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El extenso documento de 809 páginas, elaborado por doce historiadores sobre las causas y los orígenes del conflicto en Colombia, el cual se presentó el 10 de febrero pasado en La Habana, es un documento de difícil lectura y asimilación.
Muy pronto se archivará como les sucedió a los otros tres documentos similares de los años 1985, 1987 y 2007. Presentaron documentos incompletos, les faltaron buenos resúmenes.
Cuando nos descubrió Cristóbal Colón, ya había guerras entre México y Tlaxcala, Bogotá y Tunja, Cuzco y Quito, a pesar de que sobraba la tierra, no había capitalismo salvaje, ni gringos miopes, ni comunistas, ni narcotráfico. Hoy, con la presencia de todos estos males, más la explosión demográfica, más las claudicaciones de La Habana, no esperemos una paz perdurable.
Acepto la multiplicidad de actores en el conflicto, pero con responsabilidades muy diferentes. Las cuotas de responsabilidad les resultaron como un tiro por la culata a las Farc, porque como afirma Eduardo Pizarro Leongómez, actual embajador de Colombia en los Países Bajos, y relator de los historiadores, “las Farc pensaron que el relato histórico de esta comisión iba a favorecer su mirada, de una guerrilla víctima del terrorismo de Estado, que los había obligado a empuñar las armas para resistir y que, por tanto, su levantamiento era legítimo. Pero las Farc fueron sorprendidas porque algunos de los ensayistas controvirtieron ese relato histórico”.
El inefable jesuita, padre Javier Giraldo, legitima la rebelión en Colombia por las limitaciones de nuestra democracia, de nuestra justicia, de las insuficiencias en el bienestar de la población por la incapacidad del Gobierno para satisfacer las necesidades biológicas. Olvidó mencionar e incluirse entre quienes toleraron y todavía toleran la natalidad irracional en hogares miserables, con cinco y más hijos de padres diferentes y no deseados. En 1939 toda Colombia censaba 9 millones de habitantes, hoy día, Bogotá sola alberga 8 millones y Colombia 48.
No acepto que hayamos padecido una ‘guerra justa’, lo cual se demuestra al evaluar los resultados entre los objetivos que se propuso la guerrilla y los resultados del conflicto. Como acertadamente le replicó el profesor de Eafit, Jorge Giraldo Ramírez, la guerrilla sí se propuso disminuir la pobreza, pero la guerrilla es responsable de alrededor del 50% de la población desplazada, es decir, de 3 millones de personas. La guerrilla sí se propuso disminuir la desigualdad en la tenencia de tierra; pero, por su culpa, 6 millones de colombiano perdieron sus bienes y aumentó la concentración de la tierra por el desplazamiento forzado. Agrega quien comenta, la modernización agroindustrial se paralizó y grandes bancos internacionales les recomiendan hoy a sus clientes vender sus inversiones en Colombia.
Colombia –finaliza Giraldo Ramírez- perdió entre uno y dos puntos del crecimiento del PIB como consecuencia del conflicto armado; es decir, Colombia tendría hoy día niveles de vida muy superiores si no hubiese existido este. No permiten hablar de una guerra justa los resultados de 50 años de violencia con su balance final de injusticias padecidas por el 8% de los colombianos, alrededor de 6,8 millones de personas, no admiten hablar de guerras justas.