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Ahora que el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, lleva un año en el cargo, se inscribieron oficialmente tres comités que pretenden recoger firmas para convocar un referendo que le revoque su mandato. Esta práctica, habitual en el país, continúa con la tradición de obstaculizar innecesariamente el ejercicio de los burgomaestres de turno, afectando el avance de un proyecto viable de ciudad. ¿De verdad es la mejor manera de hacer oposición política?
Es obvio que los ciudadanos, siempre y cuando cumplan con las normas, tienen derecho a convocar la revocatoria, eso no está en duda. No obstante, ¿no sería mejor seguir fomentando debates frontales sobre los temas álgidos, pero sin obstaculizar por completo que se ponga en marcha un plan para Bogotá?
En Colombia es usual que los ciudadanos aprovechen el primer año de mandato de un funcionario para iniciar el proceso de revocatoria. Desde que se reglamentaron los mecanismos de participación ciudadana en la Constitución de 1991, el país ha visto 166 iniciativas de revocatoria promovidas. De estas, 55 llegaron a las urnas. Un dato importante: ninguna prosperó. Ante ese pasado de ineficiencia, ¿por qué entonces hay tanta insistencia en ella?
Las respuestas son múltiples. Primero, no puede negarse que son una excelente plataforma para obtener reconocimiento político. Es mucho más sencillo construir campañas a partir de las críticas de lo que supuestamente está mal, que de propuestas para mejorarlo. La indignación bien capitalizada rinde frutos en las urnas. No decimos, por supuesto, que este sea el caso de esta revocatoria particular contra el alcalde Peñalosa (aunque hay fuerzas políticas involucradas en algunos de los comités), pero, para tener perspectiva, la revocatoria contra el exalcalde Gustavo Petro también se intentó aprovechar en las pasadas elecciones a la Alcaldía.
El segundo motivo es que la revocatoria genera desgasto en quien ocupa el cargo, distrae los recursos y por ende sabotea su proyecto de ciudad. ¿Cuánto tiempo tuvo que perder el exalcalde Petro, siguiendo con el ejemplo, por andar defendiéndose de la Procuraduría y del proceso revocatorio? Por supuesto igual se logra adelantar proyectos, pero gobernar cuidándose la espalda en todo momento obstaculiza el desarrollo de la ciudad.
Por eso, la pregunta que queremos proponer es si en verdad esta es la mejor manera de hacer oposición al gobierno actual de la ciudad. Entendemos que hay muchas razones para el descontento. No ayuda el alcalde al estigmatizar a quienes promueven la revocatoria, ni mucho menos con su actitud en debates complejos y álgidos como el de la reserva Van der Hammen y la venta de la ETB. Sería útil que desde el Distrito hubiese un reconocimiento sincero de que hay personas con motivos para oponerse a sus decisiones, y encontrar maneras de que sus voces se escuchen. Pero también haría mucho bien que quienes promueven la revocatoria busquen formas de dar los debates sin olvidar que Peñalosa tiene un mandato (es muy diciente que uno de los comités dice haber estado trabajando incluso desde antes de su posesión, sin darle siquiera chance de poner en marcha sus planes).
Apoyar el revocatorio, creemos, es seguir fomentando una ciudad polarizada, con tensiones irreconciliables y, sobre todo, atrasando la búsqueda del desarrollo que beneficie a todos sus habitantes. Sería útil mirar el ejemplo de otras ciudades, como Medellín, que pese a sus diferencias ha sabido respaldar al alcalde sin importar su filiación política, entendiendo que, en últimas, estamos todos en el mismo bote.
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