Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La polémica desatada hace dos años por la aparición de estudios científicos que aseguraban que la utilización del anticonceptivo inyectable Depo-Provera (acetato de medroxiprogesterona, de Pfizer) aumentaba el riesgo de que una mujer se infectara con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), revivió esta semana por cuenta de una nueva publicación en la revista científica The Lancet.
En la última década, científicos de prestigiosas universidades de Estados Unidos y África han asegurado en distintos informes que la inyección que previene el embarazo durante tres meses —que además es utilizada por más de 41 millones de mujeres en el mundo, especialmente en África, y comercializada en Colombia— provoca ciertos cambios en la estructura de la vagina, resecándola de tal manera que favorece la entrada del virus, hallazgo hecho principalmente en mujeres que viven en áreas más expuestas al contagio, como es el caso del África Subsahariana, o que se dedican a la prostitución.
A esta postura se sumó la reciente publicación hecha por científicos de las universidades de Washington y de California (EE.UU), quienes concluyeron, al analizar 12 estudios en los que participaron más de 39.500 mujeres del África Subsahariana, que las mujeres que utilizan Depo-Provera tenían 40% más de probabilidad de contraer VIH que las que utilizan otros métodos anticonceptivos o ningún método.
Aunque el dato generó ayer alarmantes titulares de prensa, que incluso concluían que “todos los anticonceptivos inyectables aumentan riesgo de contraer sida”, los científicos fueron claros en decir que el riesgo identificado es “moderado” y “no es suficiente para justificar una retirada del anticonceptivo, pues prohibir este método dejaría a muchas mujeres sin acceso inmediato a otras alternativas eficaces de contracepción, lo que llevaría a más embarazos indeseados”.
Frente a este debate, la Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha centrado en aclarar que ningún método de planificación favorece directamente el contagio del VIH y ha sido enfática en recomendar que las mujeres que viven en territorios de riesgo utilicen condones para protegerse de esta y otras enfermedades de transmisión sexual.
En diferentes ocasiones, la OMS ha advertido que las investigaciones basadas en archivos requieren soportes clínicos que aún no existen. Además, al revisar la bibliografía científica conocida, anotó que los datos “no establecen una relación causal clara entre los anticonceptivos inyectables y la infección por el VIH, ni tampoco excluyen definitivamente esta posibilidad”, reafirmando la necesidad de llevar a cabo nuevos estudios.
Para Ricardo Luque, coordinador del área de sexualidad del Ministerio de Salud de Colombia, noticias como esta no pueden alarmar a las mujeres del país que utilizan los métodos inyectables de planificación (15% del total), ni mucho menos deberían llevarlas a abandonarlos.
De acuerdo con la postura de la OMS, el funcionario cree que se requiere más información para concluir que el Depo-Provera es peligroso y aclara que es difícil calcular qué porcentaje de las colombianas que utilizan inyectables eligen esta opción. Lo que sí asegura es que el Depo-Provera ha perdido popularidad en los últimos años al ser reemplazado por inyecciones que no protegen por tres meses sino por uno y que al tener concentraciones más suaves no presentan efectos secundarios como la resequedad vaginal.
“Lo más importante es tener muy claro que el único método que impide el contagio de VIH es el condón y las mujeres que utilizan otros métodos para planificar deberían pensar en la doble protección: utilizar el condón junto con las pastillas, las inyecciones o los otros dispositivos disponibles”, dice.