Dos ideas a las que les llegó la hora (II)

Mauricio Botero Caicedo
07 de mayo de 2017 - 04:05 a. m.
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A la segunda idea a la que le llegó  la hora es la renta básica universal (RBU), que consiste en pagarle un salario a todo ciudadano, indistintamente de sus ingresos o patrimonio. Estos recursos naturalmente reemplazarían todos los otros apoyos monetarios que le brinda el Estado y el monto podría ser entre uno y dos salarios mínimos mensuales.

¿De dónde nace la idea? Hace más de 500 años, en 1516, Tomás Moro, en su clásico libro Utopía, esbozo la idea a través de uno de los personajes de la novela, Rafael Hithlodeo: “Ninguna amenaza o castigo va a impedir que alguien robe si es el único camino que tiene para conseguir comida... sería bastante más práctico poder darles a todos y cada uno un medio de asegurar su sustento”. A través de los años esta idea fue esbozada igualmente por Thomas Paine, John Stuart Mill y Bertrand Russell. En el siglo XX, la RBU fue enérgicamente defendida por Milton Friedman, Friedrich Hayek y Martin Luther King.

¿Por qué se debe revivir la RBU? De manera resumida, son tres las razones por las que se debería implementar. La primera es el fracaso del “Estado de bienestar” para acabar con la pobreza, política pública que sólo en muy pocos casos ha tenido éxito. Las políticas asistencialistas a lo sumo logran paliar la pobreza: lo que sí logran con enorme acierto es el “bienestar del Estado”, enriqueciendo de paso a una clase burocrática parasitaria. En segundo lugar, la RBU es el camino para acabar de un tajo la miseria y la desigualdad extrema. El que haya ricos, y algunos muy ricos, es necesario, y la relativa diferencia de ingresos entre unos más ricos y otros menos ricos no tiene relevancia. Es más, donde no hay ricos, por definición sólo hay pobres. Lo que una sociedad no puede ni debe aceptar es la miseria. La tercera razón, y posiblemente la más importante, es que la economía moderna —sustentada cada vez más en avances tecnológicos e informáticos— no está creando los empleos necesarios para absorber la creciente mano de obra, especialmente si se tienen en cuenta las mayores expectativas de vida. Los ejércitos de desempleados que amenazan la sociedad moderna son de lejos el mayor peligro que enfrenta la humanidad.

A la izquierda, con notables excepciones, no le gusta la idea de la renta básica universal. Y no le gusta porque la RBU acabará con los pobres que en buena parte de los casos son su “electorado primario” (constituency). La segunda razón es que los izquierdistas detestan que sean los individuos quienes tomen las decisiones económicas por ellos mismos. Para todo izquierdista, corresponde a los funcionarios y no al mercado decidir los precios y salarios, determinar qué y cuánto debe producirse, y quiénes y cuándo deben recibir esos bienes y servicios. Las decisiones las debe tomar el Estado y posiblemente el colectivo, mas nunca el individuo. Finalmente, sin pobres y sin “ingenieros sociales”, buena parte de las ONG de izquierda pierden su razón de ser. Como señala Carlos Alberto Montaner, “los izquierdistas, como sospechaba Hayek, padecen de la fatal arrogancia de creer que conocen las necesidades de las personas y cómo satisfacerlas mejor que ellas mismas”.

Apostilla: genial la caricatura de MHEO en El País (mayo 3, 2016), en la que el gorila de Maduro exclama: “Si se hace el suficiente silencio se puede oír el clamoroso apoyo de toda la izquierda que calla”.

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