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Que las grandes plataformas y productoras internacionales de cine y televisión estén llegando a rodar al país no ocurrió por generación espontánea, es fruto de un trabajo que por aproximadamente treinta años llevamos construyendo entre los gobiernos de turno y la industria, y es algo que debe ser una política de Estado por encima de que cada cuatro años cambiemos de mandatarios.
Las industrias creativas siempre han existido; sin embargo, es paradójicamente positivo que en medio de una pandemia Colombia se haya convertido en un centro audiovisual de la estatura de México o Argentina, y esto se debe a que desde la Constitución del 91, donde se puso la cultura en el centro para salvaguardarla y protegerla en un país pluriétnico y multicultural, se comenzaron a tejer mecanismos de financiación que, escalonadamente y con mucha paciencia, han ido construyendo el ecosistema que hoy tenemos en la industria audiovisual nacional.
La Ley 814, que se nutre de la taquilla de los cines, ha apoyado la escritura, producción y posproducción de cortos, documentales y películas nacionales y de coproducción, ha posicionado al país en los grandes festivales, incentivado la formación de nuevos cineastas y aportado a la preservación de nuestro archivo fílmico, entre otros grandes logros.
Así mismo, la Ley 1556 puso al país en el mapamundi audiovisual haciéndolo atractivo como escenario cinematográfico para películas extranjeras. Por último, los incentivos CINA (certificados de inversión audiovisual), creados en el plan nacional de desarrollo reciente, extendió dichos beneficios a las series, documentales, realities y otros formatos, haciendo aun más atractivo que grandes compañías llegaran al país con sus guiones o adquiriendo IP colombianas que ya estamos viendo en las grandes pantallas digitales.
Netflix, NBC Universal Telemundo, Prime Video-Amazon, HBO Max, Apple+, Movistar+, Disney+, Star+ y muchos otros no solo llegan por ese gran gancho de los incentivos tributarios, sino por las buenas ideas que hay en los talleres creativos, los excelentes profesionales del sector (que incluso se están llevando a otros países), la diversidad étnica, la identidad y esos maravillosos paisajes que todos conocemos.
En los últimos tres años se han generado, y repito, en medio de un momento históricamente muy complejo para la economía del planeta, millones de empleos en el país, dinámicas de formación cruzada con los crews que se construyen de profesionales de la industria que vienen a rodar acá y lo que aprenden también de nuestros equipos ha generado la necesidad que las universidades, escuelas e institutos prioricen más programas de calidad que especialicen los equipos humanos, ha contribuido a la enorme activación de sectores de servicios ancilares como la de equipos técnicos, la hotelería, el turismo, empresas de alimentación, transporte y otras industrias que viven en parte de los rodajes que llegan a cada lugar del país. Así mismo, que Colombia sea tan atractivo por su belleza y variedad geográfica ha hecho que dichas producciones lleguen a lugares recónditos, descentralizando los rodajes de las capitales e impactando no solo su economía, sino tomando el talento local para introducirlo en los equipos de rodaje.
Hay que ver la cultura como un proceso y no como un evento; no como un programa central de un gobierno, sino como una gran herencia que ha llegado a su punto de maduración y le ha dado al sector audiovisual nacional el puesto que hoy ostenta. Los nuevos gobernantes deben poner la cultura en el centro del desarrollo y la economía, y garantizar esos empleos, las inversiones, el gran aporte que hacemos al PIB de la nación y el futuro de los contenidos y las narrativas colombianas; de lo contrario, estaríamos perdiendo espacio y renunciando a una posición ganada a pulso en una industria que se mueve mundialmente y donde Colombia ya puso su sello creativo y competitivo.
*Productora ejecutiva y creativa de CMO Producciones.