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Esta columna se iba a titular Todos somos Mateo, hasta la mañana de este lunes 28 en que el ELN reconoció haber sido el autor del bombazo que el domingo 19 de febrero sembró de zozobra el barrio La Macarena de Bogotá y le costó la vida al patrullero Albeiro Garibello, además de heridas a 26 uniformados y 3 civiles, y daños a 30 casas del sector. El título aludía a la detención anunciada con bombos y platillos por el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, del estudiante de quinto semestre de Sociología de la Nacional, Mateo Gutiérrez León, donde me llamó la atención que le hubieran adjudicado como alias el mismo nombre del detenido: alias ‘Mateo’. ¿Acaso el alias no es para ocultar la identidad?
Dos compañeras de estudio del muchacho y los papás se comunicaron conmigo para alertarme sobre la injusticia que se estaría cometiendo frente a lo que pintaba como un ‘falso positivo’ judicial, y en gesto de solidaridad escribí la susodicha columna, pero el reconocimiento que hizo el ELN del atentado terrorista pone las cosas a otro precio, sobre todo porque derrumba la hipótesis –que sustenté hasta hoy– según la cual la bomba la habría puesto una tenebrosa ‘mano negra’ interesada en sembrar confusión y miedo.
Pero ahora descubro horrorizado que los tenebrosos del paseo fueron los ‘elenos’, quienes justifican su accionar en que los territorios donde operan “están saturados por gigantescos operativos militares”, y en tal medida “cualquier persona con elemental razonamiento entenderá que, ante esta realidad, el ELN debe responder con su accionar armado contra las fuerzas atacantes para defenderse”.
Absurdo razonamiento el de creer que debido a que el Ejército los persigue, ellos están en su derecho de poner bombas que matan a jovencitos patrulleros de policía y sumen en el dolor a sus familias. Cobarde actitud, además, porque en lugar de enfrentar al enemigo en combate abierto, que es lo que le correspondería a un ejército irregular que se asume revolucionario, acuden a acciones terroristas que producen el rechazo airado y unánime de la población civil, o sea un efecto diametralmente opuesto al deseado.
A lo anterior se suma que convirtieron en víctima colateral del atentado a Mateo Gutiérrez, porque al margen de si fue o no copartícipe o cómplice, las sospechas sobre él se refuerzan en su condición de estudiante universitario con un pensamiento crítico, de izquierda.
En medio de su torpeza el ELN asumió como gran victoria militar el resultado que expuso en su comunicado “26 policías heridos”, pero callaron sobre el patrullero muerto, cuya agonía duró varios días, hasta que la gravedad de las heridas causadas por la detonación lo hizo sucumbir. Y sacan pecho informando que “nuestra Fuerza se retiró sin novedad”, cuando la verdad es que se habían retirado horas atrás, después de dejar en una cabina telefónica el explosivo con temporizador que igual habría podido causar un número más elevado de víctimas colaterales, por ejemplo mujeres o niños, en cuyo caso estamos seguros de que habrían asumido una actitud doblemente cobarde, la de guardar silencio para no hacerse responsables del daño colateral causado.
Es entonces cuando el espectador desprevenido se pregunta si será que esa junta directiva de ancianos guerrilleros conocida como Comité Central (COCE) comienza a padecer de demencia senil, o al menos de grave desconexión con la realidad, pues no se entiende la lógica que practican cuando quieren forzar a un cese bilateral del fuego con un atentado terrorista. Para colmo de sus galimatías plantean el cese como “urgencia”, sin ser conscientes de que lo urgente es señal de debilidad, pues nadie se declara urgido cuando pretende asumirse poseedor de fortaleza militar frente al enemigo. Ah, y ya cayendo en el cinismo pregonan que el cese al fuego “lo solicitan diversas expresiones de la sociedad colombiana"... ¡Flagrante mentira! Si eso fuera cierto el triunfo del SÍ en el plebiscito habría sido abrumador, pero ganaron los partidarios del NO a la paz, aunque de suerte para la democracia con una pírrica diferencia (alentada por el miedo al contagio homosexual) y una altísima abstención.
Lo que hace el ELN en su insensatez, por no decir en su imbecilidad, es darle abundante munición a la cúpula –también terrorista– de esa extrema derecha hoy angustiada por las cosas que se llegarían a saber cuando comience a operar la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). Y termino haciendo mía la reflexión que en este contexto plantea el colega Sergio Ocampo Madrid: “tienen a la mano las lecciones de cinco años de proceso con las FARC; tienen el mensaje de los colombianos votando por el NO, más que por el SÍ; tienen claridad en que el Centro Democrático va a intentar torpedear cualquier nueva intentona de paz, y que Santos necesita oxígeno para sacarla adelante. Y la lucidez política que demuestran es poniendo un bombazo en La Macarena…”.
Sea como fuere, no hay mal que por bien no venga: si la citada columna (Todos somos Mateo) hubiera sido publicada antes del comunicado del ELN, mi credibilidad como periodista habría quedado por el piso.
DE REMATE: En alguna parte leí que Alejandro Ordóñez y Álvaro Uribe organizando una marcha contra la corrupción es como ver a Bob Marley convocando a una cruzada para que se prohíba el consumo de marihuana.
En Twitter: @Jorgomezpinilla
http://jorgegomezpinilla.blogspot.com.co/