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El problema del empleo

LA DESACELERACIÓN DE LA ECONOMÍA colombiana es un hecho. La semana anterior la Asociación Nacional de Industriales (Andi) corrigió a la baja sus proyecciones de crecimiento para el presente año.

El Espectador
15 de junio de 2008 - 10:59 p. m.
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Esta asociación tuvo que reconocer lo que ya muchos analistas habían advertido: la economía colombiana ha perdido impulso y crecerá, en el mejor de los casos, a una tasa levemente superior a 5%. La desaceleración de la economía no representa una catástrofe.

 Puede incluso considerarse como una circunstancia conveniente dado el crecimiento inmoderado e insostenible de la demanda y el crédito observado el año anterior. Pero la desaceleración de la economía seguramente exacerbará el problema del empleo, tal vez el principal problema de la economía colombiana.

Es importante repasar los hechos, hacer una rápida radiografía de la problemática del empleo. Colombia tiene actualmente la mayor tasa de desempleo entre las siete economías grandes de América Latina: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Venezuela. Colombia tiene una de las mayores tasas de informalidad laboral del continente americano. La tasa de informalidad no ha disminuido durante los últimos años a pesar del mayor crecimiento económico.

La tasa de desempleo tampoco ha disminuido significativamente, y no disminuyó en los últimos doce meses: el nivel actual es idéntico al observado hace un año. La Andi no lo dijo explícitamente, pero la gran industria colombiana no genera empleo durante los tiempos de auge y destruye empleo durante los tiempos de desaceleración.

El primer paso para resolver un problema consiste en reconocerlo. El Gobierno no ha reconocido el problema del empleo. Y mucho menos ha reconocido que el problema se origina, en buena medida, en una serie de políticas equivocadas que vienen de atrás pero que se han profundizado durante los cinco últimos años.

 El Gobierno, con el Presidente a la cabeza, ha reiterado que la inversión (la confianza inversionista, en particular) es un instrumento eficaz para generar nuevos empleos. Pero los hechos demuestran lo contrario. Las empresas colombianas han invertido profusamente. Pero no han generado empleo. Muchas empresas probablemente han sustituido empleo por capital, una decisión racional dado el encarecimiento del primer factor y el abaratamiento del segundo, esto es, dados los incentivos antiempleo de la política oficial.

En el corto plazo, como lo propuso esta semana el ex ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla, el Gobierno debería disminuir transitoriamente los costos laborales. En lugar de subsidiar con efectivo a algunas empresas exportadoras, el Gobierno debería implantar una deducción transitoria de los parafiscales para los sectores más afectados por la apreciación de la moneda.

En el mediano plazo, urge una revisión a fondo de los costos laborales, y en particular de las políticas que graban la generación de empleo formal con el fin de subsidiar la informalidad. Esta mezcla de políticas no sólo es insostenible, sino también socialmente ineficaz. También, en el mediano plazo, incumbe revisar las políticas de subsidios a la inversión que pueden haber llevado a muchas empresas a sustituir trabajo por capital. El problema del empleo, no sobra repetirlo, es un problema de malas políticas.

Hasta ahora, el acelerado crecimiento económico, el mayor en una generación, producto en parte de las políticas internas y en parte de un favorable contexto internacional, ha impedido apreciar en toda su dimensión el problema del empleo. Pero las circunstancias han cambiado. Ya el contexto internacional no es tan favorable y las políticas internas llevaron a un inevitable enfriamiento de la economía.

La desaceleración de la economía hará mucho más evidente el problema del empleo, y los errores de la política económica. Si no se toman correctivos, seguramente la tasa de desempleo será mayor en 2010 que en 2006, y las metas del plan de desarrollo del segundo período de Uribe no se cumplirán. Por ahora, urge insistir en lo obvio: el problema del empleo es cada vez más evidente, y el Gobierno parece no haberse dado cuenta.

 

Por El Espectador

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