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El balance de Sergio Jaramillo

El alto comisionado para la Paz, segundo al mando en la delegación del Gobierno, hizo un recuento de 2015 en los diálogos de La Habana. Aseguró que lo que más le preocupa es que la gente se movilice para construir la reconciliación.

Alfredo Molano Jimeno
20 de diciembre de 2015 - 02:00 a. m.

Sergio Jaramillo, el alto comisionado para la Paz, es un hombre de pocas palabras. Prefiere el perfil bajo de los flashes de las cámaras de televisión. Prefiere los atriles de las universidades a los interrogatorios de los periodistas. La historia del proceso de paz entre el Gobierno y las Farc le guarda un rincón especial, pues sus labores como facilitador han servido para empujar una mesa de negociaciones que nació coja y hoy está a punto de dar el fin del conflicto como fruto.

En diálogo con El Espectador, Jaramillo Caro habló por primera vez para un medio nacional y explicó, desde una perspectiva muy personal, la manera como ha vivido las negociaciones de La Habana (Cuba). Hizo un balance del año que termina y ofreció una reflexión sobre lo que viene en 2016 para el proceso de paz.

Llegó a la entrevista especialmente turbado. Venía de entregar 27 restos mortales a familiares de guerrilleros que fueron enterrados como NN en distintos cementerios del Meta y por años buscaron para enterrar y hacer su duelo. Este fue el primer efecto del acuerdo sobre desaparecidos que las Farc y el Gobierno dieron a conocer el 17 de octubre.

“Esas realidades que he visto y oído son las que me dan fuerza para seguir en esto. Muchas veces uno siente ganas de tirar la toalla, pero cuando se encuentra con la gente se llena de fuerza”, precisa. Unos días atrás, Jaramillo también asistió al acto de reconocimiento y perdón que las Farc realizaron ante las víctimas de Bojayá. “Ese escenario de verdad y reconocimiento es un escenario duro de construcción de paz. Son muchas las desconfianzas, los dolores. En Bojayá, por ejemplo, la comunidad les dijo cosas muy duras a las Farc”, refirió.

Y es que este tipo de actos están contemplados en el acuerdo sobre la satisfacción de los derechos de las víctimas, que se dio a conocer en La Habana el martes pasado. “Después de un esfuerzo enorme pasamos las páginas del punto más sensible de todos: víctimas”, introdujo Jaramillo, y dio las razones que explican por qué este punto tomó 18 meses de negociaciones.

“La gente no sabe que la negociación en La Habana es muy técnica. Se hace una propuesta, la contraparte contesta. Uno propone una redacción, el otro hace una contrapropuesta. Eso requiere tiempo. Pero, además, como yo creo que es inédito que una guerrilla haya acordado con un gobierno un sistema integral de justicia, esto necesitó el esfuerzo de mucha gente para conseguir un ambiente propicio, un entendimiento adecuado, para alcanzar un acuerdo”, añadió.

Y es que este año ha sido particularmente difícil en la mesa. Entre abril y junio, luego de que las Farc mataran a 11 soldados en el Cauca, la mesa se sumergió en una dura crisis, que incluyó la suspensión de las negociaciones y una escalada del conflicto que no se veía desde hacía años.

“En una negociación se necesita convertir en oportunidades las crisis. Como diría el presidente Santos: volverlas fructíferas. Y si usted se da cuenta, hay un punto de quiebre en el acuerdo del 12 de julio, que se llama agilizar en La Habana, desescalar en Colombia. Allí se crean las subcomisiones que han permitido cerrar el punto de víctimas y avanzar en el tema de seguridad, cese y dejación de armas. Eso le imprimió mucha dinámica a este segundo semestre”, agregó.

Jaramillo sostiene que lo que destrabó la discusión sobre justicia fue que la Jurisdicción Especial para la Paz estableció que era para todos los que han tomado parte en el conflicto. “Como esta fue una negociación para terminar el conflicto, y no simplemente para la reincorporación de las Farc a la vida civil, y como hay víctimas de todos los grupos ilegales y de los agentes del Estado, pues había que construir un escenario donde estuvieran todos. Creo que cuando las Farc vieron que el Gobierno hablaba en serio y estaba planteando un sistema de justicia para el fin del conflicto, abandonó sus temores”, relató.

Para el comisionado de Paz el encuentro entre el presidente Juan Manuel Santos y el comandante de las Farc, Timochenko, fue un acto con una gran carga simbólica. “Esto, más el acuerdo de víctimas, nos permite decir que hemos avanzado en la irreversibilidad del proceso. Sin cantar victoria porque falta el acuerdo final”, indicó.

Pero a Jaramillo ya no parece preocuparle mucho lo que falta por negociar, ahora su cabeza está puesta en cómo hacerles entender a los colombianos que la reconciliación necesita de todos. “Estamos creando un modelo para que la gente tome las riendas en la construcción de la paz. La paz no la vamos a hacer en La Habana, allá vamos a firmar el fin del conflicto”, afirma.

Por eso ya piensa en lo que viene para 2016. “La discusión ya no sobre el desarrollo rural o la participación política, sino sobre la realidad del fin del conflicto. Y eso no va a ser fácil, van a surgir muchos temores, pero estoy confiado en que podemos sortear los obstáculos”, agrega.

Entonces Jaramillo retoma su anterior reflexión y señala: “Hoy me preocupa mucho cómo vamos a movilizar a los colombianos. Y no hablo sólo de movilizarlos para un referendo o un plebiscito, sino de movilizarnos para construir la paz. Esta es una oportunidad que se da una vez en una generación para cerrar el conflicto y resolver los problemas históricos que cargamos como una piedra en el cuello. Pero sólo se logra si todos ponen y todos se comprometen”.

Al final, al preguntarle por los costos que ha tenido la negociación para su vida personal concluye: “Ha sido un sacrificio enorme para mi esposa y mi familia. No me gusta hablar de nada personal, sólo le digo que la negociación se lo come a uno como un torbellino, y uno no puede volver a pensar en nada más, sólo en resolver el problema que tiene enfrente. Eso es muy aburrido para los demás”.

Por Alfredo Molano Jimeno

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