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“SEGUIMOS ADELANTE”. Tantas veces en el pasado tuvimos que acudir a esta frase memorable en tiempos de dolor e incertidumbre sobre el futuro de El Espectador, que resulta una magnífica ocasión poder utilizarla hoy también para presentar nuestro regreso a la circulación diaria, fieles a una tradición centenaria de periodismo libre e independiente, pero transformados en un medio adaptado a las nuevas tendencias del periodismo escrito.
Las batallas de este periódico por las libertades públicas y la decencia lo han llevado muchas veces a enfrentar las censuras —las oficiales, pero también las del crimen organizado y las de cuello blanco— y a ver comprometida su existencia por el ahogo financiero e incluso por la violencia. Pero este periódico independiente, crítico, profundo y de obligatoria lectura para los llamados líderes y generadores de opinión ha tenido, gracias a ello precisamente, un proceso de recuperación económica en los últimos años —de la mano de la del país, eso hay que decirlo— que le permite acudir de nuevo a partir de esta semana a la cita cotidiana con sus lectores.
No se trata, empero, simplemente de una gran noticia empresarial y de supervivencia de un periódico. También lo es, y de manera primordial, para la salud y la fortaleza de nuestra democracia, para el libre intercambio de ideas, para enriquecer el debate de los temas públicos con una mirada diferente y despojada de segundas intenciones. No somos un medio de oposición, sino de proposición. Un periódico que señala lo turbio, que muestra la verdad, que pone un espejo limpio frente al país, con el único propósito de hacer mejor a Colombia.
El Espectador regresa a diario en un momento crucial de la Nación, cuando la sociedad camina de manera peligrosa hacia la polarización por las disputas ideológicas y políticas y cuando se asoma la intención en algunos de poner restricciones a las libertades públicas. Nada mejor, para un momento así, que insistir en el respeto a la pluralidad para que muchas voces permitan dar una mirada más completa e integral a la cruda realidad nacional. Nos comprometemos a que nuestra presencia diaria sea, conforme a su tradición centenaria, un aporte significativo en esa dirección.
Para muchos, la apuesta que hacen hoy los accionistas de El Espectador puede lucir como un salto al vacío, cuando los titulares por el mundo entero dicen que los grandes periódicos impresos están en crisis y caminan hacia su muerte definitiva en unos años, y no que, como en este caso, estén en franca recuperación e invirtiendo en nuevas aventuras en el papel y en la red. La apuesta es, sin duda, audaz, pero lejos está de ser un salto al vacío. Por el contrario, es un salto adelante, hacia el futuro, como siempre El Espectador lo ha hecho en diferentes momentos de su existencia.
El formato que ustedes tienen en sus manos, su diseño moderno, gráfico y ágil, pero especialmente su contenido diferenciado, son una buena muestra de lo que serán los medios impresos en el futuro. Todo esto complementado con elespectador.com, recientemente rediseñado y en pleno crecimiento, y con otros medios aliados, blogs, wikis y demás desarrollos de contenido en la nueva plataforma tecnológica, han dado forma a este medio multimedia de vanguardia.
En cuanto al impreso, como decíamos, los siete años de experiencia con el semanario de fin de semana nos permitieron desarrollar un modelo periodístico único, sustentado en tres ejes centrales: el fortalecimiento de la opinión, con una base de columnistas independientes y críticos; el espacio a los artículos y entrevistas profundos y analíticos, así como al desarrollo de los diferentes géneros periodísticos y el impulso a las investigaciones periodísticas. Eso, que en su momento también parecía una aventura, resultó siendo central en la recuperación y servirá como base para el proyecto periodístico que ahora iniciamos.
Aquí estamos de nuevo, entonces, todos los días con ustedes. Gracias por habernos esperado, apoyado y animado de manera permanente a regresar. Aquí, pues, seguimos adelante con el firme propósito de respetar nuestros ideales y hacer aportes al desarrollo para Colombia de “una sociedad más igualitaria, más justa, más honesta y más próspera”, como escribiera en estas páginas don Guillermo Cano Isaza horas antes de ser asesinado.