida.

En contrapeso a la respetable posición de Rosen Hicher, quiero hablarles de Morgane Merteuil, también francesa, quien se presenta a sí misma como puta, activista y feminista; es la secretaria del Sindicato Francés de Prostitutas, uno de cuyos postulados es: “¡No somos tus putas!”. Morgane ha enfrentado tempestades defendiendo su derecho a prestar servicios sexuales y afirma sin cansancio que “la corriente que busca prohibir la prostitución pone en tela de juicio los derechos de las trabajadoras sexuales”. Y agrega: “Si las personas han decidido realizar ese oficio, eso no les compete más que a ellas en la medida en que no perjudican a nadie (…) Prohibirles a las mujeres hacer algo con la excusa de que no se dan cuenta de que no les conviene no es más que paternalismo autoritario. Ese deseo de acabar la prostitución es hipócrita y es criminal, porque va a empujar a las mujeres a trabajar desde la clandestinidad”.

Morgane no está sola: son cientos de mujeres alrededor del mundo batallando, en mis palabras, por su derecho a ser putamente libres. Yo concuerdo: nadie tiene derecho a imponerles a las mujeres su deber ser; cada quien tiene derecho a decidir qué y cómo quiere vivir. En España está el colectivo Hetaria, organización especializada en los derechos de las prostitutas desde la dignidad del trabajo sin moralismo; en Colombia contamos con Parces ORG, también apoyando los derechos de las personas que ejercen el trabajo de la prostitución por determinación; así mismo, yo lidero el Movimiento Feminismo Artesanal, una de cuyas razones de ser es defender los derechos humanos de las prostitutas.

Me preguntan constantemente: ¿cuántas mujeres quieren ser prostitutas para ganarse la vida? Siempre respondo que los derechos no están ahí para proteger números y que una sola puta voluntaria justificaría una protección legal y social que le permita vivir sin miedo y gozar de su ciudadanía a plenitud. Durante años he afirmado públicamente que soy puta por sospecha, y lo hago porque estoy convencida de que en este mundo patriarcal siempre habrá quien nos llame prostitutas, así solo sea para agredirnos.

Las causas de justicia social para las prostitutas no son solo de ellas; es una causa humanitaria. Lograr que las prostitutas en Colombia abanderen sus derechos, opciones y libertades contribuye a un país de paz.

Si a una mujer que ejerce un rol tan aceptado como el de ama de casa le es difícil empoderarse de sus derechos, imagínense lo que es para la puta de oficio: la que se siente la peor escoria porque la sociedad así se lo ha dicho de todas las maneras. Así, pues, creo que no le compete a nadie cuestionar a una mujer las razones por las cuales decide prostituirse, pero sí es deber político y social de todos velar por sus derechos humanos.

Confieso que en este país, si yo fuera puta de oficio, no sería tan estúpida de decirlo abiertamente: no tendría garantías para vivir sin miedo. En esta sociedad no solo es sancionada la puta, sino también su familia, pareja y/o hijos. Por eso lidero Feminismo Artesanal, porque creo que tiene que llegar el día en que ninguna mujer sea sometida a vivir una doble vida, un día en que todas las mujeres podamos abiertamente ser quienes decidimos ser sin que la sociedad se sienta con autoridad de coartar nuestros derechos.

Durante años muchas corrientes feministas hemos gritado: “¡ni putas ni santas, solo mujeres!”. Es la manera como queremos exigir que no nos impongan ese par de etiquetas —putas o santas—, porque más que palabras, esta reducción a dos categorías nos ha costado muchas vidas: con la distorsionada excusa de que tienen que castigarnos porque a sus ojos somos o parecemos putas, se permiten acosarnos, insultarnos, manosearnos, violarnos e, incluso, asesinarnos.

Con una doble moral, que hasta da risa, nos dicen perlas como que “una mujer debe ser una puta en la cama y una dama en la calle” o que “una mujer debe portarse mal, disfrutarlo todo y luego negarlo”. Nos imponen una doble vida, aprendemos a ser solapadas y, lo que es peor, algunas llegamos a creer que si nos pillan en ciertos comportamientos podemos ser sancionadas moral o físicamente.

Es muy triste, pero aunque estemos en el tercer milenio, no hemos logrado hacerle entender a la sociedad que, aún si estuviéramos atrapadas en ser únicamente putas o santas, ninguna es culpable por el hecho de ser mujer. El movimiento Feminismo Artesanal que coordino apunta a quitarle el poder a la palabra puta, a no permitir que la sociedad fragmente a la mujer, a que podamos discutir abiertamente sobre nuestra sexualidad sin que sea considerado inaceptable. Creemos que podemos hablar y vivir nuestro cuerpo, y no solamente para deleitar fantasías morbosas de los machos para los cuales siempre seremos putas imperdonables y sin derecho al respeto, cobremos o no.

Feminismo Artesanal invita a las mujeres a que nos deshagamos de la carga del pudor religioso y la doble moral, que nos reconozcamos como personas íntegras que también recibimos y damos placer, a proclamar que somos “putas sagradas” y que, como todo lo sagrado, no podemos ser profanadas.

Desde Feminismo Artesanal decidimos ser mujeres putas y santas integrales. Lo hacemos reconociéndonos libres y sujetas de derecho y nos solidarizamos con profunda empatía con todas las prostitutas de oficio. Consideramos que es tan puta quien decide tener sexo recreativo o social como la que alquila su cuerpo, y no creemos que una de nosotras sea menos digna que otra por eso; estamos convencidas de que la dignidad de la mujer no habita en lo que hace o deja de hacer con su vagina y rechazamos el imaginario según el cual “a las mujeres las violan por putas”.

Creemos y defendemos los derechos humanos, sexuales y laborales de las prostitutas voluntarias; tenemos claro que las mujeres que deciden, por circunstancias en su vida, alquilar su sexo, tienen derecho a vivir sin miedo y a hacerlo con la frente en alto. Separamos el tráfico, la explotación sexual y la pederastia de la prostitución por determinación y consideramos que la frase estandarte del feminismo, “Mi cuerpo es mío y yo decido”, aplica también al ejercicio libre de la sexualidad.

 

* Ideóloga de Feminismo Artesanal.

Por Mar Candela * Especial para El Espectador

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