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Y lo que es peor: hay organizaciones dedicadas “a atentar contra la comunidad LGBTI”. Es inaudito que, mientras en Cuba se discute sobre la posibilidad de un acuerdo de paz que ponga fin a 50 años de conflicto armado, en Colombia se siga asesinado y atacando a estas personas por el simple hecho de ser diferentes. Se pueden deponer las armas. Pero si no se depone el odio, no va a haber paz. Así de fácil es la cosa.
El ente investigador, ante este panorama, ha decidido asumir “una lucha frontal contra las diferentes formas de discriminación por razones de orientación sexual”. Y que la misma va a empezar por casa: por medio de capacitaciones a aquellos funcionarios judiciales que, lastimosamente, siguen abordando los procesos por delitos cometidos contra la comunidad LGBTI con un cierto sesgo discriminador. Por ejemplo, creyendo que los homosexuales “son abusadores”, que “pueden cambiar su forma de ser, pero no quieren” o que pueden ser detenidos por expresar su cariño ante otras personas.
El fiscal Eduardo Montealegre lo ha dicho muy claro: hay que pasar de “un ordenamiento homofóbico a un ordenamiento plural y respetuoso de la diversidad sexual”. Uno en el que no se revictimice, por ejemplo, a un homosexual abusado sexualmente o en el que se investigue con seriedad el asesinato de miembros de la comunidad LGBTI. Este es un intento loable por parte del ente investigador de priorizar este tipo de delitos y que los mismos no queden en la impunidad.
No es suficiente, sin embargo, ya hemos dicho en varias oportunidades que lo penal es, apenas, una medida. Requiere, en todo caso, el apoyo de las distintas entidades del Gobierno y de la misma sociedad. No sólo con medidas judiciales se combate la homofobia. El Gobierno ha tomado cartas en el asunto. Ha llevado las denuncias de la comunidad LGBTI a Cuba para que sean tenidas en cuenta por parte de los negociadores de bando y bando, y ha llevado ante la Corte Constitucional y ante el Congreso debates de vital importancia para que se reconozca, de una buena vez, que los LGBTI tienen los mismos derechos que cualquier ciudadano.
Pero, de nuevo, falta mucho. Es importante llevar estos debates a las casas y a las escuelas, y que se entienda que el objetivo no es imponerles a todos los ciudadanos una forma de ver el mundo, como denuncian algunos, quienes dicen que hay un “lobby gay”, supuestamente, para acabar con los heterosexuales ¡Eso es descabellado! Lo que se quiere, sencillamente, es que se respeten las decisiones y las libertades individuales. Que se respete la diversidad. Que se respete el derecho que tenemos todos de elegir la persona de la que nos enamoramos. Y que, en el caso de discrepancias, éstas no se resuelvan aniquilando al otro, sino debatiendo, como en cualquier sociedad en paz.
Es lamentable, de nuevo, que una persona sienta que es bueno asesinar a un homosexual porque éste es “un enfermo”. El enfermo, en todo caso, es quien se deja llevar por su odio para cometer tal barbaridad. Pero, igualmente, es condenable que esta sociedad siga teniendo como justas actitudes que no lo son: no es justo discriminar al otro o negarle sus derechos.
En resumen: ya es hora de hacerle frente a la homofobia. Una de esas enfermedades que, como el racismo o el machismo, impiden el progreso social.
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