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César García Moreno, el Loco, iba siempre a la cabeza de las manifestaciones. Iba con una bandera de Colombia gritando “sí a la vida y no a la mina”, gritando “si el campo no produce, la ciudad se muere de hambre”, y la gente se entusiasmaba y repetía las consignas. El Loco estaba siempre sonriente y tenía un poder de convocatoria que todos le reconocían. Antes de cada jornada de protestas iba de finca en finca animando a sus vecinos de la vereda Cajón La Leona, en Cajamarca, Tolima, para que salieran a las calles a rechazar la minería a gran escala que quieren llevar a sus tierras. Lograba reunir multitudes. Y así también fue el día de su entierro. Dicen que unas 1.500 personas lo acompañaron. Se había ido el Loco luego de recibir un disparo en la cabeza y había que despedirlo. Con mariachis y una multitud.
“Asesinan a César García, opositor al megaproyecto minero La Colosa (Tolima)”, titularon los pocos medios de comunicación que registraron la muerte del Loco. Ya no era posible separar su nombre de la minería porque por lo menos hacía cuatro años se había declarado su más férreo detractor. Rechazaba la entrada de la multinacional AngloGold Ashanti, rechazaba sus pretensiones de extraer unos 24 millones de onzas de oro de esas montañas que los proveen de agua y alimento.
El sábado 2 de noviembre mataron al Loco. Iba por un camino de herradura hacia su casa, montando una mula. Unos pasos adelante, a pie, lo acompañaba su hija Érica Natalia, de 9 años, y tras él su esposa, Mary Luz Amaya, también en una mula. Sólo se escuchó el disparo seco y el golpe de García al caer del animal. Murió al instante. “Cuando lo levanté ya las pupilas... ya los ojitos no le respondían”, dice Mary Luz y su voz suena tranquila, suena valiente. Ninguna autoridad los auxilió —cuenta ella—, sólo un mayor de la Policía les dio instrucciones para hacer el levantamiento del cadáver. Pidió que el “trámite” se realizara en presencia de la vicepresidenta de la Junta de Acción Comunal de la vereda Cajón La Leona, que García presidía.
Mary Luz hizo sólo una llamada (“mamá, mataron a César”) y la voz corrió de inmediato por toda la región. Amigos, familiares y vecinos empezaron a llegar al lugar, de a poquitos, hasta sumar unos cien, calcula Mary Luz. Y todos, como en una procesión, caminaron cargando el cuerpo durante media hora hasta encontrar un carro que lo llevara a Cajamarca. Dos días después se cumplieron las exequias. Las multitudinarias exequias con mariachis, llanto y un miedo latente entre los otros líderes que se preguntaban quién sería el siguiente.
“Le voy a decir esto: ni el más rico ni el más nombrado de Cajamarca va a tener un entierro como el de César. Él era una persona importantísima para la región”, dice su mejor amigo Víctor Rodríguez, que lo conoció “desde pequeñito”, que lo quería “como a un hijo”.
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Ese sábado 2 de noviembre habían salido a sembrar “unos palos de nacedero. Unos palos en los nacimientos que no dejan secar el agua”, cuenta Mary Luz. Habían estado hablando de la fiesta de disfraces que habría al siguiente día (“él se iba a disfrazar de antioqueño y yo de boyaca”) y de lo felices que estarían los niños. Los niños son sus dos hijos, Érica Natalia y Juan Felipe, de 4 años, y tres más que hace dos años están bajo su cuidado porque sus papás no podían hacerse cargo.
Por esos niños se desvivía César García. Eso dicen sus amigos: que era un papá y un hijo dedicado. “Imagínese usted, señorita, qué tristeza ir a acabar con un muchacho que estaba respondiendo por dos hogares: el de sus hijos y el de sus papás”, se lamenta Víctor Rodríguez. Se lamenta porque la muerte de García significa la soledad absoluta de su esposa, sus cinco niños y sus papás que ya tienen 90 y tantos años y dependían de él.
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El 3 de junio de 2011 una “marcha carnaval” desfiló por las calles de Ibagué con la consigna “no a la minería, sí a la vida”. Por primera vez habitantes de Cajamarca, el Espinal y otros municipios del Tolima se unían para oponerse tajantemente a la minería (desde 2007 la AngloGold Ashanti había anunciado el descubrimiento de la reserva de oro La Colosa y hoy continúa en etapa de exploración). “De manera masiva, y con prácticas artísticas, queríamos denunciar que el modelo minero que nos quieren imponer se va a robar la posibilidades de futuro de nuestro hijos”, dice Renso Alexánder García, miembro del Comité Ambiental en Defensa de la Vida de Ibagué.
En ese primer carnaval Renso conoció a César García, el Loco que tenía a su cargo la decoración de los Jeep que desfilaban cargados de plátanos, granadillas, curubas y otros frutos de la región. “La idea era evidenciar que la seguridad alimentaria también estaría en riesgo”.
Dice Renso que “el amigo César García era uno de esos líderes carismáticos de la zona”. Dice Jimmy Torres, presidente de Conciencia Campesina, que “siempre estaba buscándole ese sentido de felicidad a la vida”. Y dice Mary Luz Amaya, su esposa, que fue esa felicidad imperturbable la que la enamoró cuando lo conoció: ella tenía 12 y él unos 21. Dos años después empezaron a vivir juntos y así permanecieron 14 años. Viviendo de lo que producía la tierra.
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“Desde que llegó la AngloGold Ashanti, Cajamarca se ha sumido en un silencio colectivo —señala Viviana Sánchez, periodista independiente, miembro de Conciencia Ciudadana—. Primero, porque no se sabía nada sobre minería (siempre había sido una región agrícola y no minera) y, segundo, por temor”. Para romper ese silencio colectivo nació la red de comités ambientales y campesinos del Tolima, de la que hacía parte César García; la red que acaba de firmar una carta dirigida a la Defensoría del Pueblo, al Ministerio del Interior, a la Fiscalía y a la Gobernación, pidiendo que se investigue el asesinato de García. Pidiendo que se les brinde protección a los demás líderes.
“¿Qué sentí el día en que me enteré de su muerte? Imagínate. Primero, sentí miedo, me preguntaba cómo había podido suceder si César era una persona tan representativa en la comunidad. Después sentí dolor, rabia... Y sí... zozobra... y ese miedo”, dice Jimmy Torres.
El mismo día en que mataron al Loco la AngloGold Ashanti emitió un comunicado público en el que “lamentaba” su muerte, expresaba “sus condolencias a familiares, amigos y conocidos”, manifestaba su “rechazo enérgico frente a las manifestaciones violentas de cualquier tipo” y señalaba que era “respetuosa de todas las opiniones y posturas legales, inclusive cuando expresan una oposición respetuosa a la minería”. Además le solicitó a la alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos “identificar los autores del hecho”.
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¿Quién mató al Loco? “No, no, no sabría qué decir... Hay muchos comentarios, pero por cuestión de seguridad usted sabe que es mejor estarse uno calladito... ¿sí me entiende?”. Por seguridad, también, se omite el nombre de quien dio esta declaración.
cgutierrez@elespectador.com