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Los medios, en deuda

Un estudio del Observatorio de Medios de la Universidad Javeriana concluye que el cubrimiento periodístico del proceso de paz ha tenido carencias, unifuentismo, se ha hecho a distancia y en muchos casos ha generado confusión.

Mario Morales *
22 de noviembre de 2015 - 02:00 a. m.
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No hemos hecho bien la tarea. Ni el gobierno en la comunicación política acerca de lo que ha pasado con el proceso de paz. Ni quienes tienen a cargo la pedagogía para saber hacia dónde van las negociaciones. Ni el periodismo para contar lo que está sucediendo, como dice el manido, e incumplido lema de algunos medios.

Lo prueba la indiferencia de la población frente al desafío, que es, a la vez, el sueño cimero de las últimas cuatro generaciones, resumido en esas cuatro palabras repetidas hasta el hastío: la tan anhelada paz.

Pero no son los únicos insumos para analizar cada una de esas tres patas sobre las que descansa la otra mesa, la de la credibilidad de lo que se acuerde en La Habana. También lo documenta una investigación realizada por el observatorio de medios de la Universidad Javeriana que ha monitoreado día a día, desde el inicio de las conversaciones, el cubrimiento periodístico del proceso en los medios nacionales de prensa y televisión.

El estudio muestra que el trabajo periodístico ha tenido carencias, primero porque los medios como el resto del país fueron sorprendidos por un suceso de tal magnitud para el cual no estaban preparados. Segundo, porque el modelo de confidencialidad que ha blindado lo que pasa en La Habana ha sido un obstáculo para acceder a la información con estándares de calidad. Y tercero porque a los periodistas nos ha pasado lo que al resto de ciudadanos, no hemos ido más allá de la cotidianidad para entrar en los terrenos de la previsión y la anticipación.

En ese día a día los medios se han impregnado o representado los estados de ánimo de los colombianos frente al desarrollo de las negociaciones. Partieron de la incredulidad fruto de la larga resaca por el fracaso de las negociaciones en El Caguán, frustración que dio paso al recrudecimiento de la guerra, de la violación de los derechos humanos y al recorte de libertades individuales y sociales.

Con los primeros anuncios de los diálogos se abrió paso en las piezas periodísticas el escepticismo y más tarde la cautela. Con la instalación formal de la mesa vino la exaltación que reencarnaba cada vez que se aprobaba un punto de la agenda, hasta que vinieron los escollos y cundió el pesimismo en titulares y desarrollos, a veces contagiado de determinismo, a veces de fatalismo. De esa manera y al ritmo ralentizado de los anuncios, las narraciones periodísticas han aprendido a convivir en medio de esa bipolaridad pero sin tocar los extremos.

La ausencia de hechos y la escasez de documentos, que no fueran los comunicados o los registros audiovisuales, llevaron a los reporteros a contagiarse de las emocionalidades de las fuentes que cambiaban según el biorritmo de cada ciclo, según las conveniencias en el tira y afloje de las discusiones o en la toma de partido no pocas veces visceral de quienes reaccionaron como oposición.

Las dificultades del cubrimiento in situ llevaron a los periodistas a hacerlo a distancia, especialmente desde la capital, con el riesgo de incluir en sus narrativas los (des)contextos también emocionales según el momento o la coyuntura. Eso explica que momentos de efervescencia como el mundial de fútbol se vieran trasplantados al crecimiento de la favorabilidad del proceso en el monitoreo, y que coyunturas como las de elecciones reflejaran espectros amplios de polarización, o épocas como vacaciones marcaran distanciamiento y disminución de las narrativas mediáticas sobre las conversaciones.

Otro factor evidente, como consecuencia de lo dicho anteriormente, es que haya primado el periodismo de declaraciones que iban cambiando e incluso contradiciéndose con la evolución de la agenda, generando confusión.

Si bien la iniciativa fue de la estrategia gubernamental, los medios asumieron los relatos del proceso de manera personalizada en torno a la figura del presidente Santos de forma que lo afectaba a uno involucraba al otro y viceversa.

Pero quizás uno los aspectos más llamativos del estudio tiene que ver con el encuadre desde el cual siguen narrando los medios. Entrenados durante muchos años en el cubrimiento del conflicto y no pocas veces contagiados por la propaganda política, los medios siguen narrando el proceso desde la perspectiva de adversarios, esto es, de vencedores y vencidos, de enemigos irreconciliables, de buenos y malos.

Claro el mismo gobierno, con la voz altisonante del exmindefensa Pinzón, las rabietas del presidente o el discurso encendido de la fuerza pública abonaron ese terreno maniqueo del cual no logramos salir. Incluso propuestas, como el desescalamiento del lenguaje, hechas en momentos de tensión o indignación no fueron comprendidas y se convirtieron en epicentro de burlas y diatribas.

Ese ambiente enrarecido ha impedido el apoyo a la mesa en tanto que una de las partes sigue siendo deslegitimada como interlocutor válido contradiciendo la lógica de las conversaciones y los acuerdos.

En términos generales a través del seguimiento diario se evidencias rutinas periodísticas alineadas y entrenadas durante años desde esa perspectiva de enemigos, con incidencia de renovados discursos de odio, con sus correspondientes y repetidas formas expresivas, centradas en la sectarización o en la victimización.

Esos acontecimientos son contados de manera episódica, sin solución de continuidad y sin contextos explicativos o nexos de causalidad o perspectivas de futuro. 

En esa montaña rusa de sensaciones, signada por acontecimientos cuyo significado va cambiando de valor, los medios se miran unos a otros, se han mimetizado entre sí, reciclan sus rutinas y al cabo de tres años su narrativa es monótona, aburrida, sin regiones, sin rostros humanos, con preeminencia de los comunicados, de las versiones pero sobre todo con la lógica de que toda declaración se merece una reacción, una contraparte bajo el equivocado pretexto del equilibrio informativo.

En la construcción de las informaciones el gobierno aparece como principal punto de referencia por la preeminencia de la voz presidencial, del comisionado y de sus voceros en la mesa, pero escasean las voces y rostros de las víctimas, de la sociedad civil y de la academia. Interesa más la dialéctica de guerra y paz, entendida como contienda entre Uribe y Santos, por ejemplo.

La perspectiva de género no sale bien librada, las fuentes son esencialmente masculinas muy a pesar del protagonismo femenino en diversos frentes que tiene que ver con el (pos)conflicto. Ese protagonismo, cuando aparece narrado, lo hace cundido de estereotipos como el de la vanidad y el eterno femenino, como en el caso de la guerrillera Tanja. Una de las preguntas que deja el observatorio es si esa visión es machista y en esa medida tiene determinados efectos.

Quedó claro que sigue primando el cerofuentismo o el unifuentismo con especial relieve de las fuentes oficiales. Y en lo atinente a las formas narrativas de sujetos y fuentes, las imágenes y descripciones se han ido mecanizando en ángulos, encuadres y adjetivos, de tal manera que parecen repetidas o de archivo, sin serlo.

La dialéctica encendida de las redes sociales ha reemplazado el periodismo de investigación y de interpretación. Sin proponérselo, los reporteros han legitimado como fuentes a redes sociales que no lo son y que, a veces, ni siquiera quieren serlo, como lo describen su presentación. De esta manera el trabajo de campo se ha reducido a las rondas pro internet en busca de reacciones, opiniones personales o comunicados sin el suficiente trámite de verificación o sustentación.

La agenda de los medios nacionales es generalista, apunta a contar el desarrollo de la mesa como tal, sus ritmos, sus tiempos, sus desavenencias y sus polémicas, pero no busca los detalles en los puntos específicos ni en los subtemas, ni en los asuntos relacionados o emergentes producto de la dinámica de las conversaciones.

Como consecuencia de la emocionalidad, se ha instalado la lógica narrativa del conflicto en la que los hechos disruptivos como combates o ataques contra combatientes o infraestructura que antes eran colaterales han pasado a ser temas centrales en momentos de tensión, pero brillan por su ausencia los temas que tienen que ver con acciones de paz, reconciliación y perdón.

Es justo reconocer que hubo un ligera mejoría una vez se aprobó el tercer punto. Se incrementaron los informes, los enviados especiales y crecieron tanto el análisis como los puntos de vista en columnas de opinión y editoriales pero también en la parte informativa con presencia de voces de la sociedad civil. También se ha mejorado en el uso de recursos narrativos y en el manejo del lenguaje. Pero todavía falta …

El observatorio

El observatorio de medios de la universidad Javeriano ha realizado cerca de 15 monitoreos en los últimos 12 años teniendo como referencia los estándares de calidad periodística, con base en el análisis de contenido y las teorías contemporáneas del periodismo. El monitoreo del cubrimiento del proceso de paz arrancó el 1 de agosto de 2012 y se mantendrá vigente hasta la implementación de los acuerdos en 2016.

Inicialmente ha analizado los periódicos nacionales y los noticieros de televisión pública y privada que cubren todo el país. Su trabajo es censal, quiere decir que no toma una muestra sino que observa todas las narrativas periodísticas, incluyendo opinión y caricatura, que han aparecido sobre el proceso de paz y temas relacionados. El investigador principal es Mario Morales y el asesor estadístico es Andrés Medina. Involucra estudiantes de pregrado y posgrado como monitores, asistentes de investigación o que realizan sus trabajos de grado y tesis con apoyo en su metodología. Ha contado con el apoyo del Centro Ático, Cinep, PEP, FNPI, Cifras y Conceptos y Auditsa.

A través de un instrumento de análisis observa la prominencia, encuadre, enfoque, construcción informativa, origen de la información, contexto, recursos narrativos, calidad del lenguaje, temas y asuntos de la información, fuentes periodísticas y ética periodística.

Algunos datos

A lo largo de estos tres años se han observado más de 12,000 piezas periodísticas. Se ha encontrado que el generó más frecuente en prensa es la columna de opinión con un 29 5%, mientras que las narrativas de registro como la noticia aparecen con un 25.4% y la breve con un 15.2%,. El análisis sólo llega a un escaso 6% si se compara con la caricatura, por ejemplo, que alcanza el 7.5%

El interrogante que queda planeado es si las audiencias están recibiendo primero la información tratada, la de posiciones ya establecidas y opiniones fuertes, antes que la información pura y dura y si eso tiene que ver con el grado de polarización en que se encuentra la opinión pública

En televisión el género predominante es la noticia con 69.2%; el análisis aparece en el 1.9% de las piezas.

En prensa el enfoque es neutro en un 51.8% crítico en un 26 5% y parcializado en un 13.3% en televisión es neutro en un 67%, crítico en 23 3% y parcializado en un 4.6%

Si bien en prensa un 37.3% no es posible establecer el origen de la información, en un 20.5% proviene de entrevistas 17.2% de foros, 8.1% de boletines y 1.9% de redes sociales, mientras que en TV el origen estáen las entrevista s en 39%, foros y debates en 24,2%, y ruedas de prensa en un 15, 8% lo que demuestra por qué en las narrativas prevalece el quién sobre el qué.

En prensa el 25.4% de las notas informativas no tienen fuente y el 41.6% o sólo tienen una. Las fuentes son masculinas en un 80% y femeninas en un 10%.
En tv el 11.4% de las notas no tienen fuente y el 50.8% sólo tienen una. El 83% de las fuentes son masculinas y el 10% femeninas.

En prensa, las víctimas aparecen como fuente en un 2% y como sujeto de la información en un 4%, mientras que l gobierno es fuente en un 23% y sujeto en un 19.7%

En TV el gobierno aparece como fuente en un 25% de las notas y como sujeto de las notas en un 17.1, y las víctimas son fuentes en un 3.3% y sujetos de la información en un 5.3%

Qué hace falta

Teniendo en cuenta los resultados del observatorio en relación con lo que exponen teóricos como Galtung o Giró, hace falta tener en las piezas periodísticas múltiples voces, relatos desde las regiones y territorios, dignificar las víctimas, salirse del círculo de la guerra, no replicar la voz de las fuentes, reconstruir la verdad histórica, diferenciar violencia de conflicto, más debates entre distintos, recurrir a otros géneros; el antídoto son las historias, siendo menos reactivos y más proactivos.

Dejar ver al otro, humanizar a todos, maximizar aciertos, adjetivar menos y usar menos eufemismos, más memoria más clima más autoestima, más bases informativas sólidas; hay que llevar las audiencias a la reflexión, hay que ser activos e innovadores y evitar la exhibición de las víctimas o las minorías desde la perspectiva exótica o como pura escenografía. Los medios deben ser escenarios de debate en los temas del conflicto pero también en las agendas de paz.

En resumen, tanto medios como periodistas se deben instalar en puntos de convergencia, de consensos y disensos, en la generación de ambiente, en la reconstrucción de memoria y en la recuperación de autoestima y optimismo.

* Profesor de la universidad Javeriana y columnista de El Espectador.

Por Mario Morales *

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