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El Eln que llega a la mesa de diálogos

Aunque ha intentado reactivarse en los últimos meses en su lucha armada contra el Estado para mostrar poderío territorial, la guerrilla no tiene la misma fuerza de hace algunos años.

Redacción Política
11 de octubre de 2016 - 06:16 a. m.
Según el Cerac, desde 2010 se han registrado 132 casos de civiles secuestrados por el Eln. / Reuters
Según el Cerac, desde 2010 se han registrado 132 casos de civiles secuestrados por el Eln. / Reuters

Desde hace por lo menos cinco años, el Ejército de Liberación Nacional no ha logrado ampliar su frente de acción. Su estrategia se ha centrado en mantener el control de las zonas aisladas y de difícil acceso en las que históricamente ha hecho presencia, aunque con escasa capacidad operativa. Un estrecho campo de acción que se explica, en buena medida, por la reducción de una estructura que se calcula (sin cifras exactas) en no más de 2.000 hombres en armas. (Vea acá nuestro especial: ELN, 52 años de conflicto armado)

Su base de guerra se divide en cinco frentes que operan en por lo menos 92 de los más de 1.100 municipios del país, divididos así: el oriental, compuesto de cuatro frentes, un batallón, una columna, dos comandos, tres comisiones y una compañía; el nororiental, con seis frentes y una compañía; el Darío Ramírez, con siete frentes; el suroccidental, con cuatro frentes, una columna y dos compañías; y el occidental, integrado por cuatro frentes. (Lea: Todo está listo para sentarse con el ELN)

Aunque tiene incidencia en departamentos claves como Arauca, Cesar, sur de Bolívar, Santander, Tolima, Norte de Santander, Antioquia, Cauca y Nariño, de acuerdo con un informe del Centro de Análisis de Recursos para el Conflicto (Cerac), desde 2010 se ha observado una reducción de sus acciones en varias regiones estratégicas. En el caso de Santander y Tolima, por ejemplo, a partir de 2011 su actividad armada cayó en más del 80 %, mientras que en Nariño la caída fue del 34 %. (Lea: Esta es la agenda con la que negociarán el Gobierno y el ELN)

Sin embargo, eso no quiere decir que algunas estructuras no hayan consolidado un dominio territorial que representa amenazas claras a la seguridad. “En particular, el Frente Oriental, con presencia en Arauca, Casanare y Boyacá, ha sostenido casi todo el esfuerzo militar del Eln en estos años: es responsable de la mitad de acciones ofensivas realizadas por el grupo durante este período y es la unidad que más sostiene combates con la Fuerza Pública”, refiere el documento de Cerac.

Fue precisamente esa estructura –específicamente el Frente Domingo Laín, al mando de Gustavo Aníbal Giraldo, alias Pablito– la que hace un mes decretó un paro armado en seis departamentos, en una medida que fue vista por algunos analistas como una demostración frontal al Gobierno de su capacidad y poder para presionar un pronto diálogo. Sin embargo, su capacidad sigue siendo escasa, como lo explicó entonces Ariel Ávila, investigador de la Fundación Paz y Reconciliación. “Ellos, realmente, pueden alterar en Arauca y el Catatumbo (...) En esas regiones tienen mucho poder por su base social, que no pudo ser destruida por el paramilitarismo, a diferencia de lo que sucedió en el sur de Bolívar. El Eln es una organización política intentando ser ejército”, sostuvo.

Para el Cerac, aunque la ofensiva del Eln ha sido en los últimos tiempos inefectiva militarmente, sí ha tenido un gran costo político, pues ponía en riesgo la posibilidad de que la paz fuera redonda, incluyendo a todas las fuerzas guerrilleras del país: “Los altos niveles de violencia que sostuvo el grupo desde antes de que se dieran a conocer los diálogos exploratorios, y su incapacidad de renunciar al secuestro, entre otros factores, postergaron el inicio del proceso de paz con esta guerrilla por más de dos años. A su vez, dicho estancamiento de la fase exploratoria y la intensificación de la guerra estaban deteriorando el apoyo político a una salida negociada al conflicto con el Eln”.

De ahí la importancia de la instalación oficial de la mesa, sobre todo en momentos de incertidumbre por cuenta del futuro del cese al fuego bilateral entre el Gobierno y las Farc, sin que estas últimas hayan podido desplazarse a las denominadas zonas veredales transitorias de normalización para la efectiva concentración. La apertura de diálogos disminuye las posibilidades de que se produzcan hechos violentos que enrarezcan el clima de confianza que se intenta restablecer entre las partes.

Además, la existencia de un diálogo oficial ayuda también a disminuir las tensiones por cuenta de las versiones que en los últimos meses señalaban que el Eln se estaba replegando para copar algunas de las zonas que históricamente habían estado bajo el dominio territorial de las Farc.

Por Redacción Política

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