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Siendo yo un niño, un tío manifestaba sus temores sobre mi orientación sexual de manera peculiar. Al verme con un atuendo que no le parecía varonil sentenciaba: "tendrá que hacer pipí sentado".
Ese podrá ser el nuevo grito de batalla de las mujeres que sufren compartiendo el sanitario con hombres. Un pequeño lío doméstico, generalizado pero manejable, se está volviendo asunto público. Empezando por las universidades anglosajonas, son cada vez más comunes los baños unisex o género-neutrales.
Los promotores del cambio argumentan que las personas transexuales son acosadas, intimidadas o avergonzadas a menudo y tener que elegir entre un baño masculino o uno femenino atenta contra sus derechos. No es una inocentada. En los Estados Unidos ya hay más de cuatro mil baños “para todos” en un millar ciudades, y un sitio web permite encontrar el más cercano en los viajes. El liderazgo en latinoamerica lo lleva la Argentina donde para celebrar la plena vigencia de la ley de identidad de género, en la Universidad de La Plata la decana anunció que los baños “ahora serán en forma indistinta para varones, mujeres y para lo que uno decida y quiera ser".
El revolcón conlleva la eliminación del orinal, un aparato poco apreciado por lo excluyente pero cuya ecología, higiene y eficiencia espacial están siendo menospreciadas. El artefacto tradicional consume menos de la mitad del agua que gasta un sanitario y el de última tecnología prácticamente nada. También disminuye la desastrosa salpicada y permite más usuarios por metro cuadrado. De hecho, la tendencia a compartir los baños públicos surgió informalmente con las mujeres que desesperadas por las largas colas tienen que aventurarse a territorios masculinos en donde, gracias a los orinales, la rotación es mayor.
Ante la perfección política está mal visto aludir a costos o dolientes, pero es innegable el impacto negativo de esta reforma. A vuelo de pájaro, cientos, quizás miles de mujeres deberán sacrificarse en sus afanes para que una persona trans, tal vez, se sienta mejor. Eso sin sumar secuelas ambientales.
Las desventajas del baño público mixto aumentan con los años. Si para jóvenes de vejiga vigorosa y uretra aún no oprimida por la próstata, la recomendación "por favor apunte bien" puede servir, a partir de cierta edad la buena voluntad no basta. El “goteo al final de la micción”, el “chorro débil” y otras manifestaciones de fatiga del cuerpo hacen inevitable el reguero.
La única manera de mantener limpio un sanitario es siguiendo la premonitoria consigna de mi tío. Así lo ha entendido Colette, una amiga francesa que puso en el baño de su casa la caricatura de un hombre haciendo pipí sentado con la leyenda “ici, c’est comme ça”. Es poco probable que la costumbre se generalice. En los baños género-neutrales el sanitario será mal utilizado como orinal y pronto se volverá ofensivo con las mujeres. Dejar el lugar “como lo encontró” desplazará por completo al “como le gustaría encontrarlo”. Con el tiempo, la responsabilidad por esa porquería de baños públicos recaerá sobre el patriarcado y vendrán las recriminaciones por desconsiderados, machistas y misógenos. Mientras tanto, felices fiestas.

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