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Lo que un diario colega caracterizó como una simple alineación de los astros, cual si todo fuera un asunto natural, ha sido en realidad el traspaso de todas las barreras del equilibrio institucional para satisfacer, sí, a las mayorías.
Comenzó la semana, en efecto, con el encuentro de parlamentarios con el ministro del Interior y de Justicia, Fabio Valencia, en el que se acordó que la coalición de gobierno en el Senado modifique el texto del referendo de manera que en vez de “quien haya ejercido la Presidencia de la República por dos períodos”, quede “...quien haya sido elegido...”, bajo el entendido de que eso querían quienes firmaron. De esta manera se solventaría el error en el enunciado que cometieron los proponentes y el presidente Uribe no tendría que esperar hasta el 2014 para presentarse de nuevo.
“Error de cálculo”, han vociferado los más uribistas dentro del uribismo, pues el cambio del texto obliga a una conciliación con el aprobado en la Cámara de Representantes, donde pasó dificultades y apenas vino a salir avante gracias a la declaratoria de sesiones extras por parte del Ejecutivo en la madrugada del último día de sesiones. Y donde el control de dicha conciliación estará en manos de su presidente, Germán Varón, de Cambio Radical, cuya posición —antes de la “toma” de sus huestes por parte del Gobierno— era la de apoyar el texto original.
Preferirían ellos delegar esa labor a la Corte Constitucional. Y no les falta razón, pues allí también esta semana se completó la alineación de esta corporación con la elección de Jorge Pretelt y María Victoria Calle, quienes se suman ahora a una aplastante mayoría oficialista que permite prever que la revisión de exequibilidad del referendo no encontrará mayores dificultades para salir aprobado. Además, con la celeridad necesaria para llevarlo a las urnas a tiempo.
Todo esto sumado a la “toma” de los partidos políticos que le pudieran hacer alguna resistencia en las urnas —incluso de los propios para evitar sorpresas, como quedará plasmado hoy y mañana en el de la U— o al doble discurso que nos plantea el Ministro del Interior, para quien resulta conveniente dejar la decisión de la reelección en manos de los votantes a través de un referendo mas no así para aumentar las penas para los delitos contra la niñez seguramente para que no le haga sombra al proceso de aprobación del primero, muestran toda una bien pensada estrategia para asegurar la continuación en el poder del Presidente.
El único escollo que restaría superar sería el de la alta votación, superior a los siete millones de votos, que tendría que alcanzar el referendo. Para ello también esta semana se comenzaron a dar los primeros pasos con la exigencia al Registrador Nacional para que depure el censo electoral eliminando a cerca de millón y medio de votantes muertos o inhabilitados. Y, de no darse, ya está sobre el tapete la idea de ir en paralelo con un Acto Legislativo para cambiar, otra vez, el “articulito” por la vía segura del Congreso.
Movidas todas, se dirá, válidas y apenas consecuentes con el ampliamente mayoritario nivel de aceptación a la gestión de gobierno del presidente Uribe. No huelga repetir lo que varias veces hemos dicho aquí. La voz de las mayorías es apenas un elemento, importantísimo pero no único, del sistema democrático. Pero lo que le da vida a una democracia y la hace fuerte es que existan controles, los llamados pesos y contrapesos, que permitan un arreglo institucional en el que todos quepamos y donde nadie detente el poder más allá de los límites. Por esa razón y aunque quizás no se perciban las consecuencias inmediatas, todas estas maniobras para cerrar espacios deberían preocuparnos, más allá de si nos gusta o no el presidente Uribe o si sus dos gobiernos han sido o no exitosos.