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Hace poco más de un año, el país celebró un golazo de media distancia contra México que era la primera anotación de la selección femenina de fútbol del país en un Mundial de mayores. La autora de la hazaña fue Daniela Montoya, volante y titular indiscutible de la selección durante siete años, además de una profesional ejemplar. Gracias a ella y a un grupo lleno de garra, Colombia hizo una participación histórica en el Mundial celebrado en Canadá.
Pese a lo anterior, la semana pasada, en entrevista con El Espectador, Montoya dio declaraciones preocupantes: “Llevo seis meses en los cuales cada uno de los días he sentido la frustración más grande de mi vida. No he podido dormir bien, he llorado mucho. Es algo que no le deseo a nadie. Me parte el alma esta situación y, sinceramente, es el golpe más duro de mi carrera deportiva”. Se refiere a su exclusión desconcertante del grupo que irá a disputar los Juegos Olímpicos de Río 2016.
Según Felipe Taborda, entrenador de la selección, esta decisión se debe únicamente a consideraciones técnicas, dado que no considera que Montoya esté a la altura de la competencia. La jugadora, no obstante, cuestiona esta postura, pues ni siquiera se le dio la oportunidad de demostrar cómo ha sido su proceso durante este año, lo que la lleva a pensar que hay otros motivos detrás de la exclusión.
No es necesario hilar muy delgado para creerle a Montoya. Ya hemos hablado, en varias ocasiones, sobre cómo la selección femenina de fútbol ha tenido que soportar una serie de discriminaciones pese a las cuales han podido dar un rendimiento excepcional, que ha emocionado al país entero y que invita a pensar que debería invertirse más en este deporte para las mujeres.
Después del Mundial pasado, fue precisamente Montoya la que asumió la vocería para denunciar que la Federación Colombiana de Fútbol, pese a haber prometido un premio de diez millones de pesos si pasaban a los octavos de final, incumplió al solo consignarles siete millones. Esto, en el marco de una actitud de la Federación que se escuda en que el fútbol femenino aún no ha dado sostenibilidad económica, para no solucionar los graves problemas de desigualdad que tienen que soportar las jugadoras.
Por eso, además, las jugadoras de la selección prefieren mantenerse en silencio, pues jugar en ese nivel es la única oportunidad que tienen para mostrarse. Entonces, prefieren no incomodar a los dirigentes, pese a que tienen suficientes motivos para alzar su voz.
¿Será que a Daniela Montoya le están cobrando haber manchado la imagen de la Federación, que ha buscado capitalizar los éxitos de la selección femenina como propios? No deja de ser extraño que una jugadora que fue protagonista en los Juegos Panamericanos, el Mundial de Canadá 2015 y los Juegos Olímpicos de Londres 2012, y que está en edad de crecimiento de sus capacidades, sea excluida justo después de haber alzado la voz para exigir justicia.
Y es que no es cuestión únicamente de premios. Dado que no son profesionales, por ejemplo, las jugadoras tienen que tener otros trabajos y cubrir sus ausencias contratando reemplazos, los cuales no alcanzan a pagar con los irrisorios viáticos que la Federación les da cuando hay partidos.
Clara Luz Roldán, nueva directora de Coldeportes, anunció que impulsaría una nueva ley del deporte. Oportunidad sin igual para empezar a corregir estas inconsistencias con las mujeres que, pese a todo, quieren consolidar el fútbol femenino en el país.
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