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Por supuesto, la crisis económica y financiera son la prioridad del momento allí, además de que también existe un tufillo de compromisos políticos del candidato Obama que el ahora presidente electo tendrá que tramitar.
En ese escenario, algunos comentaristas han criticado que el Gobierno colombiano continúe insistiendo en que el tratado entre en la agenda, bajo el argumento de que constituye una confrontación directa e innecesaria con el nuevo poder que llegará a Washington en enero próximo. Otros más perspicaces han llegado incluso al extremo de insinuar que solamente algún oscuro pacto con el presidente Bush puede explicar su terquedad en defensa de dicha inclusión, cuando están de por medio decisiones tan trascendentales para enfrentar la profunda crisis financiera y económica.
Empero, existen razones de peso para considerar que, superadas las elecciones presidenciales y con la consolidación de las mayorías Demócratas en el Senado y la Cámara, este podría ser un buen momento para aprobar el TLC con Colombia, tal como lo sugirieron en sendos editoriales esta semana importantes medios de Estados Unidos como The Washington Post, The Wall Street Journal y Los Angeles Times.
El tamaño de la economía colombiana es una centésima parte del tamaño de la de Estados Unidos. Ello quiere decir que la aprobación del TLC por parte del Congreso estadounidense no va a afectar de manera alguna a los sindicatos que apoyan al Partido Demócrata y, en cambio, sí va a afectar a Colombia, el principal aliado de Estados Unidos en América del Sur. Por el contrario, algunas empresas estadounidenses que venden en Colombia se podrían beneficiar.
De otra parte, la importancia económica de Estados Unidos para Colombia va a aumentar y no a disminuir con la firma del TLC. Si los miembros del Partido Demócrata tienen dudas legítimas sobre la seguridad de los sindicalistas colombianos, y en general sobre el respeto de los derechos humanos por parte de nuestra Fuerza Pública, la aprobación del TLC sólo va a aumentar la relevancia de la agenda bilateral.
De hecho, el Congreso de los Estados Unidos y los Demócratas en particular deberían tener en cuenta que el TLC ya cumplió todas sus etapas en Colombia en medio de un proceso muy complejo y de una coyuntura muy particular. Para cuando el Partido Demócrata se sienta satisfecho con sus exigencias, es posible que en Colombia ya estén en aplicación los TLC con Canadá, EFTA y las Comunidades Europeas, con el consecuente desplazamiento de importaciones de los Estados Unidos a un elevado costo para sus empresas. Esto puede ocurrir en productos del agro y maquinaria industrial y agrícola en particular.
Es fundamental, de otra parte, que quede bien claro que el avance en la protección a los sindicalistas colombianos y el respeto por los derechos humanos no sólo son de interés para el Congreso de los Estados Unidos, sino que son prioritarios para Colombia, independientemente de la suerte que corra el TLC.
Por todo lo anterior, puede ser un error estratégico de los EE.UU. no aprobar el TLC con Colombia lo antes posible, ahora que el panorama político se ha despejado y que en la agenda bilateral hay temas prioritarios sobre los que es necesario avanzar inexorablemente, preferiblemente como países, no sólo aliados, sino amigos.
En cuanto a Colombia, independientemente del desenlace de esta situación, debe enfilar sus baterías hacia completar el acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, ingresar a APEC y concretar los mecanismos para formalizar negociaciones en bloque o individualmente con los principales países de Asia.